de D. H. Lawrence
(Publicaciones Sol90 S.L., Buenos Aires, 2020, 320 páginas)
La novela adopta una óptica omnisciente y es muy psicológica porque bucea en los más íntimos recovecos de los sentimientos y opiniones de los personajes. Se señalan también el desasosiego y la soledad que después de la Primera Guerra Mundial sufrían las clases altas inglesas.
Otro dato que revela es el odio visceral y despreciativo del pueblo británico hacia los irlandeses, así como el desmoronamiento de las glamorosas campiñas y casas de Inglaterra, que son reemplazadas por las fábricas y los barrios obreros propios de la era industrial. Hay un notorio conflicto de clases, lleno de contradicciones. La señora Bolton, asistente y enfermera de Sir Clifford, propietario de una mina, reconoce que: “En una disputa entre patronos y obreros, ella se ponía siempre del lado de los obreros. Pero cuando no había litigio de ningún género, suspiraba de ganas de ser superior, de pertenecer a la clase más elevada”. Pero el terror hacia el comunismo había calado hondo en ese país.
Connie (Constance) Chatterley es una mujer sumamente conflictuada, como su esposo Sir Clifford, que en esa guerra fue herido y no solo quedó inválido sino también impotente: no tuvieron hijos. Esa tortura interior que sufren ambos también la padecen los demás personajes secundarios por innumerables motivos.
De las tantas críticas que emite la novela hacia todos los sectores sociales, no escapan los escritores, a los que considera como entes esclavos del ego y de la ostentación de su obra.
La prosa de Lawrence es excelente pero sin ornatos, con precisas descripciones de los barrios de mineros y el inmenso bosque situado al lado de la mansión del matrimonio.
Según relata Lawrence, en el período de entreguerras el hombre y la mujer no se entendían sexualmente. La aparición del guardabosque Oliver Mellors, que está al servicio de Sir Clifford, hace cambiar de rumbo y de sentido a El amante de Lady Chatterley. Debe reconocerse que es un hombre atormentado porque ha sufrido mucho y prefiere vivir en soledad, lejos de todo contacto humano. Es un escéptico sobre la humanidad a la que considera frustrada: “Sin embargo, es una vergüenza lo que se ha hecho con la gente durante estos últimos cien años: han reducido a los hombres simplemente a insectos obreros, y les han quitado toda su virilidad y toda su vida auténtica”. Pero sucede que él y Connie se enamoran y tienen relaciones intensas y fogosas, que el autor describe en clave de sexo explícito, con una audacia inaudita y, a la vez, exquisita riqueza literaria. El libro se erige en una celebración del erotismo, y asocia la pujante naturaleza del bosque con el impulso vital de aquel. La novela promovió una escandalosa polémica, fue tildada de pornógrafa e implacablemente censurada y tuvo muchos problemas para su edición: recién pudo hacerlo en el Reino Unido en 1960 (antes fue publicada en Florencia en 1928). Desde hace años está considerada un clásico de la Literatura Universal.
Connie valora el cuerpo humano más que al espíritu. Ella “se daba perfecta cuenta de que le tenía miedo a la sociedad; sabía por instinto que era una bestia maligna y parcialmente loca”.
La carta final de Mellors es una auténtica declaración de amor, que señala una transformación absoluta en su personalidad semisalvaje.
En el transcurso de la narración se deslizan pensamientos y reflexiones agudas: “Se supone que el mundo está lleno de posibilidades, pero se limitan a muy pocas para la mayoría de la gente”. “Con aquellas criaturas que constituían las masas industriales, y sabiendo cómo eran las clases superiores, no había esperanza; no había ya ninguna clase de esperanza”. En su carta Mellors proclama que:”El dinero le envenena a uno cuando lo tiene, y le mata de hambre cuando no lo tiene”.
D.H.Lawrence (Inglaterra, 1885/Francia, 1930), autor de novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos y libros de viajes, fue muy cuestionado y calificado de pornógrafo, pero finalmente se lo consideró como uno de los mayores narradores de su siglo. Es célebre por sus novelas Hijos y amantes (1913), El arco iris (1915) y Mujeres enamoradas (1920). Además de ser un reconocido y prolífico poeta, también sobresalió como extraordinario cuentista, y se destacan los relatos incluidos en El oficial prusiano y otras historias (1914). El realizador Ken Russell realizó una antológica adaptación cinematográfica de Mujeres enamoradas (Reino Unido, 1969).
Germán Cáceres
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