Libros quemados, Nunca Más
Escribir desde la memoria
Escribo estas palabras en Roma en abril de 1944, o sea, mientras Europa yace exhausta y aplastada bajo el martillo de Thor. Claro está que mientras escribo estas líneas los trasatlánticos no zarpan de Le Havre rumbo a Nueva York. Pero estas líneas las escribo como escritor, no como periodista. Y escribir como escritor significa no escribir desde el presente, sino a partir de los recuerdos o por anticipación. De donde cabe inferir la siguiente definición de periodista: el que escribe sin memoria. Acaso un día yo mismo escriba sobre esta guerra, pero sólo cuando la presente guerra haya pasado también ella a ser huésped de la memoria.
Alberto Savinio
Maupassant y “el otro”
Nota 16
CONVERSATION
El niño lobo del cine Marí, por José María Merino
La doctora estaba en lo cierto: ningún proceso anormal se desarrollaba dentro del pequeño cerebro, ninguna perturbación patológica. Sin embargo, si hubiese podido leer el mensaje contenido en los impulsos que habían determinado aquellas líneas sinuosas, se hubiera sorprendido al encontrar un universo tan exuberante: el niño era un pequeño corneta que tocaba a la carga en el desierto, mientras ondeaba el estandarte del regimiento y los jinetes de Toro Sentado preparaban también sus corceles y sus armas, hasta que el páramo polvoriento se convertía en una selva de nutrida vegetación alrededor de una laguna de aguas oscuras, en la que el niño estaba a punto de ser atacado por un cocodrilo, y en ese momento resonaba entre el follaje la larga escala de la voz de Tarzán, que acudía para salvarle saltando de liana en liana, seguido de la fiel Chita. O la selva se transmutaba sin transición en una playa extensa; entre la arena de la orilla reposaba una botella de largo cuello, que había sido arrojada por las olas; el niño encontraba la botella, la destapaba, y de su interior salía una pequeña columnilla de humo que al punto iba creciendo y creciendo hasta llegar a los cielos y convertirse en un terrible gigante verdoso, de larga coleta en su cabeza afeitada y uñas en las manos y en los pies, curvas como zarpas. Pero antes de que la amenaza del gigante se concretase de un modo claro, la playa era un navío, un buque sobre las olas del Pacífico, y el niño acompañaba a aquel otro muchacho, hijo del posadero, en la singladura que les llevaba hasta la isla donde se oculta el tesoro del viejo y feroz pirata.
Una vez más, la doctora observó perpleja las formas de aquellas ondas. Como de costumbre, no presentaban variaciones especiales. Las frecuencias seguían sin proclamar algún cuadro particularmente extraño. Las ondas no ofrecían ninguna alteración insólita, pero el niño permanecía insensible al mundo que le rodeaba, como una estatua viva y embobada.
El niño apareció cuando derribaron el Cine Mari. Tendría unos nueve años, e iba vestido con un traje marrón sin solapas, de pantalón corto, y una camisa de piqué. Calzaba zapatos marrones y calcetines blancos. La máquina echó abajo la última pared del sótano (en la que se marcaban las huellas grotescas que habían dejado los urinarios, los lavabos y los espejos, y por donde asomaban, como extraños hocicos o bocas, los bordes seccionados de las tuberías) y, tras la polvareda, apareció el niño, de pie en medio de aquel montón de cascotes y escombros, mirando fijamente a la máquina, que el conductor detuvo bruscamente, mientras le increpaba, gritando:
–Pero qué haces ahí, chaval. Quítate ahora mismo.
El niño no respondía. Estaba pasmado, ausente. Hubo que apartarlo. Mientras las máquinas roseguían su tarea destructora, le sacaron al callejón, frente a las carteleras ya vacías cuyos cristales sucios proclamaban una larga clausura, y le preguntaban.
Pero el niño no contestó: no les dijo cómo se llamaba, ni dónde vivía. No les dio atisbo alguno de su identidad. Al cabo, se lo llevaron a la comisaría. Aquel raro atildamiento de maniquí antiguo, y el perenne mutismo, desconcertaban a los guardias. Al día siguiente, las dos emisoras daban la curiosa noticia, y en el periódico, por la mañana, salió una fotografía del niño, con su rictus serio y aquellos ojos fijos y ausentes.
La doctora puso en marcha el aparato y comenzó a oírse otra vez el cuento. En el niño hubo un breve respingo, y sus ojos bizquearon levemente, como agudizando una supuesta atención cuyo origen tampoco podía ser comprobado. Tanto los sonidos reproducidos a través de algún instrumento como las imágenes proyectadas de modo artificial, le hacían reaccionar del mismo modo, y producían unas ondas como de emoción o súbito interés. La doctora suspiró y le palmeó las pequeñas manos, dobladas sobre el regazo.
–Pero di algo.
El niño, una vez más, permanecía silencioso y absorto. Al parecer, su nombre era Pedro. Al poco tiempo de haberse publicado la foto en el periódico, una señora llorosa se presentaba en la redacción con la increíble nueva de que el niño era hijo suyo, un hijo desaparecido hace treinta años. La señora era viuda de un fiscal notorio por su dureza. Le acompañaban una hija cuarentona. Extendió sobre la mesa del director una serie de fotos de primera comunión en que era evidente el parecido. Acabaron por entregarle el niño a la señora, al menos mientras el caso se aclaraba definitivamente. El hecho de que un niño desaparecido treinta años antes (en un suceso misterioso que había conmovido a la ciudad y en el que se había aludido a causas de venganzas oscuras) apareciese de aquel modo, como si sólo hubiesen transcurrido unas horas, era tan extraño, tan fuera del normal acontecer, que a partir del momento en que se le atribuyó aquella identidad, ni la prensa ni la radio volvieron a hacerse eco de la noticia, como si el voluntario silencio pudiese limitar de algún modo lo monstruoso del caso.
Sin embargo, el asunto era objeto de toda clase de hipótesis, comentarios y conclusiones en mercados y peluquerías, oficinas y tertulias y, por supuesto, en cada uno de los hogares. Hasta tal punto el tema parecía extraño, que los amigos de la familia dudaban si lo más adecuado sería darle a la madre la enhorabuena o el pésame. Al aparecido le llamaron “el niño lobo” desde que ingresó en la Residencia, aunque la doctora señalaba lo impropio de la denominación, ya que el niño no manifestaba ningún comportamiento por el que pudiese ser asimilado a aquel tipo de fenómenos, sino sólo una especie de catatonía, de rara estupefacción. Sin embargo, las extrañas circunstancias de su aparición, aquella presencia alucinada, sugerían realmente que el niño hubiese sido recuperado fortuitamente de algún remoto entorno, virgen de presencia humana.
Puso música y el niño tuvo otro pequeño sobresalto. Era un niño muy guapo. Ahora la miraba como si quisiera decirle algo, pero ella sabía que era inútil animarle. Aquella supuesta intención era sólo una figuración suya. El desconocido pensamiento del niño estaba muy lejos. Era una verdadera pena.
–Te voy a llevar al cine –dijo la doctora.
Primero, le reconocieron en la Residencia. Luego, la familia le había trasladado a Madrid, buscando esa mayor ciencia que siempre en provincias se atribuye a la capital. Pero no hubo mejores resultados. Cuando volvió, el niño mantenía la misma presencia atónita y, aunque las hermanas hablaban de llevarle a California (donde al parecer las cosas del cerebro estaban muy estudiadas), la madre se había acostumbrado ya a la presencia inerte de aquel muñeco de carne y hueso, y posponía la decisión de separarse de él.
De vuelta a la ciudad, el niño seguía subiendo a la Residencia, donde la doctora le miraba todas las semanas. La doctora era bastante joven, y se estaba tomando el caso con mucho interés. Además de las connotaciones médicas y científicas del asunto, le fascinaba la impasibilidad de aquel ser mudo, cuyos ojos parecían mostrar, junto a un gran olvido, un desolado desconcierto.
La evidente influencia que producía en el cerebro del niño cualquier imagen o sonido proyectado a través de medios artificiales, le había sugerido la idea de llevarle al cine. La doctora era poco aficionada al cine, sobre todo por una falta de costumbre que provenía de su origen rural, de un internado severo de monjas y de una carrera realizada con bastantes esfuerzos y poco tiempo de ocio. Sus descansos vespertinos solía emplearlos en la lectura de temas vinculados a su profesión, y sólo de modo ocasional (y más como ejercitando un obligado rito colectivo, donde lo menos significativo era el espectáculo en sí) asistía a la proyección de alguna película que la publicidad o los compañeros proclamaban como verdaderamente importante. La idea le surgió al ver las largas colas llenas de niños que rodeaban al Emperador. Al parecer, se trataba de una de esas películas de enorme éxito en todas partes, que se pregonan como muy apropiadas al público infantil, con batallas espaciales y mundos imaginarios.
La doctora se proponía observar cuidadosamente al niño a lo largo de toda la sesión, escrutando el pulso, la respiración y otras manifestaciones físicas del posible impacto que la visión de la película pudiese tener en aquel ánimo misteriosamente ajeno.
Le observó durante los primeros minutos de proyección. El niño se había acurrucado en la butaca y observaba la pantalla con una avidez de apariencia inteligente. Mientras tanto, la historia comenzaba a desarrollarse. Una espectacular nave aérea perseguía a otra navecilla por un espacio infinito, fulgurante de estrellas, muy bien simulado. La nave perseguidora hace funcionar su artillería. La pequeña nave es alcanzada por los disparos de raro zumbido, y atrapada al fin por medio de poderosos mecanismos. El vencedor llega para conocer su presa. Es una estampa atroz: una figura alta, oscura, con un gran casco negro parecido al del ejército, cuyo rostro está recubierto por una mezcla imprecisa de animales y objetos: ratas, mandriles, cerdos, caretas antigás.
Entonces, el niño extendió su mano y sujetó con fuerza la de la doctora. Ella sintió la sorpresa de aquel gesto con un impacto más que físico. Exclamó el nombre del niño. Le observó de cerca, al reflejo de las grandes imágenes multicolores. En los ojos infantiles persistía aquella mirada inteligente, absorta en la percepción óptica, y la doctora sintió una alegría esperanzada.
La princesa ha sido capturada, aunque ha conseguido lanzar un mensaje que sus perseguidores no advirtieron. Mientras tanto, sus robots llegan a un desierto reverberante, cuya larga, soledad sólo presiden los restos de gigantescos esqueletos. El cielo está inundado de un extraño color, en un crepúsculo de varios soles simultáneos.
Sin darse cuenta, la atención de la doctora se distrajo en aquella insólita aventura y no percibió que el niño había soltado su mano. El niño había soltado su mano, y atravesaba la oscuridad multicolor, ascendía por la rampa de la nave, conseguía introducirse en ella como disimulado polizón.
La nave corría rápidamente el espacio oscuro, lleno de estrellas, que la rodeaba como un cobijo. Los héroes vigilaban el fondo del cielo para prevenir la aparición del enemigo.
Al fin, la doctora se dio cuenta de que el pequeño había soltado su mano y volvió la cabeza a la butaca inmediata. Pero el niño ya no estaba y, del mismo modo que había sucedido en aquella lejana desaparición primera, la búsqueda fue completamente infructuosa.
José María Merino
La Coruña, 5 de marzo de 1941
Silla m
Elegido el 27 de marzo de 2008. Tomó posesión el 19 de abril de 2009 con el discurso titulado Ficción de verdad. Le respondió, en nombre de la corporación, Luis Mateo Díez.
Elegido censor de la Junta de Gobierno el 1 de diciembre de 2016, anteriormente fue vicesecretario de la RAE (2010-2015) y tesorero de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), entre 2010 y 2017.
El escritor José María Merino, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, fue director del Centro de las Letras Españolas del Ministerio de Cultura y colaborador en proyectos educativos de la UNESCO para Hispanoamérica. Es patrono de la Fundación Alexander Pushkin y patrono de honor de la Fundación de la Lengua Española, embajador de Hans Christian Andersen (Ministerio de Cultura de Dinamarca) y fue presidente honorífico de la Fundación del Libro Infantil y Juvenil «Leer León». En 2009 fue nombrado hijo adoptivo de León, en 2010 leonés del año, en 2014 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de León, y en 2018 por la Saint Louis University de Madrid.
CONVERSATION
Quiénes son las mujeres detrás de los nombres de las calles
Hay 59 arterias de la ciudad que recuerdan a mujeres que hicieron historia, la mayoría de ellas en Puerto Madero, el barrio más joven. Son sólo el 3 % de las 2165 calles de la ciudad de Buenos Aires, cifra que supera la de otras ciudades del mundo, como por ejemplo Paris que solo tiene el 2,7 % de autovías portadoras de nombres femeninos. Repasamos quiénes son las mujeres detrás de los nombres de las calles que transitamos.
Alfonsina Storni
Quién fue: vivió entre 1892 y 1938. Fue una poeta y escritora argentina, referente del modernismo. Fue docente y periodista. Su poesía está impregnada de lucha, audacia, amor y una reivindicación del género femenino. Algunos de sus poemas ¡Adiós!, Alma desnuda, La caricia perdida, Razones y paisajes de amor, Queja, Tu dulzura, Dolor y Frente al mar. Trabajó como lavaplatos, camarera, costurera y obrera. Su trágico suicidio, en las aguas de la playa "La Perla", de Mar del Plata, el 25 de octubre de 1938, le permitió huir de un penoso cáncer de mama y de la soledad que la invadía.
Dónde queda: varias calles llevan su nombre en distintas localidades de capital , en provincia de Buenos Aires: Ezeiza, Villa Madero, Lomas de Zamora, Santos Lugares y Monte Grande; en el barrio Paso Piedras de Junín, en Rosario, en Concepción del Uruguay y, en la ciudad donde murió, en Mar del Plata.
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Patricias Argentinas
Quiénes fueron: La denominación Patricias Argentinas es un homenaje que en la Argentina se le hizo a las primeras catorce damas de la sociedad porteña que el 30 de mayo de 1812 se suscribieron para donar cada una el dinero necesario para comprar un fusil, ya que el incipiente estado se encontraba en una mala situación económica y no podía costear las armas necesarias para mantener al Ejército Libertador. Esta denominación se extendió con el tiempo a otras damas criollas que colaboraron, ya fuese con sus bienes o con sus acciones, a la progresiva Independencia Argentina. Entre ellas, Tomasa de Quintana, Remedios de Escalada, Carmen Quintanilla, Mariquita Sánchez, Isabel de Agüero, Patricia Cárdenas, Rufina de Horma, María de Andonaegui, Ramona Esquidel, Ángela Castelli y Magadalena de Castro.
Dónde queda: es la avenida que bordea el Parque Centenario
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Butteler
Quién fue: como benefactora donó terrenos de su propiedad para construir un barrio obrero con la condición de que el conglomerado recibiera su nombre. La piedra fundamental fue colocada el 15 de diciembre de 1907 bajo la intendencia de Carlos Torcuato de Alvear y con el apadrinamiento del presidente José Figueroa Alcorta y del que participaron, entre otros, el premio Nobel Carlos Saavedra Lamas, Carlos Thays, Ramón Falcón y Alfredo Palacios. Así comenzó la construcción del primer barrio social de la ciudad de Buenos Aires.
Dónde queda: el pasaje ubicado en el barrio de Boedo (aunque algunos dicen que es Parque Chacabuco) es un fragmento formado por una manzana entre las avenidas La Plata y Cobo, y las calles Zelarrayán y Senillosa. Atravesado por dos calles en diagonales que forman una X, en su centro hay una pequeña plazoleta pública, escondida, bautizada “Enrique Santos Discépolo”.
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Puerto Madero, el barrio de las calles con nombres de mujer
La Ordenanza N° 49.668 dictada en el año 1995 por el ex Concejo Deliberante (cuando Buenos Aires era una municipalidad y no una ciudad autónoma, el organismo que dictaba las leyes era éste ya que no existía la Legislatura) le puso nombres de mujeres a las calles de uno de los barrios más jóvenes de la ciudad de Buenos aires. Mujeres heroicas, reales, que desafiaron los prejuicios de su época, por lo que supieron soportar burlas y rechazo. Procedentes de distintos orígenes sociales, con distintas profesiones, toda ellas tuvieron como vidas dedicadas a defender valores como la igualdad, la libertad y la independencia.
Leticia Maronese, autora del libro Mujeres y calles, Nomenclatura porteña, quien fue integrante de la Comisión Permanente de Nomenclatura Urbana, estuvo detrás del proyecto que logró imprimir al barrio la bandera del feminismo. De hecho el 8 de marzo, también es el día de Puerto Madero. "Cuando se estaba formando Puerto Madero noté que las calles se prolongaban del otro lado del corredor Madero-Huergo con el mismo nombre que tenían, es decir, Viamonte, Perón, Sarmiento o Belgrano", recuerda la historiadora. Por otra parte, consultando la guía Filcar sólo encontré 23 de 2000 nombres de calles, con nombre de mujer. Ahí se me ocurrió proponer a los bloques parlamentarios de los distintos partidos políticos que las calles y espacios públicos del nuevo barrio llevasen nombres de mujeres. Aunque me costó convencerlos, finalmente la aceptación fue absoluta” señala.
Y recuerda que entre las propuestas de nombres el de Eva Perón era el que siempre surgía en las reuniones. "Pero yo pedía que buscásemos otras mujeres, las olvidadas, las que no eran suficientemente reconocidas, y así logré, aunque con bastante reticencias nombrar a Azucena Villaflor y asignar la avenida principal a Alicia Moreau de Justo", evoca.
Quiénes fueron las calles de Puerto Madero
Aimé Painé (1943 -1987). Es el nombre artístico de Olga Elisa Painé, una cantante argentina que se dedicó al rescate y difusión de la música folclórica de su pueblo originario, el pueblo mapuche. Educada en un orfanato-colegio de monjas, el Colegio María Auxiliadora de Mar del Plata, una ciudad muy alejada de su tierra, su cultura y sus orígenes. Destacó en el coro de canto gregoriano y de grande desarrolló una carrera como cantante. Señala su biógrafa, Cristina Rafanelli que ella fue la primera mujer mapuche en salir de gira como tal, con la vestimenta tradicional, y la primera en cantar en mapuche y en difundir la cultura. Ubicarla en Maps
Alicia Moreau de Justo (1885 -1986). Médica y política, dirigente del Partido Socialista. Esposa de Juan B. Justo, fundador del partido y primer traductor de El Capital al castellano. Impulsora de la democracia y defensora de los derechos políticos y sociales de la mujer. Fundó el Centro Socialista Feminista y la Unión Gremial Femenina. Ubicarla en Maps
Azucena Villaflor (1924 - 1977). Fundadora y primera presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo en el reclamo por la aparición con vida de su hijo, desaparecido desde 1977, y demás víctimas del terrorismo de Estado. El 30 de abril de 1977 ella y otras trece madres se manifestaron en la Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires, enfrente de la sede del gobierno, la Casa Rosada. Ante la orden militar de no detenerse ni "agruparse", sino "circular", decidieron caminar alrededor de la plaza. La primera marcha tuvo lugar un sábado, y apenas tuvo repercusión; la segunda fue un jueves y desde entonces se convirtió en costumbre realizarla todos los jueves, en torno a las tres y media de la tarde. Ubicarla en Maps
Macacha Güemes (1776 -1866). Hermana del general Martín de Güemes (1767 – 1866). Aunque perteneció a una familia acomodada de hacenderos y funcionarios realistas, puso su habilidad política al servicio de la lucha del ejército independentista en los momentos más difíciles. Luego de la muerte de su hermano, en 1821, siguió participando en los sucesos de las provincias. Ubicarla en Maps
María Luisa Bemberg (1922 - 1995). Directora de cine y guionista. Junto con Catalina Wolff funfó en 1959 el “Teatro del Globo”. En 1970 participó activamente en la creación de la Unión Feminista Argentina. Luego inauguró su propia empresa de producción cinematográfica junto a Lita Stantic. En 1981, a los 58 años, dirigió su primera película, Momentos a la cual siguieron otros títulos críticos de la sociedad patriarcal argentina: Señora de Nadie, Miss Mary y De eso no se habla. También dirigió Camila (sobre Camila O´Gorman), nominada al Oscar, y Yo la peor de todas (sobre Sor Juana Inés de la Cruz). Google Maps no la incluye.
Daniela Chueke Perles
Carola Elena Lorenzini
Carola Lorenzini, una aviadora que aparece en varias calles del país
Quién fue: vivió entre 1889 y 1941. Fue una aviadora y deportista argentina. Fue la primera mujer que obtuvo el título de instructor de vuelo en América del Sur. También practicaba salto, pelota, remo, jabalina y hockey. En el año 1925 fue campeona de atletismo y fue la primera mujer que manejó un auto en su pueblo. Eso sí, trabajó como dactilógrafa. Recibió el carnet de piloto de aviación civil internacional y en 1935 logró: 5381 metros de altura. También fue la primera mujer en cruzar sola el Río de la Plata con su avión Fleet 51 que no tenía brújula y logró sorteó la bruma que había en los terrenos cercanos a Carmelo, donde aterrizó. Trabajó como dactilógrafa.
Dónde queda: hay calles de muchas ciudades de Argentina que llevan su nombre, entre otras en Longchamps, Temperley, Guernica, Alejandro Korn, Ciudad Jardín Lomas del Palomar, Morón, Ituzaingó, Florencio Varela, Puerto Madryn, Tandil, en Puerto Madero en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en el Departamento de Godoy Cruz en Mendoza. En la ciudad de Córdoba existe un barrio con su nombre.
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Carola Lorenzini, una aviadora que aparece en varias calles del país
Quién fue: vivió entre 1889 y 1941. Fue una aviadora y deportista argentina. Fue la primera mujer que obtuvo el título de instructor de vuelo en América del Sur. También practicaba salto, pelota, remo, jabalina y hockey. En el año 1925 fue campeona de atletismo y fue la primera mujer que manejó un auto en su pueblo. Eso sí, trabajó como dactilógrafa. Recibió el carnet de piloto de aviación civil internacional y en 1935 logró: 5381 metros de altura. También fue la primera mujer en cruzar sola el Río de la Plata con su avión Fleet 51 que no tenía brújula y logró sorteó la bruma que había en los terrenos cercanos a Carmelo, donde aterrizó. Trabajó como dactilógrafa.
Dónde queda: hay calles de muchas ciudades de Argentina que llevan su nombre, entre otras en Longchamps, Temperley, Guernica, Alejandro Korn, Ciudad Jardín Lomas del Palomar, Morón, Ituzaingó, Florencio Varela, Puerto Madryn, Tandil, en Puerto Madero en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en el Departamento de Godoy Cruz en Mendoza. En la ciudad de Córdoba existe un barrio con su nombre.
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Alfonsina Storni
Quién fue: vivió entre 1892 y 1938. Fue una poeta y escritora argentina, referente del modernismo. Fue docente y periodista. Su poesía está impregnada de lucha, audacia, amor y una reivindicación del género femenino. Algunos de sus poemas ¡Adiós!, Alma desnuda, La caricia perdida, Razones y paisajes de amor, Queja, Tu dulzura, Dolor y Frente al mar. Trabajó como lavaplatos, camarera, costurera y obrera. Su trágico suicidio, en las aguas de la playa "La Perla", de Mar del Plata, el 25 de octubre de 1938, le permitió huir de un penoso cáncer de mama y de la soledad que la invadía.
Dónde queda: varias calles llevan su nombre en distintas localidades de capital , en provincia de Buenos Aires: Ezeiza, Villa Madero, Lomas de Zamora, Santos Lugares y Monte Grande; en el barrio Paso Piedras de Junín, en Rosario, en Concepción del Uruguay y, en la ciudad donde murió, en Mar del Plata.
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Patricias Argentinas
Quiénes fueron: La denominación Patricias Argentinas es un homenaje que en la Argentina se le hizo a las primeras catorce damas de la sociedad porteña que el 30 de mayo de 1812 se suscribieron para donar cada una el dinero necesario para comprar un fusil, ya que el incipiente estado se encontraba en una mala situación económica y no podía costear las armas necesarias para mantener al Ejército Libertador. Esta denominación se extendió con el tiempo a otras damas criollas que colaboraron, ya fuese con sus bienes o con sus acciones, a la progresiva Independencia Argentina. Entre ellas, Tomasa de Quintana, Remedios de Escalada, Carmen Quintanilla, Mariquita Sánchez, Isabel de Agüero, Patricia Cárdenas, Rufina de Horma, María de Andonaegui, Ramona Esquidel, Ángela Castelli y Magadalena de Castro.
Dónde queda: es la avenida que bordea el Parque Centenario
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Juana Azurduy
Quién fue: vivió entre 1780 y 1862. En 1816 obtuvo el rango de teniente coronel de las milicias criollas que peleaban en el Alto Perú, Juana Azurduy organizó guerrillas, preparó defensas, incursionó zonas ocupadas por los realistas y luchó a la par de su compañeros de combate en la gesta independentista. Juana nació en la región de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780, y era hija de una indígena y un criollo. Se crió entre campesinos, aprendió a cabalgar con su padre y a hablar en quechua con su madre.
Dónde queda: en el barrio de Núñez, es la primera paralela a otra calle con nombre de mujer, Manuela Pedraza.
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Quién fue: vivió entre 1780 y 1862. En 1816 obtuvo el rango de teniente coronel de las milicias criollas que peleaban en el Alto Perú, Juana Azurduy organizó guerrillas, preparó defensas, incursionó zonas ocupadas por los realistas y luchó a la par de su compañeros de combate en la gesta independentista. Juana nació en la región de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780, y era hija de una indígena y un criollo. Se crió entre campesinos, aprendió a cabalgar con su padre y a hablar en quechua con su madre.
Dónde queda: en el barrio de Núñez, es la primera paralela a otra calle con nombre de mujer, Manuela Pedraza.
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Manuela Pedraza
Quién fue: La Tucumanesa fue una heroína que luchó junto a su marido durante la reconquista de Buenos Aires frente a la Primera Invasión Inglesa, el 10, 11 y 12 de agosto de 1806. Después de la reconquista, Liniers, la recompensó con el grado de alférez y goce de sueldo. En su parte, dirigido a la metrópoli decía: "No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa (era nacida en Tucumán), que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés del que me presentó el fusil".
Dónde queda: en el barrio de Núñez.
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Quién fue: La Tucumanesa fue una heroína que luchó junto a su marido durante la reconquista de Buenos Aires frente a la Primera Invasión Inglesa, el 10, 11 y 12 de agosto de 1806. Después de la reconquista, Liniers, la recompensó con el grado de alférez y goce de sueldo. En su parte, dirigido a la metrópoli decía: "No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa (era nacida en Tucumán), que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés del que me presentó el fusil".
Dónde queda: en el barrio de Núñez.
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Butteler
Quién fue: como benefactora donó terrenos de su propiedad para construir un barrio obrero con la condición de que el conglomerado recibiera su nombre. La piedra fundamental fue colocada el 15 de diciembre de 1907 bajo la intendencia de Carlos Torcuato de Alvear y con el apadrinamiento del presidente José Figueroa Alcorta y del que participaron, entre otros, el premio Nobel Carlos Saavedra Lamas, Carlos Thays, Ramón Falcón y Alfredo Palacios. Así comenzó la construcción del primer barrio social de la ciudad de Buenos Aires.
Dónde queda: el pasaje ubicado en el barrio de Boedo (aunque algunos dicen que es Parque Chacabuco) es un fragmento formado por una manzana entre las avenidas La Plata y Cobo, y las calles Zelarrayán y Senillosa. Atravesado por dos calles en diagonales que forman una X, en su centro hay una pequeña plazoleta pública, escondida, bautizada “Enrique Santos Discépolo”.
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Puerto Madero, el barrio de las calles con nombres de mujer
La Ordenanza N° 49.668 dictada en el año 1995 por el ex Concejo Deliberante (cuando Buenos Aires era una municipalidad y no una ciudad autónoma, el organismo que dictaba las leyes era éste ya que no existía la Legislatura) le puso nombres de mujeres a las calles de uno de los barrios más jóvenes de la ciudad de Buenos aires. Mujeres heroicas, reales, que desafiaron los prejuicios de su época, por lo que supieron soportar burlas y rechazo. Procedentes de distintos orígenes sociales, con distintas profesiones, toda ellas tuvieron como vidas dedicadas a defender valores como la igualdad, la libertad y la independencia.
Leticia Maronese, autora del libro Mujeres y calles, Nomenclatura porteña, quien fue integrante de la Comisión Permanente de Nomenclatura Urbana, estuvo detrás del proyecto que logró imprimir al barrio la bandera del feminismo. De hecho el 8 de marzo, también es el día de Puerto Madero. "Cuando se estaba formando Puerto Madero noté que las calles se prolongaban del otro lado del corredor Madero-Huergo con el mismo nombre que tenían, es decir, Viamonte, Perón, Sarmiento o Belgrano", recuerda la historiadora. Por otra parte, consultando la guía Filcar sólo encontré 23 de 2000 nombres de calles, con nombre de mujer. Ahí se me ocurrió proponer a los bloques parlamentarios de los distintos partidos políticos que las calles y espacios públicos del nuevo barrio llevasen nombres de mujeres. Aunque me costó convencerlos, finalmente la aceptación fue absoluta” señala.
Y recuerda que entre las propuestas de nombres el de Eva Perón era el que siempre surgía en las reuniones. "Pero yo pedía que buscásemos otras mujeres, las olvidadas, las que no eran suficientemente reconocidas, y así logré, aunque con bastante reticencias nombrar a Azucena Villaflor y asignar la avenida principal a Alicia Moreau de Justo", evoca.
Quiénes fueron las calles de Puerto Madero
Aimé Painé (1943 -1987). Es el nombre artístico de Olga Elisa Painé, una cantante argentina que se dedicó al rescate y difusión de la música folclórica de su pueblo originario, el pueblo mapuche. Educada en un orfanato-colegio de monjas, el Colegio María Auxiliadora de Mar del Plata, una ciudad muy alejada de su tierra, su cultura y sus orígenes. Destacó en el coro de canto gregoriano y de grande desarrolló una carrera como cantante. Señala su biógrafa, Cristina Rafanelli que ella fue la primera mujer mapuche en salir de gira como tal, con la vestimenta tradicional, y la primera en cantar en mapuche y en difundir la cultura. Ubicarla en Maps
Alicia Moreau de Justo (1885 -1986). Médica y política, dirigente del Partido Socialista. Esposa de Juan B. Justo, fundador del partido y primer traductor de El Capital al castellano. Impulsora de la democracia y defensora de los derechos políticos y sociales de la mujer. Fundó el Centro Socialista Feminista y la Unión Gremial Femenina. Ubicarla en Maps
Azucena Villaflor (1924 - 1977). Fundadora y primera presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo en el reclamo por la aparición con vida de su hijo, desaparecido desde 1977, y demás víctimas del terrorismo de Estado. El 30 de abril de 1977 ella y otras trece madres se manifestaron en la Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires, enfrente de la sede del gobierno, la Casa Rosada. Ante la orden militar de no detenerse ni "agruparse", sino "circular", decidieron caminar alrededor de la plaza. La primera marcha tuvo lugar un sábado, y apenas tuvo repercusión; la segunda fue un jueves y desde entonces se convirtió en costumbre realizarla todos los jueves, en torno a las tres y media de la tarde. Ubicarla en Maps
Macacha Güemes (1776 -1866). Hermana del general Martín de Güemes (1767 – 1866). Aunque perteneció a una familia acomodada de hacenderos y funcionarios realistas, puso su habilidad política al servicio de la lucha del ejército independentista en los momentos más difíciles. Luego de la muerte de su hermano, en 1821, siguió participando en los sucesos de las provincias. Ubicarla en Maps
María Luisa Bemberg (1922 - 1995). Directora de cine y guionista. Junto con Catalina Wolff funfó en 1959 el “Teatro del Globo”. En 1970 participó activamente en la creación de la Unión Feminista Argentina. Luego inauguró su propia empresa de producción cinematográfica junto a Lita Stantic. En 1981, a los 58 años, dirigió su primera película, Momentos a la cual siguieron otros títulos críticos de la sociedad patriarcal argentina: Señora de Nadie, Miss Mary y De eso no se habla. También dirigió Camila (sobre Camila O´Gorman), nominada al Oscar, y Yo la peor de todas (sobre Sor Juana Inés de la Cruz). Google Maps no la incluye.
Daniela Chueke Perles
Diario La Nación
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Quevedo por Juan Echanove
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Carlos Sánchez Viamonte
Austria 2154
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