de Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt
(Planeta, Buenos Aires, 2017, 526 páginas)
Suecia ya nos tiene acostumbrados a extraordinarios escritores de novelas policiales –entre ellos Henning Mankell, Stieg Larsson, Camilla Läkberg, Jens Lapidus– y ahora podemos agregar a los autores de este libro sumamente adictivo.
Michael Hjorth (Visby, Suecia, 1963) es guionista, director de cine y televisión, y escribió junto a Hans Rosenfeldt (Boràs, Suecia, 1964), la saga literaria protagonizada por el psicólogo criminalista Sebastian Bergman. Rosenfeldt es guionista, presentador de radio, actor y creó la famosa serie televisiva escandinava The Bridge (2011-2018).
La novela, aunque está escrita en tercera persona, transmite los pensamientos de todos los personajes. La prosa es directa y carente de imágenes, pero maneja con soltura y solvencia la trama y las múltiples situaciones riesgosas que van experimentando aquellos: “La adrenalina y las endorfinas que se liberan de forma instantánea son el turbo, el combustible, la explosión que hace funcionar el motor al máximo de su capacidad. (…) No es fácil volver al punto muerto después de haber pisado a fondo el acelerador, de haber sentido el poder, de descubrir lo que nos impulsa a vivir. El riesgo.”
Es de primera la traducción de Claudia Conde.
Tanto Bergman como la policía Ursula Andersson tienen un método deductivo muy similar al empleado por Sherlock Holmes, aunque menos efectista. En cierta forma Secretos imperfectos moderniza la clásica novela enigma. Es increíble cómo se amplifica la historia para introducir nuevos personajes e intensificar el misterio.
Los autores –que optan por un punto de vista omnisciente–son muy sagaces al describir las sinuosidades de la psicología de los personajes, tanto principales como secundarios, como si no se tratara de una narración policial (“…lo importante son los impulsos y no los sentimientos, que no son más que subproductos.”) (“Pero la verdad es que nadie cambia y eso lo sabía Sebastián. Lo que sucede es que vamos dando vueltas en torno a un mismo eje y a veces mostramos caras diferentes, pero en el fondo siempre somos los mismos.”) Además, Torkel Höglung, Jefe de la Unidad de Homicidios de la Policía de Estocolmo, no tiene una buena opinión del periodismo: “La prensa simplificaba hechos complejos, se regodeaba en las tragedias y promovía el miedo y la desconfianza entre las personas.”
Es frecuente que cada capítulo finalice con una incógnita en esta investigación del brutal asesinato de un joven de dieciséis años cometido en la ciudad sueca de Västerås. Si bien es un recurso muy utilizado, Hjorth y Rosenfeldt logran que funcione como una auténtica y legítima herramienta literaria.
Los personajes no son simpáticos porque están abrumados por sus neurosis y fracasos sentimentales. Tal vez, aunque resulta arrogante, provocador y conflictivo, Sebastian Bergman pueda ganarse el cariño del lector ya que ha sufrido y sigue padeciendo en su solitaria vida, que lo ha tratado brutalmente.
Germán Cáceres
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