de Cristina Villanueva
(Instituto Lucchelli Bonadeo, Buenos Aires, 2017, 84 páginas)
Al principio del libro hay una frase de Edgar Bayley: “La poesía existe para que la muerte no tenga la última palabra”. Citas de otros escritores recorren sus páginas con reflexiones sobre el hecho poético. Asimismo, la autora, en una suerte de introducción titulada «Viaje textual», afirma que “En ese sentido la literatura toda es erótica. Aunque se escriba desde el dolor, desde el horror, sobre la muerte”.
En su poemario (que en ciertos casos asume la prosa poética) Cristina Villanueva defiende los valores humanos frente a las sociedades mercantilizadas que caracterizan nuestro tiempo.
Si bien en La puerta clandestina están presentes el deseo y el ansia de vivir, el tema del final de nuestro paso por el mundo se nombra constantemente, como si el propósito de la poesía fuera anular ese desenlace inevitable.
La poeta busca la epifanía, el hallazgo de un suceso mínimo, cotidiano, que ella siente pletórico a través de metáforas, símiles e imágenes: “Una casa/ donde rozarse desnuda con la vida”; “Buscar sabores, algún roce sedoso, poco, de a poco, sentir la tarde dejándose crear”; “Me abrigo en el arte efímero de los pequeños momentos. Entre el infinito y el instante fluye la vida”.
Como ella advierte en la nombrada introducción, su mirada hacia los objetos es sensual, hasta erótica: “Se sumerge en los ruidos del follaje, le da miedo perderse y no poder salir del mar impenetrable y lujurioso”. Menciona continuamente los perfumes, las flores, el viento, las estrellas.
Muy conmovedora y lograda «Una mañana con Cristina», dedicada a Ingmar Bergman, que puede interpretarse como una evocación de las tantas colas que hizo en el cine Lorraine para asistir a un ciclo del director sueco.
La «Receta para disfrutar de la llovizna» y «Tapiz de otoño», tal vez puedan entenderse como reflexiones sobre su poesía: “Para sentir el placer de la llovizna se necesitan una ventana, un libro, el silencio y la memoria bien vivida de muchos días de sol”; “Guarda en su mirada el tapiz enhebrado de flores caídas, una fiesta de palabras y el dorado ruido del último sol alborotando el pecho”.
Como afirma Héctor Freire en sus excelentes «Palabras preliminares»: “…La puerta clandestina de Cristina Villanueva es el lugar de tránsito, paso o unión de mundos diferentes, estados o estaciones ante la vida que celebra”.
La autora nació en Buenos Aires y se graduó de Licenciada en Psicología. Es cuentista, poeta y narradora oral, y por esta última actividad participó en festivales internacionales en Montevideo, Elche, Barcelona, Santiago de Cuba, La Habana, Medellín, Santa Marta, Barranquilla y Valledupar. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Lengua suelta (2007, traducido al catalán), Relaciones Textuales (2009), Festín efímero (2014) y Por aquel pedacito de cielo (2015).
Germán Cáceres
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