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Leopoldo Marechal y el destino de la Argentina
En homenaje al poeta y maestro Leopoldo Marechal (11 de junio de 1900 - 26 de junio de 1970), a 120 años de su nacimiento y 50 años de su muerte, compartimos un artículo que nos ha hecho llegar la Dra. Graciela Maturo.
Marechal debe ser incluido entre los pensadores nacionales que con mayor profundidad se preocuparon por el destino de su patria. La preocupación por la Argentina recorre todos sus libros, y se hace más explícita en la década del 30, mientras surgían entre nosotros varias obras dedicadas al tema de la identidad nacional: Historia de una pasión argentina de Eduardo Mallea, El hombre que está solo y espera, de Raúl Scalabrini Ortiz, Radiografía de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada.
El clima mundial de la primera posguerra había sido propicio para incentivar en Europa la preocupación filosófica y política por las identidades de los pueblos. Justo es reconocer que esa atmósfera, precursora del fascismo y el nacional-socialismo, se diferencia profundamente de lo que podríamos llamar el nacionalismo americano del mexicano Samuel Ramos, el peruano José Carlos Mariátegui o el venezolano Rómulo Gallegos. Marechal no profesa ni el nacionalismo agresivo de los movimientos europeos ni totalmente el americanismo telúrico de los ensayistas y novelistas americanos que acabo de nombrar. El suyo es, como intento exponerlo, el sentir de un poeta y filósofo cristiano que habla de su patria como “pueblo de Dios”.
El clima argentino de los años 20 y 30 era fecundado por las conferencias de Ortega y Gasset, la visita del Conde de Keyserling, el influjo creciente de la fenomenología cultural, que se proyecta en las obras de Carlos Astrada, Saúl Taborda y Alberto Rougés. La preocupación nacional de Marechal tiene fuentes espirituales y religiosas. Se inspira en la noción bíblica de pueblo de Dios, concibe al hombre como un ser comunitario, integrante de un pueblo histórico con un destino común. Deberemos aceptar que, como hombre de su tiempo, adhirió al movimiento político que dividió desde 1944 a los argentinos y que se llamó justicialismo, por parecerle el más próximo a su ideario popular, y no populista. (Su Apólogo chino como alguna otra página suelta hace críticas a funcionarios peronistas, que lo enfrentaron en la práctica, e incluso lo degradaron de su cargo de Director de Cultura a director de la Escuela de Danzas. No es éste un punto que vayamos a discutir ahora, ni sería oportuno hacerlo; solo diré que nunca fue un fanático, y que su adhesión es fundamentalmente doctrinaria.)
Podemos repasar la preocupación por la Argentina a lo largo de sus obras. En la poesía, la vemos asomar en los primeros libros, pero más claramente en el tercero, por ejemplo en el Poema de la Patria Niña, de Odas para el hombre y la mujer (1929). Imagina a la patria como una adolescente, frágil, expuesta a todos los peligros, y manifiesta una permanente preocupación por el porvenir. Avizora que llegará el momento de “calzarla de metales”, y de afrontar lo abismal de los tiempos.
Entre las obras poéticas que le siguen, la más ligada a la identidad nacional es Cinco Poemas Australes. Es una obra cuyo fondo geográfico y humano lo conforma la provincia de Buenos Aires, donde el poeta pasó temporadas de su niñez y adolescencia, acompañando por los pueblos a su tío Francisco Mujica que vendía lo que se llamó “frutos del país”. Marechal visualiza a esos hombres de la pampa, arrieros, domadores, hombres de campo ligados al trabajo y la esperanza, como los arquetipos de una Argentina moral, que es la de Lugones en sus Romances de Río Seco, o la de Mallea en su Argentina Invisible. Son ejemplos morales y religiosos que Marechal contrapone a los hombres ciudadanos, preocupados por las cotizaciones de la Bolsa.
En su poema El Centauro, por el que obtuvo el Premio Nacional en 1940, Marechal termina de dar forma a esa imagen moral del hombre argentino al elevarla al carácter de mito. Renueva el tema del Centauro tratado por Darío en 1896, (centauro como ser bifronte, ligado al cielo y a la tierra, es decir a preocupaciones espirituales y terrenas) y le agrega una explícita connotación cristiana. Cristo es el nuevo Centauro, el arquero de los tiempos modernos que guía a la comunidad hacia su salvación. Es el modelo que Marechal ofrece, acompañado de la figura de la Virgen, -cantada en los Sonetos a Sophia- que trae al imaginario nacional la figura femenina, ausente en la obra de Sarmiento, y apenas mencionada en la de Hernández.
La novela es el campo más propicio para la exposición doctrinaria del tema, y también para su discusión dialéctica. En Adán Buenosayres (1948) el tema de la Patria es uno de los ejes innegables, desplegado conjuntamente con el biográfico y el estético-metafísico. El propio autor desliza la palabra argentinopeya, que hemos tomado en nuestros estudios. Su personaje Schultze, modulación del pintor y esoterista Xul Solar, es quien guía a Adán en el Infierno-Cacodelphia, que no es sino su propia patria sumida en la corrupción y el olvido del Ser. Él mismo se ve situado en el Infierno, y aludido a través de distintos personajes.
Schultze, el artista sabio, recuerda que la patria se halla situada bajo el signo de Libra, y abierta a todas las posibilidades. Reaparece aquí un tema ya tratado en la poesía de Marechal y luego retomado en el Poema de Robot: la contraposición del poeta con hombres endurecidos que sólo tienen preocupaciones materiales. Esta descarnada radiografía del país le valió a Marechal muchas enemistades.
Por esos años, después de estudiar y traducir del francés una obra de Sófocles, estrena su primera obra dramática, la tragedia Antígona Vélez que es una cristianización del tema trágico de la justicia. Antígona es el arquetipo femenino de la Argentina (no han faltado interpretaciones que la fusionaran simbólicamente con Eva Perón, por ser esta una figura de sacrificio crístico que va más allá de la política). Lo innegable es su continuidad con María-Sophia, la Virgen Madre, a la que luego dará el nombre de Lucía Febrero (la Venus Celeste, y también la Novia Olvidada).
En 1965 publicó su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo (1965) donde presenta al caudillo en un claroscuro, como convocante a una épica nacional: busca reunir en la Casa Grande a los hombres virtuosos que detengan el castigo divino, como en Sodoma y Gomorra. El Banquete de Severo Arcángelo es una obra originalísima que bajo la apariencia de una novela de aventuras encierra un llamado a la conversión nacional, por la mortificación y la iluminación que provienen de un camino interior bajo el signo del Evangelio.
Por esos mismos años (1966) continuando con su obra poética, da a conocer Heptamerón, siete cantos entre los cuales se encuentra La Patriótica, dedicado a su discípulo José María Castiñeira de Dios. Aquí continúa Marechal el motivo de la Patria niña que espera su bautismo, y el tema de la salvación comunitaria. Es sólo por la redención individual como la patria se hará digna de su destino salvífico, pero no existe, para el poeta, una auténtica redención individual sin un sentido de pertenencia a la comunidad histórica. Vuelve sobre el tema de la salvación nacional en su Poema de Robot, un alegato ante la incipiente modernización tecnológica de los años 60, y también en los últimos poemas De la Física y De Psiquis (que con Eduardo Azcuy resolvimos editar por el sello Castañeda bajo el título Poemas de la creación, extraído del texto, unos años después de su muerte). En el Poema de Robot, el tema de la redención nacional se alía indisolublemente a la misión del poeta. Es el poeta, inspirado por su musa, el que echa su puñado de sal en la boca de Robot, el nuevo monstruo creado por hombres mecanizados. El poeta asume la misión de despertar a sus compatriotas.
De esos años es también su drama Don Juan, donde elabora el tema de la redención del caudillo, -con una innegable referencia política que algunos percibimos en su momento; pocos críticos aceptan que el Caudillo, en la obra de Marechal, por el solo hecho de serlo se halla ligado al Mal, y debe alcanzar su propia purificación y redención para redimir a su pueblo. También abordó el autor los mismos temas en otra escala, satírica y humorística, como puede verse en el sainete metafísico La batalla de José Luna, donde expone su concepción de la historia como combate de opuestos librado, al modo homérico, en la tierra y el cielo.
Los hombres han de librar en la Tierra, una doble batalla, histórica y espiritual. En Megafón o la guerra (1970) reaparece la imagen del conductor redimido, encarnado en un personaje, Megafón, que lo fusiona con el poeta. Vemos también a Samuel Tesler, reelaboración del poeta Fijman, e imagen del Poeta-filósofo -retomado de Adán Buenosayres- como coprotagonista de la doble batalla, terrestre y celeste, que ha de liberar de sus dolores y cautiverios al pueblo argentino. Ambos lo conducen hacia la última batalla, celestial: el rescate de la Venus Celeste, que será hallada en el Laberinto mundano barrocamente aludido como Infierno. Megafón o la guerra, novela que editó Sudamericana un mes después de su muerte, es una obra barroca, de una complejidad formal inusitada, es un nuevo llamado a la épica nacional. Ambos personajes son a la vez hipóstasis del autor. En suma, es la figura del poeta, como redentor de su comunidad, la que es llevada a su plenitud espiritual e intelectual en esta novela.
En los ensayos y conferencias de Marechal, esta visión de la Argentina se completa y expande reflexivamente. Su conferencia sobre La Fundación de Buenos Aires, - del año 35, cuando Buenos Aires conmemoraba el Cuarto Centenario de la fundación del Fuerte por Pedro de Mendoza - recuerda el sentido espiritual de las dos fundaciones. La raíz simbólica de ese pensamiento se apoya en elementos como el nombre “Argentina”, dado por el arcediano Martín del Barco Centenera a la provincia rioplatense que-de-un-puro-metal-toma-su-nombre. El argentum, designa al río Paraná o Río de la Plata, que los españoles exploraron hasta fundar la Asunción, y que luego de la destrucción de la primera Buenos Aires volvieron a recorrer desde Asunción, con los “mancebos de la tierra”, para refundarla. El nombre dado a la ciudad - recuerda Marechal - es “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Aire”. La Ciudad del Águila, con el águila del Espíritu Santo estampada en su escudo, se ha convertido según el poeta en la Ciudad de la Gallina.
En síntesis: toda la obra de Marechal está atravesada por la preocupación nacional. Piensa en el destino de la Argentina como bíblico pueblo de Dios, como comunidad evangélica destinada a hallar su rumbo a través de la conversión moral y religiosa. Su pensamiento no es una especulación filosófica distante sino un pensamiento didáctico, actuante y encarnado. Es la visión de un poeta-filósofo, un doctrinario que se convierte en incansable predicador de la salvación nacional, y la asienta en la salvación individual.
Solo hombres nuevos podrán crear una sociedad nueva.
En suma, Marechal es uno de esos maestros permanentes a los que podemos acudir los argentinos. Tanto como un José Hernández en el siglo XIX, Marechal ocupa buena parte del siglo XX y desde allí irradia sus enseñanzas hacia el tiempo actual. Cada día que pasa hace más vigente su mensaje, como podrán comprobarlo aquellos que se aproximen sin prejuicios a su obra.
Dra. Graciela Maturo
A continuación incluimos, a modo de Homenaje, dos composiciones poéticas de Leopoldo Marechal: La letra de una chacarera, que dimos a conocer en nuestro libro Marechal: El camino de la Belleza, y la letra de un tango, compuesto a pedido de Ben Molar.
Los géneros populares no son los más frecuentados por Marechal, aunque toda su obra se halla próxima al lenguaje y el sentir del pueblo.
"Chacarera de los árboles nuevos"
Chacarera, cuando plantes
un arbolito en el Norte,
regalarás a la Patria
cien manojitos de flores.
Cuando plantes, chacarera,
un arbolito en el Este,
la Patria y tu corazón
serán dos frutas alegres.
Chacarera, cuando plantes
un arbolito en el Sur,
tendrá el aire más frescura
y los desiertos más luz.
(Aura)
Chacarera, chacarera
de los arbolitos nuevos,
que los pájaros se alegren
y que sonrían los viejos.
Cuando plantes, chacarera,
un arbolito en el centro,
le mostrarás a los niños
la escalerita del cielo.
Chacarera, cuando plantes
un árbol en el Oeste,
ya prometerás el fruto
entre las hojitas verdes.
Cuando plantes, chacarera,
en los caminos un árbol,
que lo anuncien las guitarras
y que bailen los muchachos.
[Aura]
Chacarera, chacarera
de los arbolitos nuevos,
que los pájaros se alegren
y que sonrían los viejos.
Texto inédito publicado por Graciela Maturo en su libro Marechal, el camino de la Belleza, Biblos, Buenos Aires, 1999
Letra de Marechal con música de Alida Otharan de Barceló.
Tango: “La mariposa y la muerte "
I
Una vez mi corazón
dijo en son de profecía
cuando yo empecé a quererte,
que sobre tu mediodía
puede girar la canción
la mariposa y la muerte.
II
Subía al cielo, subía
la rosa en su elevación,
y sobre aquel mediodía
pudo girar la canción.
Al mediodía, orgullosa,
no se negaba la rosa,
y en su ambición le ponía
su cerco la mariposa.
Ya en su ardiente mediodía,
la rosa tentó la suerte,
y llevársela quería,
en su caballo la muerte.
I Bis
Y no llora el corazón
lo que lloro en profecía
cuando ni soñé perderte,
que sobre tu mediodía
pudo girar la canción,
la mariposa y la muerte.
Letra de Leopoldo Marechal con música de Armando Pontier.
Marechal debe ser incluido entre los pensadores nacionales que con mayor profundidad se preocuparon por el destino de su patria. La preocupación por la Argentina recorre todos sus libros, y se hace más explícita en la década del 30, mientras surgían entre nosotros varias obras dedicadas al tema de la identidad nacional: Historia de una pasión argentina de Eduardo Mallea, El hombre que está solo y espera, de Raúl Scalabrini Ortiz, Radiografía de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada.
El clima mundial de la primera posguerra había sido propicio para incentivar en Europa la preocupación filosófica y política por las identidades de los pueblos. Justo es reconocer que esa atmósfera, precursora del fascismo y el nacional-socialismo, se diferencia profundamente de lo que podríamos llamar el nacionalismo americano del mexicano Samuel Ramos, el peruano José Carlos Mariátegui o el venezolano Rómulo Gallegos. Marechal no profesa ni el nacionalismo agresivo de los movimientos europeos ni totalmente el americanismo telúrico de los ensayistas y novelistas americanos que acabo de nombrar. El suyo es, como intento exponerlo, el sentir de un poeta y filósofo cristiano que habla de su patria como “pueblo de Dios”.
El clima argentino de los años 20 y 30 era fecundado por las conferencias de Ortega y Gasset, la visita del Conde de Keyserling, el influjo creciente de la fenomenología cultural, que se proyecta en las obras de Carlos Astrada, Saúl Taborda y Alberto Rougés. La preocupación nacional de Marechal tiene fuentes espirituales y religiosas. Se inspira en la noción bíblica de pueblo de Dios, concibe al hombre como un ser comunitario, integrante de un pueblo histórico con un destino común. Deberemos aceptar que, como hombre de su tiempo, adhirió al movimiento político que dividió desde 1944 a los argentinos y que se llamó justicialismo, por parecerle el más próximo a su ideario popular, y no populista. (Su Apólogo chino como alguna otra página suelta hace críticas a funcionarios peronistas, que lo enfrentaron en la práctica, e incluso lo degradaron de su cargo de Director de Cultura a director de la Escuela de Danzas. No es éste un punto que vayamos a discutir ahora, ni sería oportuno hacerlo; solo diré que nunca fue un fanático, y que su adhesión es fundamentalmente doctrinaria.)
Podemos repasar la preocupación por la Argentina a lo largo de sus obras. En la poesía, la vemos asomar en los primeros libros, pero más claramente en el tercero, por ejemplo en el Poema de la Patria Niña, de Odas para el hombre y la mujer (1929). Imagina a la patria como una adolescente, frágil, expuesta a todos los peligros, y manifiesta una permanente preocupación por el porvenir. Avizora que llegará el momento de “calzarla de metales”, y de afrontar lo abismal de los tiempos.
Entre las obras poéticas que le siguen, la más ligada a la identidad nacional es Cinco Poemas Australes. Es una obra cuyo fondo geográfico y humano lo conforma la provincia de Buenos Aires, donde el poeta pasó temporadas de su niñez y adolescencia, acompañando por los pueblos a su tío Francisco Mujica que vendía lo que se llamó “frutos del país”. Marechal visualiza a esos hombres de la pampa, arrieros, domadores, hombres de campo ligados al trabajo y la esperanza, como los arquetipos de una Argentina moral, que es la de Lugones en sus Romances de Río Seco, o la de Mallea en su Argentina Invisible. Son ejemplos morales y religiosos que Marechal contrapone a los hombres ciudadanos, preocupados por las cotizaciones de la Bolsa.
En su poema El Centauro, por el que obtuvo el Premio Nacional en 1940, Marechal termina de dar forma a esa imagen moral del hombre argentino al elevarla al carácter de mito. Renueva el tema del Centauro tratado por Darío en 1896, (centauro como ser bifronte, ligado al cielo y a la tierra, es decir a preocupaciones espirituales y terrenas) y le agrega una explícita connotación cristiana. Cristo es el nuevo Centauro, el arquero de los tiempos modernos que guía a la comunidad hacia su salvación. Es el modelo que Marechal ofrece, acompañado de la figura de la Virgen, -cantada en los Sonetos a Sophia- que trae al imaginario nacional la figura femenina, ausente en la obra de Sarmiento, y apenas mencionada en la de Hernández.
La novela es el campo más propicio para la exposición doctrinaria del tema, y también para su discusión dialéctica. En Adán Buenosayres (1948) el tema de la Patria es uno de los ejes innegables, desplegado conjuntamente con el biográfico y el estético-metafísico. El propio autor desliza la palabra argentinopeya, que hemos tomado en nuestros estudios. Su personaje Schultze, modulación del pintor y esoterista Xul Solar, es quien guía a Adán en el Infierno-Cacodelphia, que no es sino su propia patria sumida en la corrupción y el olvido del Ser. Él mismo se ve situado en el Infierno, y aludido a través de distintos personajes.
Schultze, el artista sabio, recuerda que la patria se halla situada bajo el signo de Libra, y abierta a todas las posibilidades. Reaparece aquí un tema ya tratado en la poesía de Marechal y luego retomado en el Poema de Robot: la contraposición del poeta con hombres endurecidos que sólo tienen preocupaciones materiales. Esta descarnada radiografía del país le valió a Marechal muchas enemistades.
Por esos años, después de estudiar y traducir del francés una obra de Sófocles, estrena su primera obra dramática, la tragedia Antígona Vélez que es una cristianización del tema trágico de la justicia. Antígona es el arquetipo femenino de la Argentina (no han faltado interpretaciones que la fusionaran simbólicamente con Eva Perón, por ser esta una figura de sacrificio crístico que va más allá de la política). Lo innegable es su continuidad con María-Sophia, la Virgen Madre, a la que luego dará el nombre de Lucía Febrero (la Venus Celeste, y también la Novia Olvidada).
En 1965 publicó su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo (1965) donde presenta al caudillo en un claroscuro, como convocante a una épica nacional: busca reunir en la Casa Grande a los hombres virtuosos que detengan el castigo divino, como en Sodoma y Gomorra. El Banquete de Severo Arcángelo es una obra originalísima que bajo la apariencia de una novela de aventuras encierra un llamado a la conversión nacional, por la mortificación y la iluminación que provienen de un camino interior bajo el signo del Evangelio.
Por esos mismos años (1966) continuando con su obra poética, da a conocer Heptamerón, siete cantos entre los cuales se encuentra La Patriótica, dedicado a su discípulo José María Castiñeira de Dios. Aquí continúa Marechal el motivo de la Patria niña que espera su bautismo, y el tema de la salvación comunitaria. Es sólo por la redención individual como la patria se hará digna de su destino salvífico, pero no existe, para el poeta, una auténtica redención individual sin un sentido de pertenencia a la comunidad histórica. Vuelve sobre el tema de la salvación nacional en su Poema de Robot, un alegato ante la incipiente modernización tecnológica de los años 60, y también en los últimos poemas De la Física y De Psiquis (que con Eduardo Azcuy resolvimos editar por el sello Castañeda bajo el título Poemas de la creación, extraído del texto, unos años después de su muerte). En el Poema de Robot, el tema de la redención nacional se alía indisolublemente a la misión del poeta. Es el poeta, inspirado por su musa, el que echa su puñado de sal en la boca de Robot, el nuevo monstruo creado por hombres mecanizados. El poeta asume la misión de despertar a sus compatriotas.
De esos años es también su drama Don Juan, donde elabora el tema de la redención del caudillo, -con una innegable referencia política que algunos percibimos en su momento; pocos críticos aceptan que el Caudillo, en la obra de Marechal, por el solo hecho de serlo se halla ligado al Mal, y debe alcanzar su propia purificación y redención para redimir a su pueblo. También abordó el autor los mismos temas en otra escala, satírica y humorística, como puede verse en el sainete metafísico La batalla de José Luna, donde expone su concepción de la historia como combate de opuestos librado, al modo homérico, en la tierra y el cielo.
Los hombres han de librar en la Tierra, una doble batalla, histórica y espiritual. En Megafón o la guerra (1970) reaparece la imagen del conductor redimido, encarnado en un personaje, Megafón, que lo fusiona con el poeta. Vemos también a Samuel Tesler, reelaboración del poeta Fijman, e imagen del Poeta-filósofo -retomado de Adán Buenosayres- como coprotagonista de la doble batalla, terrestre y celeste, que ha de liberar de sus dolores y cautiverios al pueblo argentino. Ambos lo conducen hacia la última batalla, celestial: el rescate de la Venus Celeste, que será hallada en el Laberinto mundano barrocamente aludido como Infierno. Megafón o la guerra, novela que editó Sudamericana un mes después de su muerte, es una obra barroca, de una complejidad formal inusitada, es un nuevo llamado a la épica nacional. Ambos personajes son a la vez hipóstasis del autor. En suma, es la figura del poeta, como redentor de su comunidad, la que es llevada a su plenitud espiritual e intelectual en esta novela.
En los ensayos y conferencias de Marechal, esta visión de la Argentina se completa y expande reflexivamente. Su conferencia sobre La Fundación de Buenos Aires, - del año 35, cuando Buenos Aires conmemoraba el Cuarto Centenario de la fundación del Fuerte por Pedro de Mendoza - recuerda el sentido espiritual de las dos fundaciones. La raíz simbólica de ese pensamiento se apoya en elementos como el nombre “Argentina”, dado por el arcediano Martín del Barco Centenera a la provincia rioplatense que-de-un-puro-metal-toma-su-nombre. El argentum, designa al río Paraná o Río de la Plata, que los españoles exploraron hasta fundar la Asunción, y que luego de la destrucción de la primera Buenos Aires volvieron a recorrer desde Asunción, con los “mancebos de la tierra”, para refundarla. El nombre dado a la ciudad - recuerda Marechal - es “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Aire”. La Ciudad del Águila, con el águila del Espíritu Santo estampada en su escudo, se ha convertido según el poeta en la Ciudad de la Gallina.
En síntesis: toda la obra de Marechal está atravesada por la preocupación nacional. Piensa en el destino de la Argentina como bíblico pueblo de Dios, como comunidad evangélica destinada a hallar su rumbo a través de la conversión moral y religiosa. Su pensamiento no es una especulación filosófica distante sino un pensamiento didáctico, actuante y encarnado. Es la visión de un poeta-filósofo, un doctrinario que se convierte en incansable predicador de la salvación nacional, y la asienta en la salvación individual.
Solo hombres nuevos podrán crear una sociedad nueva.
En suma, Marechal es uno de esos maestros permanentes a los que podemos acudir los argentinos. Tanto como un José Hernández en el siglo XIX, Marechal ocupa buena parte del siglo XX y desde allí irradia sus enseñanzas hacia el tiempo actual. Cada día que pasa hace más vigente su mensaje, como podrán comprobarlo aquellos que se aproximen sin prejuicios a su obra.
Dra. Graciela Maturo
A continuación incluimos, a modo de Homenaje, dos composiciones poéticas de Leopoldo Marechal: La letra de una chacarera, que dimos a conocer en nuestro libro Marechal: El camino de la Belleza, y la letra de un tango, compuesto a pedido de Ben Molar.
Los géneros populares no son los más frecuentados por Marechal, aunque toda su obra se halla próxima al lenguaje y el sentir del pueblo.
"Chacarera de los árboles nuevos"
Chacarera, cuando plantes
un arbolito en el Norte,
regalarás a la Patria
cien manojitos de flores.
Cuando plantes, chacarera,
un arbolito en el Este,
la Patria y tu corazón
serán dos frutas alegres.
Chacarera, cuando plantes
un arbolito en el Sur,
tendrá el aire más frescura
y los desiertos más luz.
(Aura)
Chacarera, chacarera
de los arbolitos nuevos,
que los pájaros se alegren
y que sonrían los viejos.
Cuando plantes, chacarera,
un arbolito en el centro,
le mostrarás a los niños
la escalerita del cielo.
Chacarera, cuando plantes
un árbol en el Oeste,
ya prometerás el fruto
entre las hojitas verdes.
Cuando plantes, chacarera,
en los caminos un árbol,
que lo anuncien las guitarras
y que bailen los muchachos.
[Aura]
Chacarera, chacarera
de los arbolitos nuevos,
que los pájaros se alegren
y que sonrían los viejos.
Texto inédito publicado por Graciela Maturo en su libro Marechal, el camino de la Belleza, Biblos, Buenos Aires, 1999
Letra de Marechal con música de Alida Otharan de Barceló.
Tango: “La mariposa y la muerte "
I
Una vez mi corazón
dijo en son de profecía
cuando yo empecé a quererte,
que sobre tu mediodía
puede girar la canción
la mariposa y la muerte.
II
Subía al cielo, subía
la rosa en su elevación,
y sobre aquel mediodía
pudo girar la canción.
Al mediodía, orgullosa,
no se negaba la rosa,
y en su ambición le ponía
su cerco la mariposa.
Ya en su ardiente mediodía,
la rosa tentó la suerte,
y llevársela quería,
en su caballo la muerte.
I Bis
Y no llora el corazón
lo que lloro en profecía
cuando ni soñé perderte,
que sobre tu mediodía
pudo girar la canción,
la mariposa y la muerte.
Letra de Leopoldo Marechal con música de Armando Pontier.
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Biblioteca de la mirada
Llegó el maestro Orson Welles, de la mano de La Marca Editora, pero no vino solo. Está muy bien acompañado por clásicos que se suman a nuestro catálogo de cine.
Los libros de la colección "Biblioteca de la mirada" abarcan teoría y estética del arte en todas sus dimensiones: imagen, guión, fotografía, sonido, curaduría y comunicación. Todo de la mano de autores referentes en la academia y en la práctica de cada una de sus áreas.
Nuestra Biblioteca, también gracias al Cineclub La Rosa, posee en su catálogo un amplio sector dedicado a libros de cine.
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11 libros que son casi pornografía
El sexo ha estado siempre presente en la literatura, aunque no todas las novelas son igual de explícitas. Hay escritores que han ahondado en su sexualidad como si de un ejercicio de psicoanálisis se tratara, han utilizado ese terreno más íntimo para arrojar luz sobre su lado más oscuro. Recopilamos un puñado de libros en los que los escritores se desnudan, en los que no hay pudor para narrar escenas subidas de tono o describir cómo se hace un cunnilingus.
Christine Angot araña entre sus propios fantasmas en las páginas de Una semana de vacaciones. Una novela que arranca con una escena perturbadora: una felación en la ducha que culmina en una penetración anal antes de alcanzar la página cuarenta. Angot convirtió en materia literaria la relación incestuosa que mantuvo con su padre y algo similar hizo Anaïs Nin, que da cuenta de la perturbadora historia que vivió con su padre en sus diarios. Lo hace durante páginas en las que no escatima en detalles sobre los encuentros. Después de aquello Nïn no tuvo problema en escribir historias por encargo de un excéntrico millonario en las que vomitaba páginas de alto voltaje sexual y que están recogidas en Delta de Venus.
Cincuenta sombras de Grey, la trilogía de E.L. James, es un fenómeno internacional que descubrió a muchos prácticas como el BDSM. Mucho antes de que las sombras llenaran las estanterías el Marqués de Sade se había atrevido ya a traspasar todas las líneas en obras como La filosofía en el tocador.
Un clásico que no puede faltar en esta estantería es El amante, de Marguerite Duras. Otras novelas transgresoras, de alto voltaje, son Las partículas elementales, de Houellebecq, o la saga de El rapto de la bella durmiente. Anne Rice firmó la serie inicialmente con el seudónimo de A.N. Roquelaure, después se atrevió a estampar su verdadero nombre en la portada. Al tiempo que su imaginativo relato del mito de La bella durmiente alcanzaba una nueva dimensión.
Christine Angot araña entre sus propios fantasmas en las páginas de Una semana de vacaciones. Una novela que arranca con una escena perturbadora: una felación en la ducha que culmina en una penetración anal antes de alcanzar la página cuarenta. Angot convirtió en materia literaria la relación incestuosa que mantuvo con su padre y algo similar hizo Anaïs Nin, que da cuenta de la perturbadora historia que vivió con su padre en sus diarios. Lo hace durante páginas en las que no escatima en detalles sobre los encuentros. Después de aquello Nïn no tuvo problema en escribir historias por encargo de un excéntrico millonario en las que vomitaba páginas de alto voltaje sexual y que están recogidas en Delta de Venus.
Cincuenta sombras de Grey, la trilogía de E.L. James, es un fenómeno internacional que descubrió a muchos prácticas como el BDSM. Mucho antes de que las sombras llenaran las estanterías el Marqués de Sade se había atrevido ya a traspasar todas las líneas en obras como La filosofía en el tocador.
Un clásico que no puede faltar en esta estantería es El amante, de Marguerite Duras. Otras novelas transgresoras, de alto voltaje, son Las partículas elementales, de Houellebecq, o la saga de El rapto de la bella durmiente. Anne Rice firmó la serie inicialmente con el seudónimo de A.N. Roquelaure, después se atrevió a estampar su verdadero nombre en la portada. Al tiempo que su imaginativo relato del mito de La bella durmiente alcanzaba una nueva dimensión.
Librotea
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"Por amor al crimen", nuevo libro de cuentos de Germán Cáceres
La Colección Ojo Lector, de Moglia ediciones acaba de publicar Por amor al crimen, de Germán Cáceres, responsable de la sección de crítica literaria en nuestra página, y amigo de la Biblioteca.
Se trata de una serie de cuentos policiales donde puede observarse que el violento ámbito de la maldad no es más que una aberración patológica de la vida cotidiana.
Este desfile de delitos, que presenta Germán Cáceres, ofrece un variado paisaje social: ciertos vericuetos del medio cinematográfico, los robos que conducen al asesinato en un simple viaje en taxi o en un asalto a un comercio minorista, los intereses espurios que se mueven tras la fachada sublime de las bellas artes y un insólito mundo paralelo habitado por fantasmas que son capaces de matar a los vivos.
El autor se nutre del espíritu de la novela negra que plasmaron escritores clásicos como Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Ross MacDonald, pero otorgándole una aireación actual y bien argentina.
Sobre su autor, Germán Cáceres, nació en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Se graduó en Ciencias Económicas. Es escritor, dramaturgo, crítico de cine e historietista.
En ficción publicó: El checo, la giganta y el enano, Frankenstina, Cuentos para mocosos y purretes, Los silencios prohibidos, Los pintores mueren del corazón y Matar una vez; en ensayo: La aventura en América y Entre dibujos, marionetas y pixeles; y además, tiene diez novelas juveniles.
Escribió siete obras de teatro, de las cuales tres fueron puestas en escena.
Es autor de siete ensayos sobre historietas. Por esta especialidad fue invitado a distintos festivales internacionales. Realizó la adaptación en historietas de obras de la literatura universal. Colabora en varios medios del país y de México.
Recibió la Mención de Honor Premio Municipal en Cuento. Obtuvo cuatro Fajas de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores: en novela, en literatura juvenil y dos en ensayo. En el año 1996, mereció la Mención de Honor en el Concurso Internacional de Ficción sobre Gardel (Uruguay). En 1999, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires le concedió el 1er. Premio Especial Eduardo Mallea en ensayo. En 2002, fue premiado en el concurso de cuentos Atanas Mandadjiev (Sofía, Bulgaria), y se le otorgó el título de Gran Maestro del Relato Policial.
Es miembro correspondiente de la Academia de Letras e Artes do Nordeste Brasileiro y de la Unión Brasileira de Escritores (UBE). Fue nombrado miembro de número por la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil.
Por amor al crimen se convierte así en el título número dieciocho publicado por la Colección Ojo Lector dirigida por Viviana Rosenzwit para Moglia ediciones.
El índice se divide en Los cinéfilos: Cámara de mano, Plot point, Instantáneas: Una intuición, Anuncio, Súbitamente, Viaje en taxi, Aparecidos: En espera, Los límites del universo, La literatura fantástica, El mundo de al lado, Secretos de la plástica: La pintura es un arte peligroso, Festejo, Un digno retiro, Foto pintada, Bonus track: Desencuentros, Nuevo desencuentro, Un agujero del tiempo, Visualizar.
El libro contiene 194 páginas y lo pueden solicitar desde cualquier lugar del mundo a través de info@vivilibros.com.
Se trata de una serie de cuentos policiales donde puede observarse que el violento ámbito de la maldad no es más que una aberración patológica de la vida cotidiana.
Este desfile de delitos, que presenta Germán Cáceres, ofrece un variado paisaje social: ciertos vericuetos del medio cinematográfico, los robos que conducen al asesinato en un simple viaje en taxi o en un asalto a un comercio minorista, los intereses espurios que se mueven tras la fachada sublime de las bellas artes y un insólito mundo paralelo habitado por fantasmas que son capaces de matar a los vivos.
El autor se nutre del espíritu de la novela negra que plasmaron escritores clásicos como Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Ross MacDonald, pero otorgándole una aireación actual y bien argentina.
Sobre su autor, Germán Cáceres, nació en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Se graduó en Ciencias Económicas. Es escritor, dramaturgo, crítico de cine e historietista.
En ficción publicó: El checo, la giganta y el enano, Frankenstina, Cuentos para mocosos y purretes, Los silencios prohibidos, Los pintores mueren del corazón y Matar una vez; en ensayo: La aventura en América y Entre dibujos, marionetas y pixeles; y además, tiene diez novelas juveniles.
Escribió siete obras de teatro, de las cuales tres fueron puestas en escena.
Es autor de siete ensayos sobre historietas. Por esta especialidad fue invitado a distintos festivales internacionales. Realizó la adaptación en historietas de obras de la literatura universal. Colabora en varios medios del país y de México.
Recibió la Mención de Honor Premio Municipal en Cuento. Obtuvo cuatro Fajas de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores: en novela, en literatura juvenil y dos en ensayo. En el año 1996, mereció la Mención de Honor en el Concurso Internacional de Ficción sobre Gardel (Uruguay). En 1999, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires le concedió el 1er. Premio Especial Eduardo Mallea en ensayo. En 2002, fue premiado en el concurso de cuentos Atanas Mandadjiev (Sofía, Bulgaria), y se le otorgó el título de Gran Maestro del Relato Policial.
Es miembro correspondiente de la Academia de Letras e Artes do Nordeste Brasileiro y de la Unión Brasileira de Escritores (UBE). Fue nombrado miembro de número por la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil.
Por amor al crimen se convierte así en el título número dieciocho publicado por la Colección Ojo Lector dirigida por Viviana Rosenzwit para Moglia ediciones.
El índice se divide en Los cinéfilos: Cámara de mano, Plot point, Instantáneas: Una intuición, Anuncio, Súbitamente, Viaje en taxi, Aparecidos: En espera, Los límites del universo, La literatura fantástica, El mundo de al lado, Secretos de la plástica: La pintura es un arte peligroso, Festejo, Un digno retiro, Foto pintada, Bonus track: Desencuentros, Nuevo desencuentro, Un agujero del tiempo, Visualizar.
El libro contiene 194 páginas y lo pueden solicitar desde cualquier lugar del mundo a través de info@vivilibros.com.
CONVERSATION
Anne Carson, premio Princesa de Asturias
La poeta canadiense Anne Carson, que el próximo domingo cumplirá 70 años, acaba de ganar el premio Princesa de Asturias de las Letras. Cuatro poemas para conocerla.
Nacida en Toronto en 1950 y afincada en Nueva York, Carson es uno de los nombres clave de la literatura anglosajona actual. Profesora de filología clásica, en su obra confluyen el conocimiento de los griegos antiguos y la expresión de su intimidad familiar, las peripecias amorosas de los dioses olímpicos y su propio divorcio, la muerte del hermano de Cayo Valerio Catulo en el siglo I y la de su hermano en el año 2000.
Según el jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, la recién premiada ha construido desde el mundo grecolatino una poesía en la que “la vitalidad del gran pensamiento clásico funciona a la manera de un mapa que invita a dilucidar las complejidades del momento actual”.
Cuatro poemas
1. Ella
Vive sola en un brezal al norte.
Ella vive sola.
La primavera se abre como una cuchilla allí.
Yo viajo en trenes todo el día y llevo muchos libros –
unos para mi madre, algunos para mí
que incluyen Las obras completas de Emily Brontë.
Es mi autora favorita.
También mi principal temor, al que trato de enfrentarme.
Cada vez que visito a mi madre
siento que me convierto en Emily Brontë,
mi vida solitaria a mi alrededor como un páramo,
mi torpe cuerpo recortándose sobre los barrizales con una apariencia de transformación
que muere cuando atravieso la puerta de la cocina.
¿Qué cuerpo es ese, Emily, que nosotras necesitamos?
--------------------------------------------
2. Y arrodillada en la orilla de un mar transparente me haré un corazón nuevo con sal y barro (de La belleza del marido).
Una esposa está bajo las garras del ser.
Fácil es decir ¿Por qué no terminar con esto?
Pero supongamos que tu marido y cierta mujer oscura
suelen quedar en un bar por la tarde.
El amor no es condicional.
Vivir es muy condicional.
La mujer se instala en una terraza cerrada al otro lado de la calle.
Observa a la mujer oscura
que con la mano le toca la sien como si le estuviera metiendo algo.
Observa cómo
él se inclina un poco hacia la mujer y luego se vuelven atrás. Están serios.
Su seriedad la atormenta.
Las personas que pueden estar serias cuando están juntas es
[porque tienen algo profundo.
Hay una botella de agua mineral sobre la mesa
y dos vasos.
¡No necesitan bebidas alcohólicas!
¿Desde cuando tiene él
estos gustos puritanos?
Un barco frío
zarpa de algún lugar dentro de la esposa
y pone rumbo al horizonte plano y gris,
ni pájaro ni soplo a la vista.
--------------------------------------------
4. Yo
Oigo pequeños chasquidos dentro de mi sueño.
La noche gotea su taconeo de plata
espalda abajo.
A las cuatro. Me despierto. Pensando
en el hombre que
se marchó en septiembre.
Se llamaba Law.
Mi rostro en el espejo del baño
tiene manchas blancas en la parte baja.
Me enjuago la cara y vuelvo a la cama.
Mañana voy a ver a mi madre.
Nacida en Toronto en 1950 y afincada en Nueva York, Carson es uno de los nombres clave de la literatura anglosajona actual. Profesora de filología clásica, en su obra confluyen el conocimiento de los griegos antiguos y la expresión de su intimidad familiar, las peripecias amorosas de los dioses olímpicos y su propio divorcio, la muerte del hermano de Cayo Valerio Catulo en el siglo I y la de su hermano en el año 2000.
Según el jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, la recién premiada ha construido desde el mundo grecolatino una poesía en la que “la vitalidad del gran pensamiento clásico funciona a la manera de un mapa que invita a dilucidar las complejidades del momento actual”.
Cuatro poemas
1. Ella
Vive sola en un brezal al norte.
Ella vive sola.
La primavera se abre como una cuchilla allí.
Yo viajo en trenes todo el día y llevo muchos libros –
unos para mi madre, algunos para mí
que incluyen Las obras completas de Emily Brontë.
Es mi autora favorita.
También mi principal temor, al que trato de enfrentarme.
Cada vez que visito a mi madre
siento que me convierto en Emily Brontë,
mi vida solitaria a mi alrededor como un páramo,
mi torpe cuerpo recortándose sobre los barrizales con una apariencia de transformación
que muere cuando atravieso la puerta de la cocina.
¿Qué cuerpo es ese, Emily, que nosotras necesitamos?
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2. Y arrodillada en la orilla de un mar transparente me haré un corazón nuevo con sal y barro (de La belleza del marido).
Una esposa está bajo las garras del ser.
Fácil es decir ¿Por qué no terminar con esto?
Pero supongamos que tu marido y cierta mujer oscura
suelen quedar en un bar por la tarde.
El amor no es condicional.
Vivir es muy condicional.
La mujer se instala en una terraza cerrada al otro lado de la calle.
Observa a la mujer oscura
que con la mano le toca la sien como si le estuviera metiendo algo.
Observa cómo
él se inclina un poco hacia la mujer y luego se vuelven atrás. Están serios.
Su seriedad la atormenta.
Las personas que pueden estar serias cuando están juntas es
[porque tienen algo profundo.
Hay una botella de agua mineral sobre la mesa
y dos vasos.
¡No necesitan bebidas alcohólicas!
¿Desde cuando tiene él
estos gustos puritanos?
Un barco frío
zarpa de algún lugar dentro de la esposa
y pone rumbo al horizonte plano y gris,
ni pájaro ni soplo a la vista.
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3. Pero una dedicatoria es apropiada sólo cuando se hace ante testigos: es una rendición hecha necesariamente en público, como la entrega de estandartes en las batallas (De La belleza del marido).
Sabes que hace años estuve casada y cuando mi marido se fue [se llevó mis cuadernos.
Cuadernos con espiral de alambre.
Conoces ese verbo frío furtivo: escribir. Le gustaba escribir, le [disgustaba tener que empezar solo con una idea.Usaba mis comienzos con propósitos diversos.
Por ejemplo, en [un bolsillo encontré una carta (para su amante de entonces) empezada con una frase que yo había copiado de Homero: [εντροπαλιζομένη, como dice Homero que se alejó Andrómaca cuando se separó de Héctor: "volviéndose a cada paso" bajó de la torre de Troya y se fue por calles de piedra hasta la casa [de su leal esposo y allí con las mujeres entonó un lamento por el hombre vivo en su [mansión.
Leal a nada mi marido. Entonces, ¿por qué lo amé desde mi juventud hasta [la madurez y la sentencia de divorcio llegó por correo?
La belleza. No es ningún secreto. No me avergüenza decir que [lo amé por su belleza.
Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence. Sabes que la belleza [hace posible el sexo.
La belleza hace el sexo sexo.
Tú mejor que nadie entiendes esto… calla, pasemos al orden natural.
Otras especies, que no son venenosas, suelen tener [coloraciones y dibujos similares a los de las especies venenosas.
La imitación que una especie venenosa hace de otra no [venenosa se llama mimetismo.
Mi marido no era mimético.
Mencionarás, claro, los juegos de guerra.
Te lo conté muchas veces protestando porque se quedaban aquí toda la noche con los tableros abiertos y alfombras y lamparitas y cigarrillos [como la carpa de Napoleón, supongo, ¿quién podía dormir?
Mirándolo bien mi marido era un [hombre que sabía más de la batalla de Borodino que del cuerpo de su mujer, ¡mucho más! Las tensiones [trepaban por las paredes y se vertían en el cielorraso, a veces jugaban del viernes por la noche sin parar hasta el lunes [por la mañana. él Y sus pálidos amigos iracundos Sudaban muchísimo. Comían carne de los países del juego.
Los celos fueron una parte nada desdeñable de mi relación con la batalla [de Borodino.
Lo detesto.
¿De veras?
Por qué pasar la noche jugando.
El tiempo es real.
Es un juego.
Es un juego real.
¿Es una cita?
Ven aquí.
No.
Necesito tocarte.
No.
Sí.
Aquella noche hicimos el amor "de verdad", algo que aún no [habíamos hecho pese a que llevábamos seis meses casados.
Gran misterio. Ninguno sabía dónde colocar su pierna y [todavía hoy no estoy segura de que lo hiciéramos bien.
Parecía contento. Eres como Venecia, me dijo, sublime.
Temprano al día siguiente redacté una conferencia ("Sobre la defloración") que luego me robó y publicó en una revistita bimestral.
Esto era, por encima de todo, una interacción típica entre [nosotros.
O debería decir ideal.
Ninguno de los dos había visto nunca Venecia.
--------------------------------------------
Sabes que hace años estuve casada y cuando mi marido se fue [se llevó mis cuadernos.
Cuadernos con espiral de alambre.
Conoces ese verbo frío furtivo: escribir. Le gustaba escribir, le [disgustaba tener que empezar solo con una idea.Usaba mis comienzos con propósitos diversos.
Por ejemplo, en [un bolsillo encontré una carta (para su amante de entonces) empezada con una frase que yo había copiado de Homero: [εντροπαλιζομένη, como dice Homero que se alejó Andrómaca cuando se separó de Héctor: "volviéndose a cada paso" bajó de la torre de Troya y se fue por calles de piedra hasta la casa [de su leal esposo y allí con las mujeres entonó un lamento por el hombre vivo en su [mansión.
Leal a nada mi marido. Entonces, ¿por qué lo amé desde mi juventud hasta [la madurez y la sentencia de divorcio llegó por correo?
La belleza. No es ningún secreto. No me avergüenza decir que [lo amé por su belleza.
Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence. Sabes que la belleza [hace posible el sexo.
La belleza hace el sexo sexo.
Tú mejor que nadie entiendes esto… calla, pasemos al orden natural.
Otras especies, que no son venenosas, suelen tener [coloraciones y dibujos similares a los de las especies venenosas.
La imitación que una especie venenosa hace de otra no [venenosa se llama mimetismo.
Mi marido no era mimético.
Mencionarás, claro, los juegos de guerra.
Te lo conté muchas veces protestando porque se quedaban aquí toda la noche con los tableros abiertos y alfombras y lamparitas y cigarrillos [como la carpa de Napoleón, supongo, ¿quién podía dormir?
Mirándolo bien mi marido era un [hombre que sabía más de la batalla de Borodino que del cuerpo de su mujer, ¡mucho más! Las tensiones [trepaban por las paredes y se vertían en el cielorraso, a veces jugaban del viernes por la noche sin parar hasta el lunes [por la mañana. él Y sus pálidos amigos iracundos Sudaban muchísimo. Comían carne de los países del juego.
Los celos fueron una parte nada desdeñable de mi relación con la batalla [de Borodino.
Lo detesto.
¿De veras?
Por qué pasar la noche jugando.
El tiempo es real.
Es un juego.
Es un juego real.
¿Es una cita?
Ven aquí.
No.
Necesito tocarte.
No.
Sí.
Aquella noche hicimos el amor "de verdad", algo que aún no [habíamos hecho pese a que llevábamos seis meses casados.
Gran misterio. Ninguno sabía dónde colocar su pierna y [todavía hoy no estoy segura de que lo hiciéramos bien.
Parecía contento. Eres como Venecia, me dijo, sublime.
Temprano al día siguiente redacté una conferencia ("Sobre la defloración") que luego me robó y publicó en una revistita bimestral.
Esto era, por encima de todo, una interacción típica entre [nosotros.
O debería decir ideal.
Ninguno de los dos había visto nunca Venecia.
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4. Yo
Oigo pequeños chasquidos dentro de mi sueño.
La noche gotea su taconeo de plata
espalda abajo.
A las cuatro. Me despierto. Pensando
en el hombre que
se marchó en septiembre.
Se llamaba Law.
Mi rostro en el espejo del baño
tiene manchas blancas en la parte baja.
Me enjuago la cara y vuelvo a la cama.
Mañana voy a ver a mi madre.
CONVERSATION
Océano de libros
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Juana de Ibarbourou por Paula Iwasaki
«La pequeña llama» de Juana de Ibarbourou por Paula Iwasaki.
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Presencia de Leopoldo Lugones
Hoy se celebra el Día del Escritor, en recuerdo del nacimiento de Leopoldo Lugones, en 1874, en Villa María, Provincia de Córdoba. Compartimos un artículo de Carlos Penelas.
En mi juventud conocí a Luis Franco. Junto a él crecí, me formé intelectualmente, participé de una ética, de su generosidad sin límite. Franco me hizo amar y admirar con tenacidad la obra y la trayectoria de Domingo Faustino Sarmiento y la de Leopoldo Lugones.
En mi juventud conocí a Luis Franco. Junto a él crecí, me formé intelectualmente, participé de una ética, de su generosidad sin límite. Franco me hizo amar y admirar con tenacidad la obra y la trayectoria de Domingo Faustino Sarmiento y la de Leopoldo Lugones.
En Argentina la barbarie, el populismo, la pereza mental, la imbecilidad y el dogmatismo hicieron que su decadencia llegara a límites inimaginables. Nos resulta sencillo advertir en lo cotidiano la impunidad, la insolencia, la corrupción, la incultura o el pensamiento extravagante. Y las poses banales de muchos artistas e intelectuales.
Hablar de Sarmiento y de Lugones es mencionar a los dos escritores mayores de nuestra historia literaria. Si pensamos en Lugones decimos Rubén Darío. Entonces, inevitablemente, llegan las voces de Luis Franco, Ezequiel Martínez Estrada, Horacio Quiroga, Samuel Glusberg. Decimos estética, sensibilidad modernista. Y decimos Víctor Hugo. Su obra – es válido recordarlo – excedió los límites del movimiento modernista. Es la figura central de nuestra literatura con proyección continental.
Lugones, como poeta trasciende “inagotables recursos verbales y pictóricos” afirma Rodolfo Walsh. Introduce el cuento fantástico en nuestro país. Junto a su nombre José Martí, José Hernández, Guillermo E. Hudson. Para ser claro: Lugones es más que un escritor, es un arquetipo y una compleja literatura.
Los crepúsculos del Jardín (1905) y Lunario sentimental (1909) alcanzan para señalar la atmósfera refinada, la elegancia y la originalidad creadora. Precisión y belleza. Recoge el simbolismo, experimenta el misterio en Las fuerzas extrañas (1906) y es además precursor de la literatura breve en nuestro país.
El profundo estudio que hace de Sarmiento y de Hernández pone sobre el tapete la eficacia, el rigor, el emblema de nuestra identidad cultural. Lugones, debemos recordar, se opuso al antisemitismo que muchos intelectuales y escritores de su época profesaron. Una cita de Leonardo Castellani: “Lugones fue condenado por el país a ser autodidacto”.
Una genialidad – admirable, único – Yzur (1924) enlaza mitos clásicos con la pseudociencia. Un relato equiparable a un cuento de Edgar A. Poe, H.G.Wells o Villiers L´Isle Adam. Lugones personifica la imagen del intelectual-escritor. Sin él no se concibe la literatura argentina. Su dimensión abarca una memoria. Paradójicamente se lo critica sin leerlo, sin comprender un sentimiento que rebasa la veneración. Sus cambios ideológicos y temperamentales – del anarquismo al socialismo, del socialismo al golpismo – son ajenos a su talento creador. ¿Qué hacemos, entonces, con Richard Wagner, Ezra Pound, Céline o Leni Riefenstahl?
Leopoldo Lugones fue un gran conocedor del mundo griego, de la Grecia clásica, de su mitología, de su poética. Ejemplo de ello son sus ensayos Estudios helénicos (1923), Nuevos estudios helénicos (1928). Tampoco fue ajeno al horizonte científico, a la epistemología de la ciencia. “La escuela democrática debe estar dominada por el método científico”, recordó en más de una oportunidad.
“Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra república, decir que ha muerto el primer escritor de nuestro idioma, es decir la verdad y es decir poco”. Eso escribió Jorge Luis Borges en la revista Nosotros por la muerte de Lugones.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 16 de junio de 2016
www.carlospenelas.com
Hablar de Sarmiento y de Lugones es mencionar a los dos escritores mayores de nuestra historia literaria. Si pensamos en Lugones decimos Rubén Darío. Entonces, inevitablemente, llegan las voces de Luis Franco, Ezequiel Martínez Estrada, Horacio Quiroga, Samuel Glusberg. Decimos estética, sensibilidad modernista. Y decimos Víctor Hugo. Su obra – es válido recordarlo – excedió los límites del movimiento modernista. Es la figura central de nuestra literatura con proyección continental.
Lugones, como poeta trasciende “inagotables recursos verbales y pictóricos” afirma Rodolfo Walsh. Introduce el cuento fantástico en nuestro país. Junto a su nombre José Martí, José Hernández, Guillermo E. Hudson. Para ser claro: Lugones es más que un escritor, es un arquetipo y una compleja literatura.
Los crepúsculos del Jardín (1905) y Lunario sentimental (1909) alcanzan para señalar la atmósfera refinada, la elegancia y la originalidad creadora. Precisión y belleza. Recoge el simbolismo, experimenta el misterio en Las fuerzas extrañas (1906) y es además precursor de la literatura breve en nuestro país.
El profundo estudio que hace de Sarmiento y de Hernández pone sobre el tapete la eficacia, el rigor, el emblema de nuestra identidad cultural. Lugones, debemos recordar, se opuso al antisemitismo que muchos intelectuales y escritores de su época profesaron. Una cita de Leonardo Castellani: “Lugones fue condenado por el país a ser autodidacto”.
Una genialidad – admirable, único – Yzur (1924) enlaza mitos clásicos con la pseudociencia. Un relato equiparable a un cuento de Edgar A. Poe, H.G.Wells o Villiers L´Isle Adam. Lugones personifica la imagen del intelectual-escritor. Sin él no se concibe la literatura argentina. Su dimensión abarca una memoria. Paradójicamente se lo critica sin leerlo, sin comprender un sentimiento que rebasa la veneración. Sus cambios ideológicos y temperamentales – del anarquismo al socialismo, del socialismo al golpismo – son ajenos a su talento creador. ¿Qué hacemos, entonces, con Richard Wagner, Ezra Pound, Céline o Leni Riefenstahl?
Leopoldo Lugones fue un gran conocedor del mundo griego, de la Grecia clásica, de su mitología, de su poética. Ejemplo de ello son sus ensayos Estudios helénicos (1923), Nuevos estudios helénicos (1928). Tampoco fue ajeno al horizonte científico, a la epistemología de la ciencia. “La escuela democrática debe estar dominada por el método científico”, recordó en más de una oportunidad.
“Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra república, decir que ha muerto el primer escritor de nuestro idioma, es decir la verdad y es decir poco”. Eso escribió Jorge Luis Borges en la revista Nosotros por la muerte de Lugones.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 16 de junio de 2016
www.carlospenelas.com
CONVERSATION
Corazones desatados
de Jorge Fernández Díaz
Ilustraciones de Liniers
(Alfaguara, Buenos Aires, 2019, 280 páginas)
Es una colección de veinte cuentos modernos, creativos, que se leen con placer debido a su prosa esmerada y de extrema soltura. El manejo del idioma y de su vocabulario es ejemplar. Todos los títulos desbordan humor e ironía y algunos presentan desarrollos y desenlaces que rodean el absurdo. Como si quisiera homenajear a Henry James, el autor siempre encuentra en las distintas y complicadas situaciones una suerte de Otra vuelta de tuerca. La mayoría de los protagonistas tienen conductas estrafalarias y disparatadas («Cuando Clara cambió a Geno»). Hay constantes referencias a la actualidad y abundan citas de obras y personalidades de la cultura. Las ilustraciones de Liniers complementan a las maravillas la escritura, que a tramos se vuelve alucinatoria, lo cual se puede observar en algunas de las sorprendentes metáforas de Fernández Díaz: “Yo también sigo queriendo a mi ex mujer. La carne siempre queda cruda. Recién se cocina en el horno de la próxima relación”. /”…en medio de ese abismo que se abre cuando las viejas certezas desaparecen y uno queda pedaleando en el aire”.
En el primer cuento –«Las gafas que cambian la vida»– aparece una de las tantas máximas que recorren el libro: “Pensaba realmente que el mundo y las sociedades se explicaban por la economía y por la geopolítica. No sabía que el mundo se explicaba por el amor y por el sexo”.
Hay un personaje llamado –y no casualmente– Fernández, que es periodista y testigo de todas estas historias, de las que toma nota para verterlas al periódico en el cual trabaja.
«La guerra de los divanes» es un cuento estupendo ejecutado con suma inteligencia, en el que sostiene: “sabía lo que era equivocarse con la pasión y conocía también los frutos amargos que acechan en la convivencia”. Y en «La paciencia del relojero» compone una romántica fábula que podría calificarse de cinematográfica.
En «Una tierna amistad entre mujeres», Fernández Díaz demuestra ser un hábil psicólogo porque revela que esa profunda relación no era otra cosa que una rivalidad encubierta.
«Un atleta de los sentimientos » tiene una sorpresa final que seguro provocará una hilaridad incontenible en el lector.
En Corazones desatados se puede deducir que no son fáciles los encuentros sinceros y profundos entre el hombre y la mujer, como si el sexo fuera –más allá de su frecuentación– un tabú insoportable. Resulta desopilante y paradójico que entre todas estas historias de amores contrariados, la única pareja que se lleva bien y vive feliz es la que ha decidido no tener sexo («En busca del amor perfecto»).
«El amor es muy puto” es el relato más largo y puede asumirse como resumen del libro. Trata de amores frustrados que transitan personajes neuróticos y en los cuales priman la fugacidad, los engaños y las infidelidades.
Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 8/7/1960) es periodista y escritor de crónicas, cuentos – Te amaré locamente (2016) – y novelas – Mamá (2002), La segunda vida de las flores (2009), El Puñal (2014), La herida (2017) –. Dirigió la revista Noticias y el suplemento ADN Cultura (que creó junto a Tomás Eloy Martínez). Es columnista de La Nación y conduce el programa Pensándolo bien por Radio Mitre. Recibió el Premio Martín Fierro de Radio al Mejor Programa Diario AM. Desde 2016 es académico de número de la Academia Argentina de Letras.
Germán Cáceres
Ilustraciones de Liniers
(Alfaguara, Buenos Aires, 2019, 280 páginas)
Es una colección de veinte cuentos modernos, creativos, que se leen con placer debido a su prosa esmerada y de extrema soltura. El manejo del idioma y de su vocabulario es ejemplar. Todos los títulos desbordan humor e ironía y algunos presentan desarrollos y desenlaces que rodean el absurdo. Como si quisiera homenajear a Henry James, el autor siempre encuentra en las distintas y complicadas situaciones una suerte de Otra vuelta de tuerca. La mayoría de los protagonistas tienen conductas estrafalarias y disparatadas («Cuando Clara cambió a Geno»). Hay constantes referencias a la actualidad y abundan citas de obras y personalidades de la cultura. Las ilustraciones de Liniers complementan a las maravillas la escritura, que a tramos se vuelve alucinatoria, lo cual se puede observar en algunas de las sorprendentes metáforas de Fernández Díaz: “Yo también sigo queriendo a mi ex mujer. La carne siempre queda cruda. Recién se cocina en el horno de la próxima relación”. /”…en medio de ese abismo que se abre cuando las viejas certezas desaparecen y uno queda pedaleando en el aire”.
En el primer cuento –«Las gafas que cambian la vida»– aparece una de las tantas máximas que recorren el libro: “Pensaba realmente que el mundo y las sociedades se explicaban por la economía y por la geopolítica. No sabía que el mundo se explicaba por el amor y por el sexo”.
Hay un personaje llamado –y no casualmente– Fernández, que es periodista y testigo de todas estas historias, de las que toma nota para verterlas al periódico en el cual trabaja.
«La guerra de los divanes» es un cuento estupendo ejecutado con suma inteligencia, en el que sostiene: “sabía lo que era equivocarse con la pasión y conocía también los frutos amargos que acechan en la convivencia”. Y en «La paciencia del relojero» compone una romántica fábula que podría calificarse de cinematográfica.
En «Una tierna amistad entre mujeres», Fernández Díaz demuestra ser un hábil psicólogo porque revela que esa profunda relación no era otra cosa que una rivalidad encubierta.
«Un atleta de los sentimientos » tiene una sorpresa final que seguro provocará una hilaridad incontenible en el lector.
En Corazones desatados se puede deducir que no son fáciles los encuentros sinceros y profundos entre el hombre y la mujer, como si el sexo fuera –más allá de su frecuentación– un tabú insoportable. Resulta desopilante y paradójico que entre todas estas historias de amores contrariados, la única pareja que se lleva bien y vive feliz es la que ha decidido no tener sexo («En busca del amor perfecto»).
«El amor es muy puto” es el relato más largo y puede asumirse como resumen del libro. Trata de amores frustrados que transitan personajes neuróticos y en los cuales priman la fugacidad, los engaños y las infidelidades.
Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 8/7/1960) es periodista y escritor de crónicas, cuentos – Te amaré locamente (2016) – y novelas – Mamá (2002), La segunda vida de las flores (2009), El Puñal (2014), La herida (2017) –. Dirigió la revista Noticias y el suplemento ADN Cultura (que creó junto a Tomás Eloy Martínez). Es columnista de La Nación y conduce el programa Pensándolo bien por Radio Mitre. Recibió el Premio Martín Fierro de Radio al Mejor Programa Diario AM. Desde 2016 es académico de número de la Academia Argentina de Letras.
Germán Cáceres
CONVERSATION
La gran bestia de libros
Siguen llegando hermosos libros para el catálogo, y esta vez son de una de las editoriales favoritas de nuestros lectores: La Bestia Equilátera.
CONVERSATION
Llegan más libros
John Berger, Irvine Welsh, Ian McEwan, Ricardo Piglia, Camilleri, Mariana Enríquez, Vázquez Montalbán... Nuevos libros para el catálogo, para todos los gustos.
CONVERSATION
Vida póstuma de un miliciano
Un jovencito catalán de diecinueve años sale de la facultad con un amigo. Estamos en Gerona, año 1982. El amigo saluda en la calle a un tipo apenas unos años mayor, con acento latinoamericano y look de hippie sudaca, y le pregunta cómo va la novela que está escribiendo. Con una extraña mezcla de escepticismo y confianza, el sudaca contesta: “Va, va, no se sabe muy bien hacia dónde pero va”. Fogonazo en el plexo para el jovencito de diecinueve años, porque en su secreto interior fantasea desde siempre con la idea de ser escritor, pero no se anima a confesárselo ni a sí mismo. La naturalidad con que ese sudaca habló de literatura deja admirado al jovencito, que vuelve a su casa repitiéndose la frase en la cabeza.
Quince años después, el jovencito ha hecho realidad su deseo íntimo, y se ha decepcionado también. Logró publicar dos libros, el primero de cuentos, el segundo una novela (donde un personaje le pregunta a otro cómo va su tesis doctoral, y el otro contesta: “Va, va, no se sabe muy bien hacia dónde pero va”), pero no ha tenido suerte con sus libros y ha perdido la confianza. Ahora trabaja de periodista y, en una presentación de libros en Barcelona, se reencuentra con el sudaca. El sudaca es Roberto Bolaño, que acaba de entrar en su período iluminado luego de años y años de desgracia: Anagrama le ha publicado dos libros casi simultáneamente, la novela Estrella distante y los cuentos de Llamadas telefónicas. Bolaño no es un éxito todavía (según los ridículos parámetros editoriales españoles) pero su nombre ya circula con devoción de boca en boca entre los fanáticos de la literatura en España y Latinoamérica.
“Yo pasaba por entonces un mal momento. Había vuelto a vivir en Gerona, sentía que nunca sería un escritor de verdad. Y Bolaño publicó una columna en el diario local de mi ciudad en la que decía que yo había vuelto para escribir los grandes libros que llevaba adentro. En los tres años siguientes hablamos infinitas veces por teléfono y él se convirtió en una máquina de persuasión destinada a meterme en la cabeza que sólo escribiendo podría saber si era o no un escritor de verdad”, contó años después Javier Cercas. Así llegamos al episodio que es tema de conversación y de discusión desde hace veinte años en el gremio literario.
En los últimos meses de 1999,Cercas no sólo había vuelto a escribir sino que tenía en sus manos una formidable historia verídica sobre los últimos días de la Guerra Civil ocurrida en sus pagos cuando, de golpe, se trabó y sintió que el libro se le deshacía entre los dedos. Cercas quería contar la historia del fusilamiento fallido de Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange, que los republicanos habían hecho prisionero y que en la retirada de Barcelona habían decidido fusilar, junto a otros peces gordos franquistas, en los bosques del Colell. Sánchez Mazas sobrevive a las balas del pelotón, huye entre los árboles perseguido por un grupo de milicianos. Los milicianos no tienen tiempo que perder; deben seguir la retirada antes de que se acerquen los franquistas. En cierto momento uno de los milicianos se topa con Sánchez Mazas. El falangista queda paralizado de terror mientras el otro lo tiene en la mira. Se oyen voces: los compañeros le gritan al miliciano que hay que irse y si ve algo por ahí. El miliciano dice: “Nada” y deja huir a Sánchez Mazas, que sobrevivirá escondido en esos bosques, ayudado por una familia local a quienes promete proteger y ayudar cuando lleguen las tropas franquistas.
Cercas no quería hacer una novela: quería contar una historia real. Había logrado reconstruirla hablando con todos los participantes que seguían vivos (desde el hijo de Sánchez Mazas, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, hasta los “amigos del bosque”, que seguían viviendo en el Colell, ya viejos) pero no había conseguido nada sobre aquel miliciano anónimo y, sin eso, sentía que todo lo que tenía no servía de nada. Hasta que Bolaño le dio la pista que rescató al libro y que le dio confianza para terminarlo, como es de público conocimiento, porque Cercas así lo contó en Soldados de Salamina, que fue un bombazo editorial que dio fama, fortuna y prestigio a su autor.
Bolaño no sólo figura en él como personaje, sino que le da en bandeja a Cercas el mejor personaje del libro, el aliento épico y elegíaco que (en mi opinión, al menos) convierte a Soldados de Salamina en lo que es. A esa altura (el libro de Cercas salió en 2001), Bolaño ya había publicado Los detectives salvajes, era leído con veneración por muchos y era doblemente admirado porque, mientras esperaba un trasplante salvador de hígado, escribía contra reloj las más de mil páginas de su opus magnum, 2666, con el que esperaba salvar económicamente a su esposa y sus hijos cuando él ya no estuviera (el trasplante nunca llegó; Bolaño murió en 2003, no llegó a ver 2666 publicado ni alcanzó a disfrutar la fama póstuma, planetaria, que mereció desde entonces).
La gran paradoja es que Bolaño ya había usado como personaje a aquel miliciano clave en el libro de Cercas. Fue antes de entrar en su período iluminado, en uno de esos libros con los que intentaba en vano romper su desgracia literaria presentándose a todo concurso regional que ofreciera algún premio en metálico. Era un thriller lento, contado a tres voces, ambientado en un camping cerca del mar. Se llamó La pista de hielo, ganó en 1993 un premio regional en Alcalá de Henares y fue uno más de los desengaños de padeció Bolaño hasta que encontró su formidable registro literario en Estrella distante.
El personaje que aparecerá ocho años más tarde en Soldados de Salamina con el nombre de Miralles es el mismo que, en La pista de hielo, tiene apenas un apodo (“El Carajillo”) y desaparece pronto y sin gloria del libro. Se trata de un viejo soldado republicano que luego de la derrota huye a Francia, cae preso, es reclutado en la Legión Extranjera, pelea en la Segunda Guerra, salva la vida de milagro después del estallido de una mina, recibe una pensión de veterano, vive en Dijon y todos los veranos vuelve a Gerona a pasar unos días en un camping junto al mar.
Bolaño es el sereno del camping en ambos libros. Pero el Miralles de Soldados de Salamina es mucho mejor personaje que el de La pista de hielo. Y el Bolaño de Cercas es mucho mejor que el Bolaño de Bolaño. A veces ocurren esas magias raras. Bolaño estuvo iluminado en casi todos los libros de su última época (en grado sumo en Estrella distante, Los detectives salvajes y las últimas 300 páginas de 2666) pero en La pista de hielo no. Y yo he buscado en los otros libros de Cercas la magia de Soldados de Salamina pero no la he encontrado. Así que, con perdón de Cercas, su libro está en el sector Bolaño en mi biblioteca mental. Pero en un rincón especial de ese sector, porque tiene uno de mis Bolaños preferidos: el que enfrenta luchadores de sumo en sus sueños de hospital y se hace amigo en un camping de un viejo miliciano republicano, veterano de La Legión Extranjera, llamado Miralles.
Quince años después, el jovencito ha hecho realidad su deseo íntimo, y se ha decepcionado también. Logró publicar dos libros, el primero de cuentos, el segundo una novela (donde un personaje le pregunta a otro cómo va su tesis doctoral, y el otro contesta: “Va, va, no se sabe muy bien hacia dónde pero va”), pero no ha tenido suerte con sus libros y ha perdido la confianza. Ahora trabaja de periodista y, en una presentación de libros en Barcelona, se reencuentra con el sudaca. El sudaca es Roberto Bolaño, que acaba de entrar en su período iluminado luego de años y años de desgracia: Anagrama le ha publicado dos libros casi simultáneamente, la novela Estrella distante y los cuentos de Llamadas telefónicas. Bolaño no es un éxito todavía (según los ridículos parámetros editoriales españoles) pero su nombre ya circula con devoción de boca en boca entre los fanáticos de la literatura en España y Latinoamérica.
“Yo pasaba por entonces un mal momento. Había vuelto a vivir en Gerona, sentía que nunca sería un escritor de verdad. Y Bolaño publicó una columna en el diario local de mi ciudad en la que decía que yo había vuelto para escribir los grandes libros que llevaba adentro. En los tres años siguientes hablamos infinitas veces por teléfono y él se convirtió en una máquina de persuasión destinada a meterme en la cabeza que sólo escribiendo podría saber si era o no un escritor de verdad”, contó años después Javier Cercas. Así llegamos al episodio que es tema de conversación y de discusión desde hace veinte años en el gremio literario.
En los últimos meses de 1999,Cercas no sólo había vuelto a escribir sino que tenía en sus manos una formidable historia verídica sobre los últimos días de la Guerra Civil ocurrida en sus pagos cuando, de golpe, se trabó y sintió que el libro se le deshacía entre los dedos. Cercas quería contar la historia del fusilamiento fallido de Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange, que los republicanos habían hecho prisionero y que en la retirada de Barcelona habían decidido fusilar, junto a otros peces gordos franquistas, en los bosques del Colell. Sánchez Mazas sobrevive a las balas del pelotón, huye entre los árboles perseguido por un grupo de milicianos. Los milicianos no tienen tiempo que perder; deben seguir la retirada antes de que se acerquen los franquistas. En cierto momento uno de los milicianos se topa con Sánchez Mazas. El falangista queda paralizado de terror mientras el otro lo tiene en la mira. Se oyen voces: los compañeros le gritan al miliciano que hay que irse y si ve algo por ahí. El miliciano dice: “Nada” y deja huir a Sánchez Mazas, que sobrevivirá escondido en esos bosques, ayudado por una familia local a quienes promete proteger y ayudar cuando lleguen las tropas franquistas.
Cercas no quería hacer una novela: quería contar una historia real. Había logrado reconstruirla hablando con todos los participantes que seguían vivos (desde el hijo de Sánchez Mazas, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, hasta los “amigos del bosque”, que seguían viviendo en el Colell, ya viejos) pero no había conseguido nada sobre aquel miliciano anónimo y, sin eso, sentía que todo lo que tenía no servía de nada. Hasta que Bolaño le dio la pista que rescató al libro y que le dio confianza para terminarlo, como es de público conocimiento, porque Cercas así lo contó en Soldados de Salamina, que fue un bombazo editorial que dio fama, fortuna y prestigio a su autor.
Bolaño no sólo figura en él como personaje, sino que le da en bandeja a Cercas el mejor personaje del libro, el aliento épico y elegíaco que (en mi opinión, al menos) convierte a Soldados de Salamina en lo que es. A esa altura (el libro de Cercas salió en 2001), Bolaño ya había publicado Los detectives salvajes, era leído con veneración por muchos y era doblemente admirado porque, mientras esperaba un trasplante salvador de hígado, escribía contra reloj las más de mil páginas de su opus magnum, 2666, con el que esperaba salvar económicamente a su esposa y sus hijos cuando él ya no estuviera (el trasplante nunca llegó; Bolaño murió en 2003, no llegó a ver 2666 publicado ni alcanzó a disfrutar la fama póstuma, planetaria, que mereció desde entonces).
La gran paradoja es que Bolaño ya había usado como personaje a aquel miliciano clave en el libro de Cercas. Fue antes de entrar en su período iluminado, en uno de esos libros con los que intentaba en vano romper su desgracia literaria presentándose a todo concurso regional que ofreciera algún premio en metálico. Era un thriller lento, contado a tres voces, ambientado en un camping cerca del mar. Se llamó La pista de hielo, ganó en 1993 un premio regional en Alcalá de Henares y fue uno más de los desengaños de padeció Bolaño hasta que encontró su formidable registro literario en Estrella distante.
El personaje que aparecerá ocho años más tarde en Soldados de Salamina con el nombre de Miralles es el mismo que, en La pista de hielo, tiene apenas un apodo (“El Carajillo”) y desaparece pronto y sin gloria del libro. Se trata de un viejo soldado republicano que luego de la derrota huye a Francia, cae preso, es reclutado en la Legión Extranjera, pelea en la Segunda Guerra, salva la vida de milagro después del estallido de una mina, recibe una pensión de veterano, vive en Dijon y todos los veranos vuelve a Gerona a pasar unos días en un camping junto al mar.
Bolaño es el sereno del camping en ambos libros. Pero el Miralles de Soldados de Salamina es mucho mejor personaje que el de La pista de hielo. Y el Bolaño de Cercas es mucho mejor que el Bolaño de Bolaño. A veces ocurren esas magias raras. Bolaño estuvo iluminado en casi todos los libros de su última época (en grado sumo en Estrella distante, Los detectives salvajes y las últimas 300 páginas de 2666) pero en La pista de hielo no. Y yo he buscado en los otros libros de Cercas la magia de Soldados de Salamina pero no la he encontrado. Así que, con perdón de Cercas, su libro está en el sector Bolaño en mi biblioteca mental. Pero en un rincón especial de ese sector, porque tiene uno de mis Bolaños preferidos: el que enfrenta luchadores de sumo en sus sueños de hospital y se hace amigo en un camping de un viejo miliciano republicano, veterano de La Legión Extranjera, llamado Miralles.
Juan Forn
Diario Página/12, mayo de 2020
Encuentre los libros de Roberto Bolaño y Javier Cercas en nuestro catálogo.
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Bettý
de Arnaldur Indridason
(RBA Libros, Barcelona, 2017, 242 páginas)
El epígrafe del libro es una cita de El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain: “Aquel iba a ser un crimen tan miserable que ni siquiera podía llamarse así. Tan solo iba a ser un vulgar accidente de tráfico, con tipos borrachos, bebidas en el coche y demás.”
En cierta forma es un homenaje a esa obra maestra de la literatura policial por cuanto Bettý plantea un conflicto similar.
La novela está narrada por su protagonista y utiliza un vocabulario neutro que no puede menos que atribuirse a un hombre (“El orgasmo recorrió todo mi cuerpo como un millón de pequeñas y deliciosas descargas eléctricas y me desplomé sin fuerzas sobre la almohada.”). Esa primera persona desarrolla una historia ambigua que obliga a dudar sobre lo que está ocurriendo. Hasta que en la página 124 se revela que la bella y seductora Bettý está haciendo enloquecer a otra mujer, Sara, que es la protagonista Por ello, cuando se muestra su verdadera identidad, la historia cambia de sentido, hace un viraje, lo que en cine se denomina un plot-point. Y se blanquea que Bettý es bisexual y Sara lesbiana. Claro que también este giro puede interpretarse como un recurso literario poco legítimo, pues se mantuvo engañado al lector.
El relato de Sara es completamente introspectivo y desgarrador, ya que intenta descifrar su conflictiva personalidad. Hay una suerte de montaje paralelo entre el interrogatorio que sufre en prisión y los recuerdos de los siniestros senderos que la condujeron a ser acusada de un asesinato. Además, aunque el ritmo de la novela es moroso y pausado, el suspenso y el misterio son permanentes porque se va señalando que muchos hechos que se interpretaron de cierta manera, en realidad tenían otro sentido.
Lo que sí queda claro –hecho que también se ha comprobado con otros países nórdicos–es que Islandia no es ningún paraíso: poco abierto a la comunidad LGTBI, impera en su sociedad cierto machismo y la institución de la justicia se caracteriza por su arbitrariedad y corrupción.
La prosa de Indridason es sencilla, serena y de párrafos cortos. Excelente la traducción de Fabio Teixidó.
Arnaldur Indridason (Reikiavik, Islandia, 1961) es un autor consagrado de novelas negras. Las marismas (2000) recibió La Llave de Cristal a la mejor novela policíaca nórdica. Por esa especialidad, La voz (2002) ganó el Martin Beck Award, La mujer de verde (2001) el Gold Dagger y Pasaje de las sombras (2013) mereció el Premio RBA. Otras de sus obras son Operación Napoleón (1999), Invierno Ártico (2002) y El hombre del lago (2004).
Germán Cáceres
(RBA Libros, Barcelona, 2017, 242 páginas)
El epígrafe del libro es una cita de El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain: “Aquel iba a ser un crimen tan miserable que ni siquiera podía llamarse así. Tan solo iba a ser un vulgar accidente de tráfico, con tipos borrachos, bebidas en el coche y demás.”
En cierta forma es un homenaje a esa obra maestra de la literatura policial por cuanto Bettý plantea un conflicto similar.
La novela está narrada por su protagonista y utiliza un vocabulario neutro que no puede menos que atribuirse a un hombre (“El orgasmo recorrió todo mi cuerpo como un millón de pequeñas y deliciosas descargas eléctricas y me desplomé sin fuerzas sobre la almohada.”). Esa primera persona desarrolla una historia ambigua que obliga a dudar sobre lo que está ocurriendo. Hasta que en la página 124 se revela que la bella y seductora Bettý está haciendo enloquecer a otra mujer, Sara, que es la protagonista Por ello, cuando se muestra su verdadera identidad, la historia cambia de sentido, hace un viraje, lo que en cine se denomina un plot-point. Y se blanquea que Bettý es bisexual y Sara lesbiana. Claro que también este giro puede interpretarse como un recurso literario poco legítimo, pues se mantuvo engañado al lector.
El relato de Sara es completamente introspectivo y desgarrador, ya que intenta descifrar su conflictiva personalidad. Hay una suerte de montaje paralelo entre el interrogatorio que sufre en prisión y los recuerdos de los siniestros senderos que la condujeron a ser acusada de un asesinato. Además, aunque el ritmo de la novela es moroso y pausado, el suspenso y el misterio son permanentes porque se va señalando que muchos hechos que se interpretaron de cierta manera, en realidad tenían otro sentido.
Lo que sí queda claro –hecho que también se ha comprobado con otros países nórdicos–es que Islandia no es ningún paraíso: poco abierto a la comunidad LGTBI, impera en su sociedad cierto machismo y la institución de la justicia se caracteriza por su arbitrariedad y corrupción.
La prosa de Indridason es sencilla, serena y de párrafos cortos. Excelente la traducción de Fabio Teixidó.
Arnaldur Indridason (Reikiavik, Islandia, 1961) es un autor consagrado de novelas negras. Las marismas (2000) recibió La Llave de Cristal a la mejor novela policíaca nórdica. Por esa especialidad, La voz (2002) ganó el Martin Beck Award, La mujer de verde (2001) el Gold Dagger y Pasaje de las sombras (2013) mereció el Premio RBA. Otras de sus obras son Operación Napoleón (1999), Invierno Ártico (2002) y El hombre del lago (2004).
Germán Cáceres
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García Márquez y "Cien años de soledad"
El gran Gabo y una anécdota imperdible de cómo tuvo que enviar el manuscrito de su célebre novela a la Argentina.
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Más libros para el catálogo
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Llegaron los primeros
Sin Feria del Libro, este año, la tradicional campaña "Libro%", que permite a las bibliotecas populares la compra de libros con descuento a través de CONABIP se realiza de forma on line. Todavía quedan unos días pero ya recibimos el primer envío, de la editorial Fiordo.
Próximamente estos títulos estarán disponibles para nuestros socios, cuando reabramos al público.
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