El sexo ha estado siempre presente en la literatura, aunque no todas las novelas son igual de explícitas. Hay escritores que han ahondado en su sexualidad como si de un ejercicio de psicoanálisis se tratara, han utilizado ese terreno más íntimo para arrojar luz sobre su lado más oscuro. Recopilamos un puñado de libros en los que los escritores se desnudan, en los que no hay pudor para narrar escenas subidas de tono o describir cómo se hace un cunnilingus.
Christine Angot araña entre sus propios fantasmas en las páginas de Una semana de vacaciones. Una novela que arranca con una escena perturbadora: una felación en la ducha que culmina en una penetración anal antes de alcanzar la página cuarenta. Angot convirtió en materia literaria la relación incestuosa que mantuvo con su padre y algo similar hizo Anaïs Nin, que da cuenta de la perturbadora historia que vivió con su padre en sus diarios. Lo hace durante páginas en las que no escatima en detalles sobre los encuentros. Después de aquello Nïn no tuvo problema en escribir historias por encargo de un excéntrico millonario en las que vomitaba páginas de alto voltaje sexual y que están recogidas en Delta de Venus.
Cincuenta sombras de Grey, la trilogía de E.L. James, es un fenómeno internacional que descubrió a muchos prácticas como el BDSM. Mucho antes de que las sombras llenaran las estanterías el Marqués de Sade se había atrevido ya a traspasar todas las líneas en obras como La filosofía en el tocador.
Un clásico que no puede faltar en esta estantería es El amante, de Marguerite Duras. Otras novelas transgresoras, de alto voltaje, son Las partículas elementales, de Houellebecq, o la saga de El rapto de la bella durmiente. Anne Rice firmó la serie inicialmente con el seudónimo de A.N. Roquelaure, después se atrevió a estampar su verdadero nombre en la portada. Al tiempo que su imaginativo relato del mito de La bella durmiente alcanzaba una nueva dimensión.
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