VIII
Miserable Catulo, deja de lado la torpeza,
y lo que ha muerto considéralo perdido.
Alguna vez te deslumbraban las estrellas
cuando ibas tras de aquella
a la que amamos como ninguna otra será amada.
Y allí se solazaban de aquellos muchos goces
que tú querías y ella no negaba
(en verdad te deslumbraron las estrellas).
Ahora ella no quiere más, tú no quieras tampoco,
ni sigas a la que huye, ni vivas miserable.
Obstinadamente soporta, resiste.
Adiós, muchacha, Catulo te resiste,
ni te requiere ni habrá de rogarte.
Pero tú te dolerás cuando nadie te ruegue.
Ah, malvada! La vida que te espera…
¿Ahora quién vendrá a ti? ¿A quién le parecerás bella?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién se dirá que eres?
¿A quién besarás ahora? ¿De quién morderás los labios?
Miserable Catulo, deja de lado la torpeza,
y lo que ha muerto considéralo perdido.
Alguna vez te deslumbraban las estrellas
cuando ibas tras de aquella
a la que amamos como ninguna otra será amada.
Y allí se solazaban de aquellos muchos goces
que tú querías y ella no negaba
(en verdad te deslumbraron las estrellas).
Ahora ella no quiere más, tú no quieras tampoco,
ni sigas a la que huye, ni vivas miserable.
Obstinadamente soporta, resiste.
Adiós, muchacha, Catulo te resiste,
ni te requiere ni habrá de rogarte.
Pero tú te dolerás cuando nadie te ruegue.
Ah, malvada! La vida que te espera…
¿Ahora quién vendrá a ti? ¿A quién le parecerás bella?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién se dirá que eres?
¿A quién besarás ahora? ¿De quién morderás los labios?
¡Pero tú, Catulo, decidido, resiste!
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