de Ana María Torres
(Botella al mar, Buenos Aires, 2016, 140 páginas)
En las «Palabras preliminares», Ana María Torres reconoce “…que ha sido el cuento mi género preferido” y que ha “querido rescatar los mejores (…) con la posibilidad de que no sean realmente los mejores”. Tampoco aquí se puede dilucidar esa incógnita, pero sí afirmar rotundamente que se trata de una excelente antología de veinticinco cuentos, cuya escritura precisa y calibrada, de párrafos cortos, proporciona una agradable lectura.
Uno de los temas que recorre la selección se ocupa del oficio de escribir. En «Los noctámbulos» expone dentro de una trama fantástica el deseo oculto de todo escritor: que su nombre y su obra queden estampados en las páginas de un libro por toda la eternidad. Tanto en «El escritor y las palabras» como en «Ese sábado gris» alude al período aparentemente inevitable en que el creador percibe que su inspiración ya ha perdido fuerza y no volverá a repetir la calidad de sus anteriores trabajos. En el segundo de los cuentos mencionados, se relata con agudeza cómo una escritora se sumerge en la depresión y el hastío y no puede levantarse de la cama para iniciar su rutina diaria (“Observaba el techo, la lámpara, los muebles, miraba sin ver…”).
«Los cimarrones» logra el clima de opresión de una ficción distópica que alude a un posible futuro dominado por perros salvajes, algo así como en El día de los trífidos, de John Wyndham, en el que estas plantas casi alcanzan ese temible objetivo. Una suerte de monólogo interior sobre la depredación que ejerce el hombre sobre la naturaleza se plantea en «El jefe y la bomba». A su vez, «Siglo XX” refleja un mundo desbordado por las calamidades. Y«Los revoltosos» se ubica en el absurdo y despliega una lógica implacable: “…nunca se sabe, todo el mundo no es lógico, la vida tampoco, todo puede ser, suceder”.
En cambio, «La cita» rezuma una romántica melancolía, en la cual una mujer recuerda todos los encuentros que tuvo con el amante que la abandonó, y el cuento no puede menos que evocar el desamparo que reinaba en La voz humana, de Jean Cocteau.
Hay cierta desesperanza en los textos acerca del destino de los seres humanos. En «La madona», la fatalidad se oculta tras una joven cuya hermosura es admirada por todo el pueblo y luego se convierte en la causa de su desolación En una billetera robada («La billetera») un carterista encuentra fotos de su propietaria, las que muestran que lleva una existencia confortable, y entonces, en una inesperada introspección, intuye que tal vez hubiera podido forjar otro tipo de vida. «El Sahara» describe con sensibilidad la majestuosidad del desierto y la atracción que surge entre la protagonista y un guía de turismo, pero esa fugacidad no permite que se concrete ningún tipo de vínculo. También la alienación y la soledad se manifiestan en una conversación con una silla («La silla») y en una pesadilla espantosa («La pesadilla»).
«Anacleta» I y II es muy original y permite a la autora exhibir su oficio: la historia está resumida prácticamente con monosílabos en la primera parte para después desarrollarla en la segunda.
Ana María Torres es narradora, poeta y dramaturga. Publicó catorce libros, entre los que se destacan ¿Qué le hicieron? (1981), Seguir viviendo (1984), Los revoltosos (1993), La empujan para allá (2002), La espera (2008) y Travesía (2014). Obtuvo sesenta y cuatro premios en diversos concursos literarios. Merecen citarse dos Fajas de Honor de la SADE, el Tercer Premio Municipal de CABA y Mención de Honor del Premio Nacional de Literatura Infantil.
Germán Cáceres
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