de Eduardo González
(Ediciones SM, Buenos Aires, 2017, 152 páginas)
Desde el comienzo de la novela el autor desarrolla un tono evocativo por medio de frases cortas y a la vez poéticas. Utiliza bellos símiles: “Poco a poco fue perdiendo colores como flor de cardón que se quedó sin néctar.”/ “…toditas esas cuitas que me dolían en el cuerpo quedaban revoloteando y zumbando sobre mi cabeza como nube de alguaciles.” Además, emotivas coplas de su autoría recorren las páginas del libro enriqueciéndolo.
El protagonista, Abel, rememora la Quebrada de Huamahuca, donde se crió (“La historia de ese mundo en que era feliz. Donde los cóndores volaban alto, la comida se cocinaba lenta, y las noches pasaban silenciosamente abrigadas bajo la lana que mi mamá había tejido”). Indudablemente Eduardo González conoce la región como lo demuestra describiendo los paisajes, la vida cotidiana y sus creencias (en su biografía, al final del libro, se revela que la recorrió a fondo). También se percibe que se documentó profundamente sobre la cultura andina.
Su mudanza a Once junto a su madre después de la trágica muerte del padre fue traumática. Pero Lelia –la bibliotecaria de la escuela a la que concurre –, le aconseja ir escribiendo apuntes en un cuaderno de tapas duras, y así va desgranando sus recuerdos e impresiones de ese mundo que considera mágico. Uno se encariña con el protagonista y su entorno familiar y de amistades, incluso se sumerge en el texto y no quiere que por nada del mundo el destino lo separe de Clara, su noviecita.
Abel intuye que se convertirá en escritor después de leer con fruición a los autores que le recomienda Lelia (Charles Dickens, Julio Verne, Daniel Defoe, Mark Twain, Hans Christian Andersen, Arthur Conan Doyle), cuya enunciación se erige en un auténtico homenaje a la literatura.
Narrativamente va creando suspenso, y gira de la nostalgia a la tensión señalando que se avecina una circunstancia dramática (“…mi suerte cambió, en un momento, para siempre, sin aviso”).
Por el camino del cóndor despierta ternura y tiene gancho. González posee suficiente oficio y talento como para crear suspenso citando hechos o personas y advirtiendo al lector que pronto va a escribir sobre ellos. Los últimos capítulos se vuelven apasionadamente, como si se tratara de un thriller (el autor dirigió la revista virtual de literatura policial A HierroMuerte).
Bellas las ilustraciones de Irene Singer; asimismo, aplica con virtuosismo sus creativos colores.
Eduardo González es escritor, psicólogo y docente. Entre sus numerosos libros se encuentran El fantasma de Gardel ataca el Abasto, Origami, Al rescate del Eurídice, Los casos de Muki Murakami, la trilogía del pirata Abascal. Recibió numerosas distinciones, entre ellas el Konex 2014 en Literatura Juvenil. Por el camino del cóndor obtuvo el Premio El Barco de Vapor 2016.
Germán Cáceres
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