de Susan Sontag
(Penguin Random House, Barcelona, 2018, 352 páginas)
Su escritura despliega precisión, rigor y soltura. Posee excelentes traducciones a cargo de varios responsables, pues los textos proceden de distintas publicaciones. Es sobre todo famosa por sus ensayos y novelas, pero según el prólogo a la edición inglesa de Benjamin Taylor, “los cuentos son adonde debemos dirigirnos para conocer a Sontag más íntimamente”.
Respecto a «El muñeco» – una suerte de robot–, no puede dejar de evocarse el relato «Marionetas S.A.», de El hombre ilustrado, de Ray Bradbury, pero la autora le da un tratamiento distinto y sumamente imaginativo, que alude a la soledad innata de la condición humana de modo perturbador: “He descubierto que estoy cansado de ser persona. (…) Me gustaría ser una montaña, un árbol, una piedra. Si he de continuar siendo una persona, la vida de la escoria solitaria es la única tolerable.”
Tanto «Descripción (de una descripción)», como «El muy cómico lamento de Píramo y Tisbe», «Un Parsifal» y «Diálogo de una descendiente de Noé y un pájaro» son alardes estilísticos y, de acuerdo a la nota de Aurelio Major a la edición española, “Se ha optado por reproducirlos al final, en orden cronológico de publicación y a manera de coda…”
Sontag fue una gran admiradora de Thomas Mann y en «Peregrinación» relata con sinceridad y apasionamiento el encuentro que mantuvo con el gran maestro en California, donde ambos vivían cuando ella tenía catorce años y ya sentía un intenso amor por la literatura y el universo de la cultura. Al final se desilusiona porque “El hombre que estaba frente a mí solo hablaba con fórmulas sentenciosas”/ “Algunos años más tarde, cuando ya era escritora y conocí a otros muchos escritores, aprendí a ser más tolerante con la brecha que media entre la persona y su obra.”
Innumerables asociaciones en un estilo ágil y espontáneo, como si no hubiese pasado por una corrección posterior, se encuentran en «Proyecto para un viaje a China».
«Espíritus norteamericanos» es un cuento de humor lunático, lindante con el absurdo, en que se cita a personalidades –unidas en pares–, entre las que desfilan escritores, presidentes, artistas de cine, músicos. Todo un logro.
Imaginativo y ocurrente resulta el relato «La escena de la carta», que desconcierta al lector con un alud de pensamientos: ¨Sin olvido no pueden existir ni la felicidad, ni la alegría, ni la esperanza, ni el orgullo, ni el presente.” Además, un descreimiento de la posibilidad de amar lo sobrevuela. Hay fragmentos de auténtico vuelo poético, como la peculiar correspondencia entre Tatyana y Eugene. Se aproxima al género de la miscelánea, tan caro a nuestro Macedonio Fernández.
«Viaje sin guía» está concebido muy en el estilo de escritura automática, con numerosos hallazgos (“Esa debe ser nuevamente la seducción del pasado. Pero espera a que el ahora se convierta en entonces. . Verás cuán felices fuimos.”) En cierto sentido es una sátira al turismo entendido como fenómeno consumista.
Un aire kafkiano y a la vez borgeano se respira en «Repaso de antiguas quejas», en el cual se describe una organización imprecisa de la que se ignoran sus orígenes, fines y propósitos. Brillante su abordaje dando rodeos explicativos y sin llegar a ninguna conclusión. Y el narrador, miembro de dicha organización, quiere retirarse, pero a la vez una fuerza interior lo aferra a ella porque le da seguridad y pertenencia.
«Declaración» reúne apuntes de varias historias a desarrollar que además pueden integrarse. Los personajes que aparecen esporádicamente muestran conductas y manías muy peculiares.
«Así vivimos ahora» (publicado en The New Yorker, 1986), puede entenderse como un tour de forcé propio de una malabarista que maneja las palabras como desea. Lo recorre el temor a la muerte que anida en todos los seres humanos, especialmente durante aquellos años explosivos del sida.
«Doctor Jekyll» presenta a un Hyde que cuenta con su individualidad: es otro sujeto. Sagaces las opiniones que brinda el profesor Utterson a sus alumnos: “Solo una pequeña parte de vuestra vida está bajo vuestro control.” Al parecer Jekyll, Hyde y Utterson se comunican telepáticamente transmitiéndose energía. El profesor, que da clases en Instituto para la Desprogramación de Seres Potenciales, lanza emanaciones y radiaciones para sojuzgar a los demás. En el cuento predominan el tono burlón y el nonsense.
Hay un diálogo jugoso entre una pareja y un doctor. Los comentarios del último solo se transcriben a través de las preguntas que le hace esa pareja sobre «El Nene», su hijo, que da título a la narración. Y el lector se pregunta ¿qué le pasa a esa insólita familia? Paulatinamente se va sospechando que el Nene –que ya ha dejado de serlo– sufre de varias patologías, incluso que es una especie de monstruo. Y los padres tampoco demuestran coherencia en su visión deforme de la realidad. En definitiva, se trata de humor negro que bordea lo macabro.
Susan Sontag (Nueva York, 1933-2004) se consagró internacionalmente por sus ensayos reunidos en Contra la interpretación (1966). Otros títulos importantes son Estilos radicales (1969), Sobre la fotografía (1977) y La enfermedad y sus metáforas (1978). Escribió novelas como El benefactor (1963), El amante del volcán (1992) y América (1999, que obtuvo el National Book Award). También recibió en 2001 el premio Jerusalén y en 2003 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio de la Paz concedido por los libreros alemanes.
Germán Cáceres
CONVERSATION