Por Gustavo Bernstein
(Ítaca ediciones, Buenos Aires, 2019, 250 páginas)
Recién en la página 29 se aclara que Christian Frans de Ronde (1913-1996) fue una ajedrecista que formó parte del equipo holandés en la Olimpíada de 1939 desarrollada en Buenos Aires. En este torneo intervinieron figuras relevantes como Capablanca, Alekhine, Keres y Tartakower. A raíz del estallido de la Segunda Guerra Mundial en ese mismo año, tanto De Ronde como otros maestros europeos (Erich Eliskases, Gideon Stahlberg, Miguel Najdorf y Moshe Czerniak) se radicaron en nuestro país. De Ronde fue declarado desertor por Holanda en 1942. Es oportuno mencionar el agudo análisis que Bernstein realiza sobre la famosa Novela de ajedrez, de Stefan Swieg.
A tramos el libro da la impresión de que la figura del ajedrecista fue una excusa para mostrar la realidad social y política que vivió la Argentina a partir de su exilio. Así se asemeja a un diario íntimo en el que tienen lugar cartas, entrevistas, diálogos y citas de libros y de diarios, siempre a través de una escritura cuidada, plena de períodos, de símbolos y de innumerables referencias culturales. Entre ellas varias opiniones profundas de De Ronde: “Puro no hay nada en este mundo. Todo en el hombre es materia espuria. Una cruzada por la pureza acabaría en un suicidio colectivo”, y otras propias de su personalidad introvertida: “Nadie sabe sobre mi vida. Es como quiero que sea. Elegí ser un paria”. En su solitaria existencia –aunque se casó y tuvo un hijo–soportó muchos sufrimientos: al respecto su esposa argentina opinaba de él que “…le intrigaba este caballero hermético, tan distante y al mismo tiempo tan ceremonioso en sus modales”. Además de un gran jugador, De Ronde era un erudito muy versado en diferentes cuestiones artísticas, literarias, científicas y filosóficas. Al comentarlas Gustavo Bernstein demuestra que él también lo es.
En De Ronde/Retrato de un apátrida aparecen varios personalidades interesantes, entre ellas Raúl Santana, crítico de arte, pintor y curador, y Jorge Acha, al que el autor dedicó numerosos trabajos (compilador de Escritos Póstumos y de Jorge Acha: una eztetyka sudaka; director y guionista del filme Thálassa, un autorretrato de Jorge Acha).
A partir de la página 71 el texto se convierte en un original ensayo político sobre el peronismo, que parece no tomar partido definitivo sino enarbolar sus grandes méritos y sus inmensos defectos, pero no puede dejar de deslizar un fuerte escepticismo. Todo este período de la historia nacional (desde el ingreso de De Ronde al país) es sinuoso y desconcertante por la violencia que termina desatándose entre la guerrilla y los grupos paramilitares organizados por las fuerzas armadas. La valiosa documentación a que recurre Bernstein asombra y apabulla. Una jovencita –sobrina política del ajedrecista– afirma: “Para mí, el mundo adulto se había ido a la mierda, estaban todos locos…” Y resulta espeluznante y desgarrador el relato de su madre, que estuvo prisionera y sometida a torturas en los sótanos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército.
Ante la posible interpretación de De Ronde/Retrato de un apátrida como una novela dispersa que participa de distintos registros, el mismo autor se encarga de definirla: “Una novela concentrada responde a la estructura cerrada del cuento. Es un cuento, pero largo. A mí me gustan rizomáticas. Me gustan las fugas, el divague. Las veo más parecidas a la vida.”
También el libro reproduce las manifestaciones del hijo, Christian de Ronde, que se doctoró en Física en Utrech (Holanda). “No sé qué decir de mi viejo. Todos lo han querido catalogar un ácrata, un ajedrecista, un desertor solitario. Son clasificaciones engañosas. Si hubiera que elegir una palabra, yo diría que fue un asceta”.
En el diálogo que mantiene Bernstein con Marcela Alba, una terapeuta especializada en niños –y ex esposa–, hay varios hallazgos brillantes de la psicóloga al analizar los vínculos de la familia De Ronde y, además, confesiones de parte del escritor sobre sus debilidades y defectos personales.
El libro intenta en los últimos tramos encerrar en una amplia definición del personaje. Pero Bernstein prefiere en el capítulo final, el 64 –como la totalidad de casilleros del juego–, una definición sencilla y pragmática: “Si alguna esquirla de eternidad había estallado en su vida tenía que haber acontecido en una partida. ¿En cuál? No tuve dudas. Tim Krabbé, en su artículo, ya la había calificado: «Una partida inmortal». Lo que De Ronde fue había quedado inmortalizado en ese instante de su vida. Ahí debía buscar la impronta de su temperamento (…) Sencillamente genial. No por nada había quedado en los anales del ajedrez como una partida mítica.” Se refiere a Chris De Ronde vs. Hendrik Kamstra (Amsterdam, 1938). (Ver en https://www.youtube.com/watch?v=NkPXTsOXViM).
Gustavo Bernstein (Buenos Aires, 1966) es arquitecto, periodista, escritor y cineasta. Ha publicado, además de los títulos ya nombrados, Maradona, iconografía de la patria, Diez relatos cinematográficos, Sarrasani, entre la fábula y la epopeya, La patria peregrina, Ejercicios de fe, Mutatis Mutandis y El rostro de Cristo en el cine. Una lectura cinematográfica del Evangelio. En cuanto a director debe agregarse su película Sudacas. Como periodista ha colaborado en los diarios La Nación, Clarín, Página/12, Ámbito Financiero, La Gaceta de Tucumán y la Agencia Télam. Fue profesor de cine en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la U.B.A.
Germán Cáceres
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