De misterios policiales y otros enigmas
En el último libro de relatos policiales de Germán Cáceres titulado Por amor al crimen -un oximoron casi-, este reconocido cuentista, comediógrafo, cultor de la literatura infantil y juvenil, historietista, ensayista y crítico cinematográfico y literario, saca buen partido de su propia versatilidad para abordar y expresarse con pericia en distintos géneros. Así en varios de estos cuentos se advierte detrás de los diálogos fluidos y convincentes de los protagonistas, el oficio y la pericia del comediógrafo que estudió dramaturgia con Ricardo Monti y Mauricio Kartun y estrenó en 2005 la obra Knock out, fuera de combate y en 2008 Aguas, piedras y escobazos.
Este libro, donado por su autor, forma parte del catálogo de la Biblioteca. Siendo socio puede retirarlo para su lectura.
Germán Cáceres reúne y clasifica estos diez y ocho cuentos en cinco grupos o unidades temáticas: Los cinéfilos, Instantáneas, Aparecidos, Secretos de la plástica y Bonus track, indicativos desde el índice que, en ciertos segmentos del libro, el delito en sentido legal o el pecado en última instancia -como que parafraseando a Chesterton podría decirse que donde acaba el Derecho Penal comienza la religión-, trascienden los enigmas propios del dominio de la criminalística y la lógica de la novela negra para desentrañar esas conductas, de cara a la dimensión del Misterio con mayúscula.
De ese modo transitan algunas de sus narraciones entre referencias a incursiones espectrales, a una suerte de túneles intercomunicadores del pasado con el presente y el futuro: así en "Un agujero del tiempo" una de las más logradas de la colección, y también a universos, en la mejor tradición borgeana de mixturar lo policial con profecías sobre bifurcaciones en el tiempo como en "El jardín de senderos que se bifurcan" y que algo más tarde el físico norteamericano Hugo Everett teorizó fundado en elementos de la mecánica cuántica.
Otras creaciones
Por momentos su narrativa remite, cuando no argumenta, recurriendo a otras creaciones literarias y ello sin hacer alarde de erudición y menos con afán de distraer o desorientar. Por ejemplo, en la trama de "El mundo de al lado", sobre temática de fantasmas y su interrelación con el mundo de los vivos, se alude a cierta idea de José Saramago para quien, aunque incrédulo en lo personal jugado sí en tanto creador por la fantasía, después de la muerte nos convertimos en espectros por unos meses. Anotemos entre paréntesis que como en los dominios del arte nada hay totalmente novedoso, cabe recordar que también el argentino Enrique Anderson Imbert, quizá antes que el Premio Nobel portugués, imaginó un universo de muertos inadvertidos por los seres vivos pero próximos a ellos hasta el desesperanzador momento de su salto a la noche definitiva.
Aquí y allá es posible advertir al cinéfilo entusiasta que es Germán Cáceres, quien en 2004 dio a conocer el libro Entre dibujos, marionetas y pixeles (Notas sobre cine de animación) (también disponible en el catálogo de la Biblioteca). Principalmente la afición aparece en las dos primeras ficciones, donde el séptimo arte obra de algún modo más que de música de fondo en función de hilo conductor de los enigmas. En el cuento "Cámara en mano", en el ir y venir en actitud pesquisante del protagonista: un aficionado a la cinematografía y alguien que después de cierta experiencia íntima está decidido a descifrar y vengar el crimen de una prostituta, se verifica una superposición de planos entre el universo del cine y la bullente marginalidad moral del contexto. Como en un juego de espejos deformantes se entrama la referencia a películas de culto y a actrices famosas con el submundo criminal de los tratantes y los mafiosos de la pornografía responsables del asesinato.
En otros tramos del libro se ensaya con las posibilidades que brindan las apelaciones a lo onírico; y se lo hace sin llegar a la fácil solución de que todo lo narrado es fruto del actuar del inconsciente. En la mejor tradición de la novelística de yuppies con dosis de humor negro norteamericana, como la icónica American psycho de Bret Easton Ellis, quedan abiertas al lector las conclusiones posibles detrás del punto final, en un desafío tan complejo como suelen ser las existencias humanas mismas y la realidad del mal -o del Maligno- saliéndoles al paso fatalmente.
Los cuentos de Por amor al crimen sacuden y no solo por lo estructurado de los argumentos, también debido a la ajustada ambientación de ellos, sea en un pub de San Telmo, en la esquina de Cochabamba y Combate de los Pozos, en la zona de Tribunales, a la entrada de Fuerte Apache o en las inmediaciones de Plaza Dorrego. En consecuencia, para ciertos lectores, quizá lo más escalofriante de las situaciones que van descubriendo, puede aparecer cuando advierten -como no llegó a hacerlo en la "tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles" aquel personaje de "Continuidad de los parques" de Cortázar- que mucho de lo narrado ocurre más o menos en las proximidades desde donde ellos mismos disfrutan y se sobresaltan con las intrigas del libro. Sucede que Germán Cáceres no muestra una Buenos Aires necesariamente oscura y alucinada, sino la ciudad cotidiana con sus luces, sombras y anonimatos, por donde transitan las víctimas desprevenidas y los victimarios a su acecho.
Si muchos escritores al imaginar lugares exóticos y situar allí las narraciones de misterio, cuentan sin duda con varios puntos ganados en la creación de incógnitas, el hecho de que los crímenes ocurran próximos al lector resulta ser en ocasiones tanto o más sugestivo. En ese sentido más de una página de este libro obligará a alguien a levantar la vista de su texto para mirar si dejó bien cerrada la puerta de su casa.
Germán Cáceres nació en la bonaerense ciudad de Avellaneda y publicó en ficción las siguientes obras: El checo, la giganta y el enano (cuentos, 1974), Frankenstina (cuentos, 1977), Cuentos para mocosos y purretes (literatura infantil, 1980), Los silencios prohibidos (novela policial, 1982), Los pintores mueren del corazón (cuentos policiales, 1985), Matar una vez (novela policial, 1992), y las novelas para adolescentes Soñar el paraíso (1996) y Traficantes de la selva (1999). En 1993 realizó una compilación de cuentos policiales argentinos con el título Thrillers al Sur, que fue editada en diskette y reeditada en 2002 por la editorial virtual Ibucs. Por otra parte, su ensayo Oesterheld: La aventura sin fin (2005), resulta un ineludible análisis sobre el creador de El Eternauta.
Carlos María Romero Sosa
Diario La Prensa, 20 de junio de 2021
De ese modo transitan algunas de sus narraciones entre referencias a incursiones espectrales, a una suerte de túneles intercomunicadores del pasado con el presente y el futuro: así en "Un agujero del tiempo" una de las más logradas de la colección, y también a universos, en la mejor tradición borgeana de mixturar lo policial con profecías sobre bifurcaciones en el tiempo como en "El jardín de senderos que se bifurcan" y que algo más tarde el físico norteamericano Hugo Everett teorizó fundado en elementos de la mecánica cuántica.
Otras creaciones
Por momentos su narrativa remite, cuando no argumenta, recurriendo a otras creaciones literarias y ello sin hacer alarde de erudición y menos con afán de distraer o desorientar. Por ejemplo, en la trama de "El mundo de al lado", sobre temática de fantasmas y su interrelación con el mundo de los vivos, se alude a cierta idea de José Saramago para quien, aunque incrédulo en lo personal jugado sí en tanto creador por la fantasía, después de la muerte nos convertimos en espectros por unos meses. Anotemos entre paréntesis que como en los dominios del arte nada hay totalmente novedoso, cabe recordar que también el argentino Enrique Anderson Imbert, quizá antes que el Premio Nobel portugués, imaginó un universo de muertos inadvertidos por los seres vivos pero próximos a ellos hasta el desesperanzador momento de su salto a la noche definitiva.
Aquí y allá es posible advertir al cinéfilo entusiasta que es Germán Cáceres, quien en 2004 dio a conocer el libro Entre dibujos, marionetas y pixeles (Notas sobre cine de animación) (también disponible en el catálogo de la Biblioteca). Principalmente la afición aparece en las dos primeras ficciones, donde el séptimo arte obra de algún modo más que de música de fondo en función de hilo conductor de los enigmas. En el cuento "Cámara en mano", en el ir y venir en actitud pesquisante del protagonista: un aficionado a la cinematografía y alguien que después de cierta experiencia íntima está decidido a descifrar y vengar el crimen de una prostituta, se verifica una superposición de planos entre el universo del cine y la bullente marginalidad moral del contexto. Como en un juego de espejos deformantes se entrama la referencia a películas de culto y a actrices famosas con el submundo criminal de los tratantes y los mafiosos de la pornografía responsables del asesinato.
En otros tramos del libro se ensaya con las posibilidades que brindan las apelaciones a lo onírico; y se lo hace sin llegar a la fácil solución de que todo lo narrado es fruto del actuar del inconsciente. En la mejor tradición de la novelística de yuppies con dosis de humor negro norteamericana, como la icónica American psycho de Bret Easton Ellis, quedan abiertas al lector las conclusiones posibles detrás del punto final, en un desafío tan complejo como suelen ser las existencias humanas mismas y la realidad del mal -o del Maligno- saliéndoles al paso fatalmente.
Los cuentos de Por amor al crimen sacuden y no solo por lo estructurado de los argumentos, también debido a la ajustada ambientación de ellos, sea en un pub de San Telmo, en la esquina de Cochabamba y Combate de los Pozos, en la zona de Tribunales, a la entrada de Fuerte Apache o en las inmediaciones de Plaza Dorrego. En consecuencia, para ciertos lectores, quizá lo más escalofriante de las situaciones que van descubriendo, puede aparecer cuando advierten -como no llegó a hacerlo en la "tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles" aquel personaje de "Continuidad de los parques" de Cortázar- que mucho de lo narrado ocurre más o menos en las proximidades desde donde ellos mismos disfrutan y se sobresaltan con las intrigas del libro. Sucede que Germán Cáceres no muestra una Buenos Aires necesariamente oscura y alucinada, sino la ciudad cotidiana con sus luces, sombras y anonimatos, por donde transitan las víctimas desprevenidas y los victimarios a su acecho.
Si muchos escritores al imaginar lugares exóticos y situar allí las narraciones de misterio, cuentan sin duda con varios puntos ganados en la creación de incógnitas, el hecho de que los crímenes ocurran próximos al lector resulta ser en ocasiones tanto o más sugestivo. En ese sentido más de una página de este libro obligará a alguien a levantar la vista de su texto para mirar si dejó bien cerrada la puerta de su casa.
Germán Cáceres nació en la bonaerense ciudad de Avellaneda y publicó en ficción las siguientes obras: El checo, la giganta y el enano (cuentos, 1974), Frankenstina (cuentos, 1977), Cuentos para mocosos y purretes (literatura infantil, 1980), Los silencios prohibidos (novela policial, 1982), Los pintores mueren del corazón (cuentos policiales, 1985), Matar una vez (novela policial, 1992), y las novelas para adolescentes Soñar el paraíso (1996) y Traficantes de la selva (1999). En 1993 realizó una compilación de cuentos policiales argentinos con el título Thrillers al Sur, que fue editada en diskette y reeditada en 2002 por la editorial virtual Ibucs. Por otra parte, su ensayo Oesterheld: La aventura sin fin (2005), resulta un ineludible análisis sobre el creador de El Eternauta.
Carlos María Romero Sosa
Diario La Prensa, 20 de junio de 2021
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