de Shirley Jackson
(Debolsillo, Buenos Aires, 2019, 232 páginas)
Al comienzo de la novela se informa que el Dr. en Filosofía John Montague estudia las manifestaciones sobrenaturales y que alquiló por tres meses una mansión hechizada llamada Hill House.
La autora no se detiene en sutilezas ni alusiones cuando una de las protagonistas, Eleanor Vance –a quien define como solitaria y acomplejada–, sentencia que “Era una casa abominable. Sintió un escalofrío y pensó: Hill House es un sitio atroz y enfermizo…”. O sea, advierte que será una novela de terror.
Los diálogos son breves y precisos y abundan las conversaciones entre los principales personajes (Eleanor, Theodora, Luke, Montague, la esposa de éste y Arthur). En ellas el doctor teoriza sobre los fantasmas y llega a afirmar que no hacen daño alguno, que si hay alguna víctima es culpa de ella por no tener fortalecida su mente. “El miedo es el abandono de la lógica y de la razón”, sostiene, y también que los poltergeists están en la más baja escala social del otro mundo. A su vez la señora Montague realiza sesiones de espiritismo recurriendo a una Planchette, la cual, según su esposo, es un artilugio similar al tablero Ouija: ambos permitirían establecer una escritura automática que comunica con los “seres intangibles”, métodos que el doctor descarta por ser productos de la imaginación supersticiosa de quienes los usan.
En este año 2019 estos recursos suenan un poco «deja vu», pues se ha conocido demasiado cine de terror, como por ejemplo: Sexto sentido (1999, de M. Night Shyamalan), The Blair Witch Project (1999, de Daniel Myrick) y Los otros (2001, de Alejandro Amenábar).
Paulatinamente el texto va creando suspenso sobre lo que ocurrirá en Hill House. Mientras, la narración se torna amena, a la espera de que sucedan acontecimientos truculentos.
Gracias a la excelencia de la traducción de Paulino Serrano Valero se puede disfrutar de la prosa exquisita de Shirley Jackson, que se luce con superlativas descripciones de paisajes: “La corriente se movía rápidamente en pequeñas ondas brillantes; al otro lado, la hierba crecía hasta el borde del agua y flores amarillas y azules se inclinaban sobre ella…”.
Jackson se toma veinte páginas para describir la mansión con minuciosidad. Da la sensación de que la casa está animada, que goza de vida propia, como ocurría en El reloj de sol (1958). La novela que se comenta es de 1959.
La narración adquiere dinamismo a partir de la aparición de la señora Montague y del profesor Arthur.
Eleanor rompe el hechizo y se vincula con la casa viviente. Pero Jackson, inteligentemente, deja entrever en esa circunstancia una posible sugestión de su parte, así como las sensaciones que padecen los demás personajes (puertas que se abren y cierran solas, corredores que son verdaderos laberintos y dificultan desplazarse por las habitaciones, lugares de intenso frío –como si se estuviera en la entrada de una tumba–, ruidos, pasos. voces extrañas). De manera que todo pudo deberse a un desvarío de los visitantes.
En 2018 en la plataforma Netflix se estrenó una serie sobre una versión libre de La maldición de Hill House.
Shirley Jackson (1916, California-1965, Vermont) es conocida por su temática de terror. Alcanzó la fama en 1949 por el relato «La lotería», que apareció en The New Yorker, donde se publicaron posteriormente muchos de sus cuentos, algunos de los cuales fueron adaptados al cine y a la televisión. Además escribió, entre otras novelas, The Road Throuh the Wall (1948), Hangsaman (1951), The Bird´s Nest (1954) y Siempre hemos vivido en el castillo (1962).
Germán Cáceres
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