Ante la proximidad del Congreso Internacional de la Lengua Española, que se realizará del 27 al 30 de marzo en Córdoba, recordamos en esta nueva entrega la publicación de un diccionario del habla de los argentinos.
Retrato de Tobías Garzón, pesquisa de la lengua coloquial en Argentina. (Agencia Córdoba Cultura)
“¿Será posible que este idioma nuestro, nacional, carezca de un diccionario propio, que registre las palabras, frases y modismos usados en la República Argentina y que no están incluidos en el Diccionario de la Academia, o que, si lo están, no tienen el significado que nosotros le damos?”, se preguntaba el cordobés Tobías Garzón.
Originalmente, Garzón respondió a esa carencia con una colección de barbarismos -pronunciar o escribir mal las palabras o emplear vocablos impropios-, y de esa cantera de palabras surgió el “Diccionario argentino”, cuyo contenido se ajusta al uso de la lengua española en el territorio nacional.
Originalmente, Garzón respondió a esa carencia con una colección de barbarismos -pronunciar o escribir mal las palabras o emplear vocablos impropios-, y de esa cantera de palabras surgió el “Diccionario argentino”, cuyo contenido se ajusta al uso de la lengua española en el territorio nacional.
Postal alusiva la Revolución de Mayo, 1810-1910. (Agencia Córdoba Cultura)
“Entre 1910 y 1911 se publicaron también el “Vocabulario criollo-español sudamericano” (1910) de Ciro Bayo, el “Diccionario de argentinismos, neologismos y barbarismos: con un apéndice sobre voces extranjeras interesantes” (1911) de Lisandro Segovia y el “Vocabulario argentino: refranes, frases familiares usados en la Argentina” (1911) de Diego Díaz Salazar”, enumera Daniela Lauria en su ponencia “Lengua y nación. El Diccionario Argentino de Tobías Garzón”.
Los argentinismos
“A más de algunas noticias acerca del origen y formación de un buen número de palabras, se halla ilustrado con un copioso caudal de textos ó pasajes de autores americanos, particularmente argentinos, historiadores, estadistas, educacionistas, hombres de ciencia y de gobierno, oradores, viajeros, poetas, etcétera”, refleja Tobías Garzón.
En cuanto a las fuentes consultadas por el autor, se destacan los diarios y las revistas porque “ellos son la lengua; ellos son el alma y la vida de las sociedades. Su vocabulario es el vocabulario del pueblo en sus múltiples manifestaciones”.
El “Diccionario Argentino” vio la luz en un contexto decisivo para Argentina. En la primera década del siglo pasado, el país experimentó una exaltación de la argentinidad en distintos órdenes de la vida con motivo de la celebración del centenario de la Revolución de mayo de 1810.
Identidad lingüística
Por aquel entonces hubo una gran afluencia de inmigrantes al territorio nacional, gracias a una política favorable expresada en la ley de Inmigración y Colonización de 1876. Entre 1895 y 1914 ingresaron al país 3.362.479 inmigrantes, de acuerdo a los registros oficiales.
En 1910, Argentina se ubicó entre los países más ricos y prósperos del mundo (“espejo de la civilización europea en América”, graficó el historiador Félix Luna). El país expandió una red ferroviaria, consagró la educación común, gratuita y obligatoria y erigió una capital al gusto europeo, como se anhelaba desde el último cuarto del siglo XIX.
La celebración del centenario, la diversidad lingüística, social y cultural asociadas a la inmigración, dieron origen cantidad de reflexiones sobre la idea de Nación y la lengua es un componente constitutivo de la identidad nacional.
Portada de la obra del lexicógrafo cordobés. (Agencia Córdoba Cultura)
Algunos términos recogidos por Tobías Garzón
Abatatado: Acorado, tímido y encogido.
Acriollarse: Acomodarse el extranjero a los usos y costumbres de los hijos del país. Allicito: Allí, muy cerca de aquí. Es muy usado entre la gente del campo.
Balconear: Mosquetear, observar a los que juegan parados los observadores alrededor de la mesa de billar. Mirar, observar con curiosidad desde los balcones.
Blandengue: Dícese de la persona sin carácter, maleable y fácil de manejar particularmente en política.
Cabeza: Cabeza de chorlito, persona de mala memoria que de todo se olvida.
Cachafaz: Pícaro, bellaco, bribón. Descarado, atrevido, revoltoso.
Chulengo: Avestruz pequeño.
Encelado/da: Dícese del hombre que está muy enamorado o manifiesta mucho entusiasmo por una mujer, o viceversa.
Gauchada: Acción arriesgada o difícil, particularmente si es realizada con buen suceso.
Guastar: Tirar, arrojar ó sacudir con violencia una cosa contra otra que ofrezca resistencia, de modo que haya un fuerte golpe ó choque.
Historiero,a: Que arma historias; algo así como el “hazañero” español, sin uso entre nosotros, y el autero, de cepa criolla ; pero ni lo uno ni lo otro, pues si bien no hay historiero que no sea «hazañero» ó autero, hay “hazañeros“ ó auteros que no son historieros. Estos son amigos de inventar ó exagerar especies desagradables, llevando chismes y previniendo con ellos los ánimos contra las personas.
Macanudo,da: Muy bueno, excelente, magnífico.
Manchancha: Monedas que, después del bautizo, tiran los padrinos a los muchachos para que las recojan. Suele haber manchancha también en los casamientos y otras fiestas.
Monear: Presumir. Ostentar uno nimia satisfacción de una cosa que posee, mostrándola, ó ponderando sus buenas cualidades.
Orejero,ra: Dícese de la persona que está siempre a la oreja, trayendo y llevando chismes.
Pasatús: Arreglo, acomodo ó limpieza hecha con improlijidad y como pasando ligeramente la mano por sobre las cosas.
Puesto: Dependencia de una estancia ó establecimiento de campo, más ó menos distante de la casa principal, con un pequeño rancho donde vive el puestero ó encargado de cuidar los cercos y sembrados por esa parte, y las haciendas, si las hay.
Pururú: Maíz frito en grasa.
Rastreador: Aplícase al gaucho de nuestra campaña hábil en seguir el rastro de personas, animales y cosas, y descubrir por él ciertas circunstancias, cuya
exactitud, á veces, á los profanos en este arte, parecería increíble si no estuviese abonada por testimonios respetables.
Sucucho: Cochitril, tabuco, voces castellanas que no usamos nosotros; cuarto estrecho y sombrío.
Troludo, da: Cachaciento, flojo, negligente, dejado.
Diario La Voz del Interior
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