Sábado 20 de septiembre. Me visto y salgo como todos éstos últimos años al parque de mis recuerdos. En ése lugar, un día de primavera, la encontré a ella. Yo estaba en un banco repasando mi vida, cuando me sobresalta el sonido de un cornetín. Lo reconozco. Es el viejo Simón que con su calderita a cuesta, se acerca vendiendo barquillos y maníes calentitos en los cucuruchos de papel. Me doy vuelta y la veo.
Se cruzaron nuestras miradas. Fue la primera, la única y la última. Vivimos acelerados y sin pausa, hasta que luego de cinco años...partió.
Hoy, al abandonar mi habitación, me detengo, porque el vacío que dejó en ella, sólo gotean recuerdos. Me deslizo como persiguiendo la estela de una ausencia y regreso al parque del encuentro; están las palomas de siempre, los niños alborotados, un perro que se detiene para mirarme con sus ojos tristes y el sonido del cornetín. Me doy vuelta y sólo veo al hombre de las palabras giratorias, el viejo Simón.
Sólo a él.
Por eso, hoy, no demoro mas.
Viajo lejos, muy lejos a la isla dónde el amor se compra en cuotas y los bípedos me sonríen como idiotas, pero felices.
Donde los perros me guiñan un ojo, mientras los obispos se comen las hostias de los ricos. Hay guerreros que cuidan de noche las fogatas que dan calor, e iluminan el alma de los pájaros. Es una isla donde el envejecimiento es honesto.
Ahí no vive la reina del cloro que nunca la invitaron a la televisión.
Sólo yo y mis recuerdos.
Julio Scarinci
Julio Scarinci
Alumno del Taller Literario de Carlos Penelas en nuestra Biblioteca
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