por Enrique Butti
(Editorial Palabra Brava, Santa Fe, 2020, 232 páginas)
El título del libro refiere unos versos de Alberto Vaccarezza. La bella y poética fotografía de la tapa pertenece a Marcela Rodríguez.
La novela consta de dos partes y un epílogo e impresiona desde su comienzo por sus párrafos largos bien construidos, sin dubitaciones. Su prosa es elegante y clara (“Pero antes o después comienza a hablar y con esa lengua que tenemos todos empieza a decir lo que nadie sabe decir de esa manera, con esa voz, con los brazos aleteando.”). Hay muchas citas de escritores y artistas, que demuestran la cultura del autor.
Cada capítulo funciona como si aportara un episodio distinto sobre la historia principal dando la sensación de que se está ante un libro de cuentos.
Una narradora transmite información sobre las aventuras amorosas de un tal Marzolini, que mantiene con ella un diálogo evidentemente erótico, aunque nunca se traduce en hechos. Además, ella discute con él sobre la verosimilitud de los sucesos que comenta porque los atribuye a una suerte de alucinaciones. La relatora afirma con ironía: “… ahí caigo: el verdadero asunto no es con la Flaçon, ni con el loco que la busca, ni con la neonata, sino con los piquitos que intercambiaba con las dos hermanas mosquitas muertas”. Además, las anécdotas que cuenta el excéntrico Marzolini nunca las termina, no llegan a un final. Es como si las interrumpiera por la mitad. Son historias disparatas, que bien podrían participar del espíritu del nonsense.
Uno de los temas que domina la primera parte (son dos y un apéndice), adquiriendo hegemonía en la segunda, es hallar a la misteriosa e irresistible Margarita Flaçon, de la que un desconocido queda prendado y persigue a Marzolini porque sospecha que éste sabe cómo encontrarla.
También hay una insólita historia sobre una posada enorme, una suerte de palacio lleno de meandros y pasadizos. Allí se hospeda un hermético pintor que desaparece misteriosamente. Y ya el texto maximiza las situaciones absurdas, y se colma de nuevos y extravagantes personajes. La desmesurada pensión adquiere ribetes de un auténtico laberinto kafkiano.
Enrique Butti (Santa Fe, 1949) es un escritor prolífico al que se deben novelas, cuentos, obras de teatro, ensayos, literatura infantil y poemas Ha obtenido varios premios en nuestro país y en el exterior.
Germán Cáceres
La novela consta de dos partes y un epílogo e impresiona desde su comienzo por sus párrafos largos bien construidos, sin dubitaciones. Su prosa es elegante y clara (“Pero antes o después comienza a hablar y con esa lengua que tenemos todos empieza a decir lo que nadie sabe decir de esa manera, con esa voz, con los brazos aleteando.”). Hay muchas citas de escritores y artistas, que demuestran la cultura del autor.
Cada capítulo funciona como si aportara un episodio distinto sobre la historia principal dando la sensación de que se está ante un libro de cuentos.
Una narradora transmite información sobre las aventuras amorosas de un tal Marzolini, que mantiene con ella un diálogo evidentemente erótico, aunque nunca se traduce en hechos. Además, ella discute con él sobre la verosimilitud de los sucesos que comenta porque los atribuye a una suerte de alucinaciones. La relatora afirma con ironía: “… ahí caigo: el verdadero asunto no es con la Flaçon, ni con el loco que la busca, ni con la neonata, sino con los piquitos que intercambiaba con las dos hermanas mosquitas muertas”. Además, las anécdotas que cuenta el excéntrico Marzolini nunca las termina, no llegan a un final. Es como si las interrumpiera por la mitad. Son historias disparatas, que bien podrían participar del espíritu del nonsense.
Uno de los temas que domina la primera parte (son dos y un apéndice), adquiriendo hegemonía en la segunda, es hallar a la misteriosa e irresistible Margarita Flaçon, de la que un desconocido queda prendado y persigue a Marzolini porque sospecha que éste sabe cómo encontrarla.
También hay una insólita historia sobre una posada enorme, una suerte de palacio lleno de meandros y pasadizos. Allí se hospeda un hermético pintor que desaparece misteriosamente. Y ya el texto maximiza las situaciones absurdas, y se colma de nuevos y extravagantes personajes. La desmesurada pensión adquiere ribetes de un auténtico laberinto kafkiano.
Enrique Butti (Santa Fe, 1949) es un escritor prolífico al que se deben novelas, cuentos, obras de teatro, ensayos, literatura infantil y poemas Ha obtenido varios premios en nuestro país y en el exterior.
Germán Cáceres
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