En su libro La división del trabajo social publicado en 1893 Emile Durkheim define la anomia como una falta de regulación de la vida económica y social propio de las sociedades industriales modernas.
Este fenómeno morboso implica una serie de calamidades que derivan de él, aumento de la violencia interpersonal, sobreexplotación de la fuerza de trabajo y otras injusticias sociales. Según este autor, el mercado no puede regular jamás las relaciones sociales.
La exclusión social es característica principalmente del capitalismo en su etapa neoliberal y entonces todas las cuestiones como el aumento de personas en situación de calle, carentes de alimentos, vivienda, acceso restringido o nulo a la salud y a la educación pública son parte de sus vidas cotidianas.
Miserias múltiples, materiales y morales.
La aplicación de planes de ajuste socioeconómicos crónicos por los en el último medio siglo en la región Argentina hizo que la pobreza pasara del 5% en 1976 a el 57% actual.
Además, la hegemonía del capital financiero, la desindustrialización y la vigencia plena de el modelo extractivista agrícola y minero predominante en Latinoamérica aumentó la migración de las zonas rurales hacia las ciudades.
Todo lo antedicho brinda algunas claves para intentar comprender como en la ciudad de Rosario y otras de la provincia de Santa Fe como por ejemplo algunos barrios de Buenos Aires y el Conourbano bonaerense son escenarios de homicidios principalmente de jóvenes entre 16 y 25 años, mujeres y varones.
Tasa de femicidios y violencia doméstica también se acrecienta, todo como epifenómeno de la exclusión social generada por el sistema capitalista.
Sombrío panorama que solo puede ser revertido por la lucha social autónoma colectiva y por acciones sociales solidarias, de apoyo mutuo a contramano del perverso sistema reinante.
Carlos A. Solero
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