"Estrellas" en el Cineclub La Rosa
El Cineclub La Rosa retoma las funciones el miércoles 31 de mayo a las 20 horas, con la proyección de Estrellas, de Konrad Wolf, proyectada en 16mm gracias al Goethe-Institut. Será con entrada libre y colaboración voluntaria, en Austria 2154.
Miércoles 31 de mayo - 20 horas
ESTRELLAS
(Sterne, Alemania Democrática / Bulgaria, 1959, blanco y negro, 92 minutos)
Dirección: Konrad Wolf.
Elenco: Sasha Krusharska, Jürgen Frohriep, Erik S. Klein, Stefan Pejchev, Georgi Naumov, Ivan Kondov, Milka Tuykova
En un campo de concentración en Bulgaria, durante la II Guerra Mundial, un oficial nazi se enamora de una chica judía de origen griego mientras escolta a un grupo de prisioneros. La tragedia es presentada como un símbolo de pureza humana frente al fascismo y el racismo. La película ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Cannes 1959.
"En el festival de Cannes de 1959, la película Sterne, que por
motivos políticos participó como contribución búlgara, fue galardonada
con el premio especial del jurado. También entró en los cines de la
República Federal - sin embargo se habían recortado las imágenes finales
que anunciaban el compromiso futuro de Walter en la resistencia
comunista. Este tipo de intervenciones pertenecía entonces a los
fenómenos de la guerra fría.
"La película de Konrad Wolf no está ideológicamente sobrecargada ni es una película dogmática. Walter no es un héroe, sólo un hombre que por una parte, se ha resignado y por la otra intenta seguir siendo humano en tiempos inhumanos. Es significativo que la mente y la conciencia de Walter empiecen a moverse de verdad cuando se trata de sus propios intereses, es decir, de su amor por Ruth". (Hans Günther Pflaum)
Proyección en 16mm realizada con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.
Más información: www.cineclublarosa.blogspot.com
Miércoles 31 de mayo - 20 horas
ESTRELLAS
(Sterne, Alemania Democrática / Bulgaria, 1959, blanco y negro, 92 minutos)
Dirección: Konrad Wolf.
Elenco: Sasha Krusharska, Jürgen Frohriep, Erik S. Klein, Stefan Pejchev, Georgi Naumov, Ivan Kondov, Milka Tuykova
En un campo de concentración en Bulgaria, durante la II Guerra Mundial, un oficial nazi se enamora de una chica judía de origen griego mientras escolta a un grupo de prisioneros. La tragedia es presentada como un símbolo de pureza humana frente al fascismo y el racismo. La película ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Cannes 1959.
"La película de Konrad Wolf no está ideológicamente sobrecargada ni es una película dogmática. Walter no es un héroe, sólo un hombre que por una parte, se ha resignado y por la otra intenta seguir siendo humano en tiempos inhumanos. Es significativo que la mente y la conciencia de Walter empiecen a moverse de verdad cuando se trata de sus propios intereses, es decir, de su amor por Ruth". (Hans Günther Pflaum)
Proyección en 16mm realizada con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.
Más información: www.cineclublarosa.blogspot.com
CONVERSATION
Cuentos elegidos
de Ana María Torres
(Botella al mar, Buenos Aires, 2016, 140 páginas)
En las «Palabras preliminares», Ana María Torres reconoce “…que ha sido el cuento mi género preferido” y que ha “querido rescatar los mejores (…) con la posibilidad de que no sean realmente los mejores”. Tampoco aquí se puede dilucidar esa incógnita, pero sí afirmar rotundamente que se trata de una excelente antología de veinticinco cuentos, cuya escritura precisa y calibrada, de párrafos cortos, proporciona una agradable lectura.
Uno de los temas que recorre la selección se ocupa del oficio de escribir. En «Los noctámbulos» expone dentro de una trama fantástica el deseo oculto de todo escritor: que su nombre y su obra queden estampados en las páginas de un libro por toda la eternidad. Tanto en «El escritor y las palabras» como en «Ese sábado gris» alude al período aparentemente inevitable en que el creador percibe que su inspiración ya ha perdido fuerza y no volverá a repetir la calidad de sus anteriores trabajos. En el segundo de los cuentos mencionados, se relata con agudeza cómo una escritora se sumerge en la depresión y el hastío y no puede levantarse de la cama para iniciar su rutina diaria (“Observaba el techo, la lámpara, los muebles, miraba sin ver…”).
«Los cimarrones» logra el clima de opresión de una ficción distópica que alude a un posible futuro dominado por perros salvajes, algo así como en El día de los trífidos, de John Wyndham, en el que estas plantas casi alcanzan ese temible objetivo. Una suerte de monólogo interior sobre la depredación que ejerce el hombre sobre la naturaleza se plantea en «El jefe y la bomba». A su vez, «Siglo XX” refleja un mundo desbordado por las calamidades. Y«Los revoltosos» se ubica en el absurdo y despliega una lógica implacable: “…nunca se sabe, todo el mundo no es lógico, la vida tampoco, todo puede ser, suceder”.
En cambio, «La cita» rezuma una romántica melancolía, en la cual una mujer recuerda todos los encuentros que tuvo con el amante que la abandonó, y el cuento no puede menos que evocar el desamparo que reinaba en La voz humana, de Jean Cocteau.
Hay cierta desesperanza en los textos acerca del destino de los seres humanos. En «La madona», la fatalidad se oculta tras una joven cuya hermosura es admirada por todo el pueblo y luego se convierte en la causa de su desolación En una billetera robada («La billetera») un carterista encuentra fotos de su propietaria, las que muestran que lleva una existencia confortable, y entonces, en una inesperada introspección, intuye que tal vez hubiera podido forjar otro tipo de vida. «El Sahara» describe con sensibilidad la majestuosidad del desierto y la atracción que surge entre la protagonista y un guía de turismo, pero esa fugacidad no permite que se concrete ningún tipo de vínculo. También la alienación y la soledad se manifiestan en una conversación con una silla («La silla») y en una pesadilla espantosa («La pesadilla»).
«Anacleta» I y II es muy original y permite a la autora exhibir su oficio: la historia está resumida prácticamente con monosílabos en la primera parte para después desarrollarla en la segunda.
Ana María Torres es narradora, poeta y dramaturga. Publicó catorce libros, entre los que se destacan ¿Qué le hicieron? (1981), Seguir viviendo (1984), Los revoltosos (1993), La empujan para allá (2002), La espera (2008) y Travesía (2014). Obtuvo sesenta y cuatro premios en diversos concursos literarios. Merecen citarse dos Fajas de Honor de la SADE, el Tercer Premio Municipal de CABA y Mención de Honor del Premio Nacional de Literatura Infantil.
Germán Cáceres
(Botella al mar, Buenos Aires, 2016, 140 páginas)
En las «Palabras preliminares», Ana María Torres reconoce “…que ha sido el cuento mi género preferido” y que ha “querido rescatar los mejores (…) con la posibilidad de que no sean realmente los mejores”. Tampoco aquí se puede dilucidar esa incógnita, pero sí afirmar rotundamente que se trata de una excelente antología de veinticinco cuentos, cuya escritura precisa y calibrada, de párrafos cortos, proporciona una agradable lectura.
Uno de los temas que recorre la selección se ocupa del oficio de escribir. En «Los noctámbulos» expone dentro de una trama fantástica el deseo oculto de todo escritor: que su nombre y su obra queden estampados en las páginas de un libro por toda la eternidad. Tanto en «El escritor y las palabras» como en «Ese sábado gris» alude al período aparentemente inevitable en que el creador percibe que su inspiración ya ha perdido fuerza y no volverá a repetir la calidad de sus anteriores trabajos. En el segundo de los cuentos mencionados, se relata con agudeza cómo una escritora se sumerge en la depresión y el hastío y no puede levantarse de la cama para iniciar su rutina diaria (“Observaba el techo, la lámpara, los muebles, miraba sin ver…”).
«Los cimarrones» logra el clima de opresión de una ficción distópica que alude a un posible futuro dominado por perros salvajes, algo así como en El día de los trífidos, de John Wyndham, en el que estas plantas casi alcanzan ese temible objetivo. Una suerte de monólogo interior sobre la depredación que ejerce el hombre sobre la naturaleza se plantea en «El jefe y la bomba». A su vez, «Siglo XX” refleja un mundo desbordado por las calamidades. Y«Los revoltosos» se ubica en el absurdo y despliega una lógica implacable: “…nunca se sabe, todo el mundo no es lógico, la vida tampoco, todo puede ser, suceder”.
En cambio, «La cita» rezuma una romántica melancolía, en la cual una mujer recuerda todos los encuentros que tuvo con el amante que la abandonó, y el cuento no puede menos que evocar el desamparo que reinaba en La voz humana, de Jean Cocteau.
Hay cierta desesperanza en los textos acerca del destino de los seres humanos. En «La madona», la fatalidad se oculta tras una joven cuya hermosura es admirada por todo el pueblo y luego se convierte en la causa de su desolación En una billetera robada («La billetera») un carterista encuentra fotos de su propietaria, las que muestran que lleva una existencia confortable, y entonces, en una inesperada introspección, intuye que tal vez hubiera podido forjar otro tipo de vida. «El Sahara» describe con sensibilidad la majestuosidad del desierto y la atracción que surge entre la protagonista y un guía de turismo, pero esa fugacidad no permite que se concrete ningún tipo de vínculo. También la alienación y la soledad se manifiestan en una conversación con una silla («La silla») y en una pesadilla espantosa («La pesadilla»).
«Anacleta» I y II es muy original y permite a la autora exhibir su oficio: la historia está resumida prácticamente con monosílabos en la primera parte para después desarrollarla en la segunda.
Ana María Torres es narradora, poeta y dramaturga. Publicó catorce libros, entre los que se destacan ¿Qué le hicieron? (1981), Seguir viviendo (1984), Los revoltosos (1993), La empujan para allá (2002), La espera (2008) y Travesía (2014). Obtuvo sesenta y cuatro premios en diversos concursos literarios. Merecen citarse dos Fajas de Honor de la SADE, el Tercer Premio Municipal de CABA y Mención de Honor del Premio Nacional de Literatura Infantil.
Germán Cáceres
CONVERSATION
Nuevo libro de Germán Cáceres
El resposable de la sección "Crítica literaria" de nuestra página y amigo de la Biblioteca, Germán Cáceres, ha publicado Evocando viñetas 3, con notas y entrevistas a protagonistas de la historieta nacional e internacional, del pasado y el presente.
Continuando su línea de trabajo con La Duendes, Germán Cáceres acaba de editar un nuevo volúmen de Evocando viñetas. Como en las versiones anteriores, el libro presenta:
Joaquín Albistur - Walter Ciocca - El sombrero de múltiples picos. Cilencio (1938-2012) - Turay, hermano de aventuras - Jorge Pérez del Castillo - Carlos Cruz - La década del setenta - Un gran artista al volante (Mannken) - 75 años con Batman. Batman, el sucio - La importancia de la lectura de historietas en la fantasía infantil.
Entrevistas: Diego Parés - Sebastián Dufour - Fernando Calvi - Toni Torres - Martha Barnes - José María Gutiérrez - Andrés Accorsi - con Art Spiegelman en Nueva York.
Los textos se complementan con numerosas imágenes de los trabajos más significativos de cada autor abordado.
Evocando viñetas 3 es un nuevo aporte al valioso conocimiento de la historieta argentina y extranjera. Un libro de consulta obligada.
100 páginas, edición en tamaño grande (20 x 29 cm). Se distribuye en comiquerías.
Continuando su línea de trabajo con La Duendes, Germán Cáceres acaba de editar un nuevo volúmen de Evocando viñetas. Como en las versiones anteriores, el libro presenta:
Joaquín Albistur - Walter Ciocca - El sombrero de múltiples picos. Cilencio (1938-2012) - Turay, hermano de aventuras - Jorge Pérez del Castillo - Carlos Cruz - La década del setenta - Un gran artista al volante (Mannken) - 75 años con Batman. Batman, el sucio - La importancia de la lectura de historietas en la fantasía infantil.
Entrevistas: Diego Parés - Sebastián Dufour - Fernando Calvi - Toni Torres - Martha Barnes - José María Gutiérrez - Andrés Accorsi - con Art Spiegelman en Nueva York.
Los textos se complementan con numerosas imágenes de los trabajos más significativos de cada autor abordado.
Evocando viñetas 3 es un nuevo aporte al valioso conocimiento de la historieta argentina y extranjera. Un libro de consulta obligada.
100 páginas, edición en tamaño grande (20 x 29 cm). Se distribuye en comiquerías.
CONVERSATION
"Cien años de soledad". La novela que inventó América Latina
Cuatro escritores vuelven a leer la novela de Gabriel García Márquez a 50 años de su publicación.
Cincuenta años después de su publicación, en 1967, cuatro escritores releen el libro más influyente de Gabriel García Márquez y, entre la memoria personal y la reflexión, recuperan un universo vivo y un imaginario que contribuyó a reubicar la región en la circulación global de la literatura
Escritora
¿Cómo se valora una obra literaria cincuenta años después de ser publicada? La pregunta clave podría ser: Cien años de soledad, ¿sigue viva hoy? La perspectiva de la crítica, la de los lectores, la de la historia o la del mito pueden llevar a distintas conclusiones.
No soy crítica literaria, así que bajo ese punto de vista me declaro incompetente. Pero busco la opinión de uno de los más grandes, Harold Bloom, y a lo largo del tiempo aparecen ciertas contradicciones. En su famoso El canon occidental, menciona a García Márquez cuando habla de la "multitud de importantes figuras" que surgieron de lo que llama "la matriz" de Alejo Carpentier para constituir una literatura latinoamericana del siglo XX -que declara más vital que la norteamericana-. En 2000 le exige a un periodista del diario El Tiempo de Colombia que aclare que él nunca dijo que García Márquez fuera "repetitivo", que lo considera uno de los grandes latinoamericanos y que Cien años de soledad es uno de sus mejores libros. Sin embargo, en 2013 dice en una entrevista con El Universal de México que "el realismo mágico es un disparate, una idea tonta", y remata con que "Juan Rulfo es más interesante que el tardío García Márquez", comparando una obra casi única con los destellos finales de un escritor prolífico.
Desde el punto de vista de la historia de la edición, hay varias perlas que abonan el mito de Cien años de soledad. Por ejemplo, que el borrador haya llegado desde México al escritorio de un editor en Buenos Aires, Paco Porrúa, en dos paquetes de correo, uno primero y otro al tiempo, porque el autor y su mujer no tenían plata suficiente para el envío completo. Que el primer paquete enviado era la segunda parte porque se equivocaron al ensobrarlo. Que la novela tuvo un boca a boca que hizo que, a días de publicada, todo Buenos Aires hablara de ella y medio Buenos Aires la leyera. ¿Qué novela de un autor desconocido y sin una apuesta fuerte de marketing agotaría hoy una edición tras otra? El de Cien años de soledad es uno de esos casos en lo que todo podría haber salido mal pero salió bien. Empezando por que el correo haya logrado que un paquete de hojas despachado en una punta del continente llegara a la otra. Para quienes vivimos en América Latina, no deja de ser realismo mágico.
Y por fin el punto de vista del lector, lo que verdaderamente define que la obra siga viva. ¿Puede un lector de hoy sumergirse con el mismo gusto que lo hicimos nosotros en Macondo y la historia de soledad de los Buendía? Tomo el libro y leo: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Y esa sola frase me emociona, me intriga, me sujeta. Sigo y compruebo que para mí la novela vibra, está viva. ¿Lo estará para el resto? ¿Lo estará para nuevos lectores? Yo no soy un nuevo lector, mi lectura no es virgen, incluye el texto y el mito. Tal vez lo que necesita Cien años de soledad para renacer con bríos en el siglo XXI es que la adopte un booktuber y le cuente a miles de seguidores que encontrarán en un solo libro toda una saga familiar, un mundo mágico donde las tormentas pueden durar cuatro años, los bebés tener cola de cerdo o los objetos moverse si un personaje se concentra lo suficiente. Que un extraño mal obliga a anotar el nombre de todo lo que los rodea porque poco a poco van olvidando las palabras. Que llegan al pueblo unos extraños gitanos a pregonar que "dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa", ¡pero no usan Internet sino una lupa gigante! Y por sobre todo, ojalá el booktuber lo diga, que esta "fantasy" está mucho mejor escrita que ninguna que hayan leído hasta ahora.
Escritor y editor
Después de cincuenta años, los puntos altos del libro permanecen donde los lectores supimos encontrarlos, pero su clave de bóveda y su órbita, sin duda, resultan enigmáticas. El mundo cambió menos que los lectores: aparte de haber menguado, y mitigado su curiosidad, no buscan ni encuentran lo mismo.
El comportamiento retórico de Gabriel García Márquez fue tan regular y metódico que, aunque se tratara de una falsa atribución, podríamos seguir hablando, más que en cualquier otro caso, de Su estilo. Cuando se publicó, Cien años... parecía reunir todos los requisitos que la crítica exigía para hablar los próximos diez años, desde la aparatosidad retórica, capaz de desvelar a los lingüistas, hasta la genealogía de los Buendía, amenazada desde el comienzo por la endogamia, ideal para el análisis estructuralista. Un contemporáneo un poco más joven le rendía admiración casi inmediata, como ocurrió con Mario Vargas Llosa, que le dedicó al colombiano un extenso ensayo hoy en apariencia extinguido como libro: Historia de un deicidio.
El programa de construcción de Cien años..., escrita durante dieciocho meses entre 1965 y 1967 en México, milagro de trabajo e inspiración, de constancia e ingenio, y ejemplo cautivo en la obra del asombroso maestro que García Márquez fue, no es óbice, sin embargo, para que las variaciones temáticas siguieran sorprendiéndonos: un libro tardío como El general en su laberinto (1989) eximiría a cualquier otro escritor de evidencias concluyentes.
"Todo el mundo tiende a no leer más que aquello que todo el mundo podría escribir", había detectado Valéry en las primeras décadas del siglo XX. La afanosa artesanía de Cien años..., obra de un oficio sostenido hasta los cuarenta años con una asombrosa versatilidad, a poco dejó provocar curiosidad o asombro. En una de sus fórmulas sentenciosas estudiadas para la espontaneidad coloquial, Octavio Paz la descartó en Solo a dos voces: "Periodismo y poesía diluida". Era fácil distribuir epigramas de desdén sin una novela como proyecto, y es fácil, asimismo, el contagio: las colonias de opinión están dispuestas siempre a compartir la pereza. A fines de esa misma década, entre intelectuales cool, un libro tan exitoso y popular como Cien años... era ya una peste.
En términos comparativos, de las novelas que emergen en eso que se pergeña sobre la marcha, y que entre Primera Plana y Emir Rodríguez Monegal dieron en llamar boom de la novela latinoamericana, ninguna puede arrimársele. La única novela de una identidad y un entrenamiento de lenguaje e imaginación que podía empardarla, Tres tristes tigres, se publicó el mismo año de 1967, en la ciudad de Barcelona, y es completamente distinta. Cuenta por omisión la Revolución cubana en una especie de larga noche única aunque no unánime. Quien la escribió, Guillermo Cabrera Infante, era también un periodista exiliado con mucho oficio, que había aprendido lo mejor de Borges, creído un tiempo en esa revolución, pero que abjuró luego de ella de manera editorial y que, a fines de los años 60 vivía ya en Inglaterra, desde donde mandaba a Primera Plana notas fulgurantes sobre ese crepúsculo que se llamó el "swinging London".
Escritora
Enero de 1968. A los dieciséis años, mis padres me habían mandado a Europa en un viaje supuestamente cultural. Ahora, con otros veinte chicos, comandados y protegidos por la señora Preuss, cruzaba los Alpes en un micro de turismo. Mientras los demás adolescentes charlaban y se divertían, yo, como siempre, leía.
Leía un libro que estaba causando furor en Buenos Aires, una novela de moda, pero también elogiada por la crítica, que había vendido cincuenta mil ejemplares al mes de publicada. Era Cien años de soledad.
La señora Preuss nos incitaba a mirar por la ventanilla: " ¡Miren! ¡Los Alpes!", nos decía, escandalizada. Pero lo que yo veía por la ventanilla no eran más que montañas nevadas, como los Andes pero más chicas. En Macondo, en cambio, pasaban cosas nuevas, insólitas, extraordinarias. Nunca antes había leído algo así. Nunca nadie me había contado una historia de esa manera y no sabía que era posible. Levantar la vista para mirar por la ventanilla me parecía una estúpida pérdida de tiempo, una fractura en la perfección de la magia.
Nadie me había dicho todavía que eso se llamaba realismo mágico. El estilo de García Márquez todavía no había sido bastardeado, imitado hasta la náusea y sobre todo, no se había convertido en obligatorio, y por lo tanto justamente detestado por los escritores latinoamericanos. Hasta casi hacernos olvidar ese primer momento de originalidad y maravilla.
En 1967 Cien años de soledad fue una revolución. Después se convirtió en una carga. Hoy es un clásico.
Se puede empezar a leer por cualquier parte. Todo vale. Historietas, novela rosa, sagas juveniles, libros menores y contemporáneos, libros buenos y malos, libros cualquiera. Pero los libros hablan de otros libros. Y tarde o temprano, el que lee mucho termina por preguntarse qué habrá escrito ese tal Shakespeare, por qué tantos libros mencionan a Dickens o a Cervantes, quién era el doctor Fausto, que hizo de especial Madame Bovary para que todos se acuerden de ella, por qué lloraba Werther, cómo y por qué volaba Remedios la Bella, que tendrá de Divina esa famosa Comedia. Así, en una mezcla enmarañada de títulos con autores y personajes, los clásicos aparecen y se imponen a los ojos del lector.
Y cuando se empieza a buscarlos, a leerlos deliberadamente, además del placer que deparan (por algo son clásicos, por algo cruzaron las barreras del tiempo y el espacio), uno se da cuenta de que está iniciando una etapa parecida al momento milagroso en que aprendió a leer, y los signos sin sentido que le ofrecía el mundo, en los carteles, las vidrieras, las pantallas, se transformaron en palabras, nacieron al significado. Entonces se empieza a relacionar, a entender alusiones, y la literatura, que ya era placentera, se vuelve mágica, un juego de referencias y sobreentendidos al que se puede jugar con el autor.
Es obligatorio y a veces difícil recordar que Cien años de soledad no es un libro garcíamarquezco. Que su autor estaba creándolo todo: un mundo y una forma de contarlo. Como en cualquier clásico.
Escritor, crítico y traductor
Hay pocos autores que, como Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, sean capaces de franquearnos la entrada, cada vez que abrimos el libro, a un mundo prístino, nuevo, recién hecho. En este momento, me vienen a la mente apenas otros dos: Homero y Tolstoi. "El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo", leemos en el primer párrafo. Parecería que el narrador mirara el mundo por primera vez, y todo en él es vívido, brutal e inocente. No quiere decir que todo sea armónico o sin conflictos: es un mundo que incluye las interminables guerras civiles en las que participa el coronel Aureliano Buendía, las matanzas de los trabajadores del banano, las pasiones que cíclicamente arrasan el orden de la familia; pero el hombre no está solo en un cosmos hostil o, peor, indiferente; vive en un mundo hecho para él, en una realidad sin fisuras donde lo maravilloso y lo cotidiano se funden en un continuo.
Cien años de soledad es la primera novela latinoamericana que no parece derivar de, y ni siquiera dialogar con, modelos europeos o norteamericanos; de hecho no parece surgir del arte sino de la realidad -de la naturaleza- misma. Se trata de una ilusión del arte, por supuesto, ya que este efecto de lo primigenio depende de uno o dos escamoteos: artísticamente, en el de los precursores locales, como Arguedas, Rulfo, Carpentier o Faulkner (Faulkner pertenece tanto a la literatura latinoamericana como a la estadounidense); históricamente, en el de los indios, que parecían no existir cuando los Buendía llegaron a las selvas primigenias y por lo tanto no debieron ser masacrados para hacer lugar a éstos. Más aún, es una novela que se convirtió en modelo para las europeas, no siempre con los mejores resultados, como lo prueban las a veces grotescas incursiones en el realismo mágico de los autores del norte; pero mucho más importante, fue una novela que creó un eje sur-sur o tercer mundo-tercer mundo: a partir de ella las literaturas dependientes se convierten en interdependientes y la de Colombia puede influir en la de la India o en la de Nigeria sin pasar por "relevos" norteamericanos o europeos.
Otra puerta que Cien años de soledad nos abre da al jardín perdido de la familia extendida: esa densa y caliente red de tatarabuelos, padres, hijos, nietos, tíos, sobrinos y primos, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos muchas veces puede ahogar en sus tentáculos la individualidad y la autonomía de sus miembros. No debe ser casual que para recuperar una vivencia análoga, los estadounidenses deban recurrir a la mafia italiana (lo más parecido a Cien años de soledad que ha dado su cultura es la saga de El padrino), ni es casual que una de las novelas más celebradas de la lengua inglesa en los últimos tiempos, Los hijos de la medianoche de Salman Rushdie, responda al modelo de la novela de García Márquez no sólo en el recurso al realismo mágico y a la alegoría, sino también en circunscribirse a un árbol familiar que, como las higueras tropicales, más bien parece un bosque. Cien años de soledad es un hermoso título, pero nunca me pareció muy adecuado: nadie está solo en esta novela, todos los personajes forman parte de una gran familia y esa familia, que es también América Latina, es el centro del mundo.
Diario La Nación, domingo 21 de mayo de 2017
Cincuenta años después de su publicación, en 1967, cuatro escritores releen el libro más influyente de Gabriel García Márquez y, entre la memoria personal y la reflexión, recuperan un universo vivo y un imaginario que contribuyó a reubicar la región en la circulación global de la literatura
La novela "fantasy" mejor escrita
Claudia PiñeiroEscritora
¿Cómo se valora una obra literaria cincuenta años después de ser publicada? La pregunta clave podría ser: Cien años de soledad, ¿sigue viva hoy? La perspectiva de la crítica, la de los lectores, la de la historia o la del mito pueden llevar a distintas conclusiones.
No soy crítica literaria, así que bajo ese punto de vista me declaro incompetente. Pero busco la opinión de uno de los más grandes, Harold Bloom, y a lo largo del tiempo aparecen ciertas contradicciones. En su famoso El canon occidental, menciona a García Márquez cuando habla de la "multitud de importantes figuras" que surgieron de lo que llama "la matriz" de Alejo Carpentier para constituir una literatura latinoamericana del siglo XX -que declara más vital que la norteamericana-. En 2000 le exige a un periodista del diario El Tiempo de Colombia que aclare que él nunca dijo que García Márquez fuera "repetitivo", que lo considera uno de los grandes latinoamericanos y que Cien años de soledad es uno de sus mejores libros. Sin embargo, en 2013 dice en una entrevista con El Universal de México que "el realismo mágico es un disparate, una idea tonta", y remata con que "Juan Rulfo es más interesante que el tardío García Márquez", comparando una obra casi única con los destellos finales de un escritor prolífico.
Desde el punto de vista de la historia de la edición, hay varias perlas que abonan el mito de Cien años de soledad. Por ejemplo, que el borrador haya llegado desde México al escritorio de un editor en Buenos Aires, Paco Porrúa, en dos paquetes de correo, uno primero y otro al tiempo, porque el autor y su mujer no tenían plata suficiente para el envío completo. Que el primer paquete enviado era la segunda parte porque se equivocaron al ensobrarlo. Que la novela tuvo un boca a boca que hizo que, a días de publicada, todo Buenos Aires hablara de ella y medio Buenos Aires la leyera. ¿Qué novela de un autor desconocido y sin una apuesta fuerte de marketing agotaría hoy una edición tras otra? El de Cien años de soledad es uno de esos casos en lo que todo podría haber salido mal pero salió bien. Empezando por que el correo haya logrado que un paquete de hojas despachado en una punta del continente llegara a la otra. Para quienes vivimos en América Latina, no deja de ser realismo mágico.
Y por fin el punto de vista del lector, lo que verdaderamente define que la obra siga viva. ¿Puede un lector de hoy sumergirse con el mismo gusto que lo hicimos nosotros en Macondo y la historia de soledad de los Buendía? Tomo el libro y leo: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Y esa sola frase me emociona, me intriga, me sujeta. Sigo y compruebo que para mí la novela vibra, está viva. ¿Lo estará para el resto? ¿Lo estará para nuevos lectores? Yo no soy un nuevo lector, mi lectura no es virgen, incluye el texto y el mito. Tal vez lo que necesita Cien años de soledad para renacer con bríos en el siglo XXI es que la adopte un booktuber y le cuente a miles de seguidores que encontrarán en un solo libro toda una saga familiar, un mundo mágico donde las tormentas pueden durar cuatro años, los bebés tener cola de cerdo o los objetos moverse si un personaje se concentra lo suficiente. Que un extraño mal obliga a anotar el nombre de todo lo que los rodea porque poco a poco van olvidando las palabras. Que llegan al pueblo unos extraños gitanos a pregonar que "dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa", ¡pero no usan Internet sino una lupa gigante! Y por sobre todo, ojalá el booktuber lo diga, que esta "fantasy" está mucho mejor escrita que ninguna que hayan leído hasta ahora.
Un estilo propio, metódico y regular
Luis ChitarroniEscritor y editor
Después de cincuenta años, los puntos altos del libro permanecen donde los lectores supimos encontrarlos, pero su clave de bóveda y su órbita, sin duda, resultan enigmáticas. El mundo cambió menos que los lectores: aparte de haber menguado, y mitigado su curiosidad, no buscan ni encuentran lo mismo.
El comportamiento retórico de Gabriel García Márquez fue tan regular y metódico que, aunque se tratara de una falsa atribución, podríamos seguir hablando, más que en cualquier otro caso, de Su estilo. Cuando se publicó, Cien años... parecía reunir todos los requisitos que la crítica exigía para hablar los próximos diez años, desde la aparatosidad retórica, capaz de desvelar a los lingüistas, hasta la genealogía de los Buendía, amenazada desde el comienzo por la endogamia, ideal para el análisis estructuralista. Un contemporáneo un poco más joven le rendía admiración casi inmediata, como ocurrió con Mario Vargas Llosa, que le dedicó al colombiano un extenso ensayo hoy en apariencia extinguido como libro: Historia de un deicidio.
El programa de construcción de Cien años..., escrita durante dieciocho meses entre 1965 y 1967 en México, milagro de trabajo e inspiración, de constancia e ingenio, y ejemplo cautivo en la obra del asombroso maestro que García Márquez fue, no es óbice, sin embargo, para que las variaciones temáticas siguieran sorprendiéndonos: un libro tardío como El general en su laberinto (1989) eximiría a cualquier otro escritor de evidencias concluyentes.
"Todo el mundo tiende a no leer más que aquello que todo el mundo podría escribir", había detectado Valéry en las primeras décadas del siglo XX. La afanosa artesanía de Cien años..., obra de un oficio sostenido hasta los cuarenta años con una asombrosa versatilidad, a poco dejó provocar curiosidad o asombro. En una de sus fórmulas sentenciosas estudiadas para la espontaneidad coloquial, Octavio Paz la descartó en Solo a dos voces: "Periodismo y poesía diluida". Era fácil distribuir epigramas de desdén sin una novela como proyecto, y es fácil, asimismo, el contagio: las colonias de opinión están dispuestas siempre a compartir la pereza. A fines de esa misma década, entre intelectuales cool, un libro tan exitoso y popular como Cien años... era ya una peste.
En términos comparativos, de las novelas que emergen en eso que se pergeña sobre la marcha, y que entre Primera Plana y Emir Rodríguez Monegal dieron en llamar boom de la novela latinoamericana, ninguna puede arrimársele. La única novela de una identidad y un entrenamiento de lenguaje e imaginación que podía empardarla, Tres tristes tigres, se publicó el mismo año de 1967, en la ciudad de Barcelona, y es completamente distinta. Cuenta por omisión la Revolución cubana en una especie de larga noche única aunque no unánime. Quien la escribió, Guillermo Cabrera Infante, era también un periodista exiliado con mucho oficio, que había aprendido lo mejor de Borges, creído un tiempo en esa revolución, pero que abjuró luego de ella de manera editorial y que, a fines de los años 60 vivía ya en Inglaterra, desde donde mandaba a Primera Plana notas fulgurantes sobre ese crepúsculo que se llamó el "swinging London".
Crónica de un joven clásico
Ana María ShuaEscritora
Enero de 1968. A los dieciséis años, mis padres me habían mandado a Europa en un viaje supuestamente cultural. Ahora, con otros veinte chicos, comandados y protegidos por la señora Preuss, cruzaba los Alpes en un micro de turismo. Mientras los demás adolescentes charlaban y se divertían, yo, como siempre, leía.
Leía un libro que estaba causando furor en Buenos Aires, una novela de moda, pero también elogiada por la crítica, que había vendido cincuenta mil ejemplares al mes de publicada. Era Cien años de soledad.
La señora Preuss nos incitaba a mirar por la ventanilla: " ¡Miren! ¡Los Alpes!", nos decía, escandalizada. Pero lo que yo veía por la ventanilla no eran más que montañas nevadas, como los Andes pero más chicas. En Macondo, en cambio, pasaban cosas nuevas, insólitas, extraordinarias. Nunca antes había leído algo así. Nunca nadie me había contado una historia de esa manera y no sabía que era posible. Levantar la vista para mirar por la ventanilla me parecía una estúpida pérdida de tiempo, una fractura en la perfección de la magia.
Nadie me había dicho todavía que eso se llamaba realismo mágico. El estilo de García Márquez todavía no había sido bastardeado, imitado hasta la náusea y sobre todo, no se había convertido en obligatorio, y por lo tanto justamente detestado por los escritores latinoamericanos. Hasta casi hacernos olvidar ese primer momento de originalidad y maravilla.
En 1967 Cien años de soledad fue una revolución. Después se convirtió en una carga. Hoy es un clásico.
Se puede empezar a leer por cualquier parte. Todo vale. Historietas, novela rosa, sagas juveniles, libros menores y contemporáneos, libros buenos y malos, libros cualquiera. Pero los libros hablan de otros libros. Y tarde o temprano, el que lee mucho termina por preguntarse qué habrá escrito ese tal Shakespeare, por qué tantos libros mencionan a Dickens o a Cervantes, quién era el doctor Fausto, que hizo de especial Madame Bovary para que todos se acuerden de ella, por qué lloraba Werther, cómo y por qué volaba Remedios la Bella, que tendrá de Divina esa famosa Comedia. Así, en una mezcla enmarañada de títulos con autores y personajes, los clásicos aparecen y se imponen a los ojos del lector.
Y cuando se empieza a buscarlos, a leerlos deliberadamente, además del placer que deparan (por algo son clásicos, por algo cruzaron las barreras del tiempo y el espacio), uno se da cuenta de que está iniciando una etapa parecida al momento milagroso en que aprendió a leer, y los signos sin sentido que le ofrecía el mundo, en los carteles, las vidrieras, las pantallas, se transformaron en palabras, nacieron al significado. Entonces se empieza a relacionar, a entender alusiones, y la literatura, que ya era placentera, se vuelve mágica, un juego de referencias y sobreentendidos al que se puede jugar con el autor.
Es obligatorio y a veces difícil recordar que Cien años de soledad no es un libro garcíamarquezco. Que su autor estaba creándolo todo: un mundo y una forma de contarlo. Como en cualquier clásico.
La puerta a un mundo recién hecho
Carlos GamerroEscritor, crítico y traductor
Hay pocos autores que, como Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, sean capaces de franquearnos la entrada, cada vez que abrimos el libro, a un mundo prístino, nuevo, recién hecho. En este momento, me vienen a la mente apenas otros dos: Homero y Tolstoi. "El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo", leemos en el primer párrafo. Parecería que el narrador mirara el mundo por primera vez, y todo en él es vívido, brutal e inocente. No quiere decir que todo sea armónico o sin conflictos: es un mundo que incluye las interminables guerras civiles en las que participa el coronel Aureliano Buendía, las matanzas de los trabajadores del banano, las pasiones que cíclicamente arrasan el orden de la familia; pero el hombre no está solo en un cosmos hostil o, peor, indiferente; vive en un mundo hecho para él, en una realidad sin fisuras donde lo maravilloso y lo cotidiano se funden en un continuo.
Cien años de soledad es la primera novela latinoamericana que no parece derivar de, y ni siquiera dialogar con, modelos europeos o norteamericanos; de hecho no parece surgir del arte sino de la realidad -de la naturaleza- misma. Se trata de una ilusión del arte, por supuesto, ya que este efecto de lo primigenio depende de uno o dos escamoteos: artísticamente, en el de los precursores locales, como Arguedas, Rulfo, Carpentier o Faulkner (Faulkner pertenece tanto a la literatura latinoamericana como a la estadounidense); históricamente, en el de los indios, que parecían no existir cuando los Buendía llegaron a las selvas primigenias y por lo tanto no debieron ser masacrados para hacer lugar a éstos. Más aún, es una novela que se convirtió en modelo para las europeas, no siempre con los mejores resultados, como lo prueban las a veces grotescas incursiones en el realismo mágico de los autores del norte; pero mucho más importante, fue una novela que creó un eje sur-sur o tercer mundo-tercer mundo: a partir de ella las literaturas dependientes se convierten en interdependientes y la de Colombia puede influir en la de la India o en la de Nigeria sin pasar por "relevos" norteamericanos o europeos.
Otra puerta que Cien años de soledad nos abre da al jardín perdido de la familia extendida: esa densa y caliente red de tatarabuelos, padres, hijos, nietos, tíos, sobrinos y primos, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos muchas veces puede ahogar en sus tentáculos la individualidad y la autonomía de sus miembros. No debe ser casual que para recuperar una vivencia análoga, los estadounidenses deban recurrir a la mafia italiana (lo más parecido a Cien años de soledad que ha dado su cultura es la saga de El padrino), ni es casual que una de las novelas más celebradas de la lengua inglesa en los últimos tiempos, Los hijos de la medianoche de Salman Rushdie, responda al modelo de la novela de García Márquez no sólo en el recurso al realismo mágico y a la alegoría, sino también en circunscribirse a un árbol familiar que, como las higueras tropicales, más bien parece un bosque. Cien años de soledad es un hermoso título, pero nunca me pareció muy adecuado: nadie está solo en esta novela, todos los personajes forman parte de una gran familia y esa familia, que es también América Latina, es el centro del mundo.
Diario La Nación, domingo 21 de mayo de 2017
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Black out
de María Moreno
(Literatura Random House, Buenos Aires, 2016, 416 páginas)
Además de registrar la bohemia literaria en los bares del Buenos Aires de los años setenta (desfilan, entre otros, el Bárbaro, La Paz, el Moderno, el Ramos), en el libro hay dos temas omnipresentes: la muerte y la bebida y sus respectivas consecuencias: la descomposición final de los cuerpos y la borrachera. Es totalmente autobiográfico y celebratorio del acto de beber sin límites (“En el bar, en cambio, es posible el olvido de la finitud.”) En inglés black out significa oscurecimiento, apagón, y alude al estado de aturdimiento y somnolencia propios del alcohol.
Cita a varios amigos muertos, compañeros de aventuras por los bares porteños. Por ejemplo, el periodista Norberto Soares, responsable de la Sección Cultura de la revista Primera plana. En cierto sentido resume la estética del libro al referirse a su accionar: “De haber sobrevivido, tal vez Soares se hubiera transformado en el ejemplo más radical de literatura expandida; aquella en donde ´los bloquecitos de vida´ ya no son la continuación de la obra por otros medios sino que constituyen la obra misma.” Otros amigos fallecidos que menciona son los escritores Miguel Briante y Carlos Feiling, y el periodista Claudio Uriarte.
En esencia, la autora revela aquí su amor entrañable por la literatura, la que respira por todos sus poros, y relata sus torturas psíquicas frente al drama del alcoholismo: “Yo, como todos, comencé a beber para encontrar placer y terminé bebiendo, como algunos, para no sufrir.”
La prosa de María Moreno es fluida, segura, de calidad y períodos bellamente encadenados: posee el don del lenguaje, tiene estilo. El texto se nutre de comentarios brillantes y de anécdotas interesantes, algunas desopilantes. Sus descripciones son sumamente originales (“Las arrugas de la cara le formaban una serie de caminos de piel correosa, como de tierra cuarteada; todo su cuerpo tenía forma de signo de interrogación.”) Abunda en citas literarias y de películas, y emplea un vocabulario amplio y culto.
Un tramo muy logrado en su excursión a México, en especial sus vivencias de los festejos en los días de los muertos (del 31 de octubre al 3 de noviembre).
Black out se va dividiendo sucesivamente en tres partes que responden “a un orden diferente: La pasarela del alcohol, al del retrato; Del otro lado de la puerta vaivén, del microensayo; Ronda, al del territorio.”
Hacia el final del libro María Moreno revela: “Dejé de beber porque no soporto que el placer se transforme en ´no sufrimiento”´.
María Moreno, que nació en Buenos Aires, es narradora, periodista y crítica cultural. Su obra comprende la novela El affair Skeffington (1992), la no –ficción El petiso orejudo (1994), y la selección de artículos de Enrique Raab. Periodismo todoterreno (2015). Sus crónicas y entrevistas han sido reunidas en A tontas y a locas (2001), El fin del sexo y otras mentiras (2002), Vida de vivos (2005), Banco a la sombra (2011), La comuna de Buenos Aires. Relatos al pie del 2001 (2011), Teoría de la noche (2011) y Subrayados. Leer hasta que la muerte nos separe (2015). En la solapa de la contratapa del libro se transcribe un elogio de Ricardo Piglia: “María Moreno es uno de los mejores narradores argentinos actuales. Tal vez el mejor.”
Germán Cáceres
(Literatura Random House, Buenos Aires, 2016, 416 páginas)
Además de registrar la bohemia literaria en los bares del Buenos Aires de los años setenta (desfilan, entre otros, el Bárbaro, La Paz, el Moderno, el Ramos), en el libro hay dos temas omnipresentes: la muerte y la bebida y sus respectivas consecuencias: la descomposición final de los cuerpos y la borrachera. Es totalmente autobiográfico y celebratorio del acto de beber sin límites (“En el bar, en cambio, es posible el olvido de la finitud.”) En inglés black out significa oscurecimiento, apagón, y alude al estado de aturdimiento y somnolencia propios del alcohol.
Cita a varios amigos muertos, compañeros de aventuras por los bares porteños. Por ejemplo, el periodista Norberto Soares, responsable de la Sección Cultura de la revista Primera plana. En cierto sentido resume la estética del libro al referirse a su accionar: “De haber sobrevivido, tal vez Soares se hubiera transformado en el ejemplo más radical de literatura expandida; aquella en donde ´los bloquecitos de vida´ ya no son la continuación de la obra por otros medios sino que constituyen la obra misma.” Otros amigos fallecidos que menciona son los escritores Miguel Briante y Carlos Feiling, y el periodista Claudio Uriarte.
En esencia, la autora revela aquí su amor entrañable por la literatura, la que respira por todos sus poros, y relata sus torturas psíquicas frente al drama del alcoholismo: “Yo, como todos, comencé a beber para encontrar placer y terminé bebiendo, como algunos, para no sufrir.”
La prosa de María Moreno es fluida, segura, de calidad y períodos bellamente encadenados: posee el don del lenguaje, tiene estilo. El texto se nutre de comentarios brillantes y de anécdotas interesantes, algunas desopilantes. Sus descripciones son sumamente originales (“Las arrugas de la cara le formaban una serie de caminos de piel correosa, como de tierra cuarteada; todo su cuerpo tenía forma de signo de interrogación.”) Abunda en citas literarias y de películas, y emplea un vocabulario amplio y culto.
Un tramo muy logrado en su excursión a México, en especial sus vivencias de los festejos en los días de los muertos (del 31 de octubre al 3 de noviembre).
Black out se va dividiendo sucesivamente en tres partes que responden “a un orden diferente: La pasarela del alcohol, al del retrato; Del otro lado de la puerta vaivén, del microensayo; Ronda, al del territorio.”
Hacia el final del libro María Moreno revela: “Dejé de beber porque no soporto que el placer se transforme en ´no sufrimiento”´.
María Moreno, que nació en Buenos Aires, es narradora, periodista y crítica cultural. Su obra comprende la novela El affair Skeffington (1992), la no –ficción El petiso orejudo (1994), y la selección de artículos de Enrique Raab. Periodismo todoterreno (2015). Sus crónicas y entrevistas han sido reunidas en A tontas y a locas (2001), El fin del sexo y otras mentiras (2002), Vida de vivos (2005), Banco a la sombra (2011), La comuna de Buenos Aires. Relatos al pie del 2001 (2011), Teoría de la noche (2011) y Subrayados. Leer hasta que la muerte nos separe (2015). En la solapa de la contratapa del libro se transcribe un elogio de Ricardo Piglia: “María Moreno es uno de los mejores narradores argentinos actuales. Tal vez el mejor.”
Germán Cáceres
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Cursos y talleres 2017
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Banco de experiencias CONABIP
La CONABIP ha inaugurado una sección en su página llamada "Banco de Experiencias". La primera de ellas es un comentario sobre el Cineclub La Rosa, y desde allí también puede descargarse un PDF con la historia y fotos de la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte.
Cineclub La Rosa
Biblioteca: BP4207
Fecha de la experiencia: Miércoles, 28 Diciembre, 2016
A tres cuadras de la biblioteca popular el crítico e investigador de cine Pablo de Vita se comunicaba con Emiliano Penelas, presidente de la Biblioteca Popular Sánchez Viamonte, para confirmar que ni bien bajara un poco la inundación iría a presentar la película programada.
Emiliano que además de documentalista y director de fotografía, es el programador del Cineclub La Rosa, también estaba a pocos metros de la biblioteca sin poder sortear el cauce. Pero en su interior sabía que no hay tormenta que pueda llevarse así nomás su pasión por el cine y no se imaginaba suspendiendo la proyección. Cuando pudo llegar, el patio entoldado donde funciona el cineclub estaba enchastrado: el torrente había ingresado con hojas y desechos urbanos. La película pautada, París Tombuctú de Luis García Berlanga, debía comenzar a las ocho, pero a esa hora los asistentes que fueron llegando tomaron los secadores para escurrir el piso de damero. Entre todos acondicionaron el lugar y una vez ordenado, Emiliano se dispuso a colocar el proyector. Finalmente Pablo de Vita presentó el film con solo 40 minutos de retraso. Bajo el repiqueteo de la lluvia y el rumor del proyector los rayos emergieron de la lente y cruzaron la sala a la velocidad de la luz: la magia del cine se actualizaba una vez más. Así funcionan las cosas en un cineclub y es el esfuerzo que hacen los que aman el cine lo que motoriza todo el engranaje: programar, conseguir películas, difundir, proyectar e intentar recaudar algo para volver a empezar con otra programación. Y así también funcionan las cosas en una biblioteca popular, como engranajes silenciosos movidos por la voluntad de hacer, de crecer.
Para ver la Biografía de esta Biblioteca Popular hacer clic aquí
Foto: Javier González Toledo / CONABIP
Cineclub La Rosa
Biblioteca: BP4207
Fecha de la experiencia: Miércoles, 28 Diciembre, 2016
A tres cuadras de la biblioteca popular el crítico e investigador de cine Pablo de Vita se comunicaba con Emiliano Penelas, presidente de la Biblioteca Popular Sánchez Viamonte, para confirmar que ni bien bajara un poco la inundación iría a presentar la película programada.
Emiliano que además de documentalista y director de fotografía, es el programador del Cineclub La Rosa, también estaba a pocos metros de la biblioteca sin poder sortear el cauce. Pero en su interior sabía que no hay tormenta que pueda llevarse así nomás su pasión por el cine y no se imaginaba suspendiendo la proyección. Cuando pudo llegar, el patio entoldado donde funciona el cineclub estaba enchastrado: el torrente había ingresado con hojas y desechos urbanos. La película pautada, París Tombuctú de Luis García Berlanga, debía comenzar a las ocho, pero a esa hora los asistentes que fueron llegando tomaron los secadores para escurrir el piso de damero. Entre todos acondicionaron el lugar y una vez ordenado, Emiliano se dispuso a colocar el proyector. Finalmente Pablo de Vita presentó el film con solo 40 minutos de retraso. Bajo el repiqueteo de la lluvia y el rumor del proyector los rayos emergieron de la lente y cruzaron la sala a la velocidad de la luz: la magia del cine se actualizaba una vez más. Así funcionan las cosas en un cineclub y es el esfuerzo que hacen los que aman el cine lo que motoriza todo el engranaje: programar, conseguir películas, difundir, proyectar e intentar recaudar algo para volver a empezar con otra programación. Y así también funcionan las cosas en una biblioteca popular, como engranajes silenciosos movidos por la voluntad de hacer, de crecer.
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Taller de teatro
Desde el 24 de abril comenzarán las clases de teatro para adultos en la Biblioteca, a cargo de Daniel Bañares. Serán los lunes a las 20 horas en Austria 2154. ¡Reservá tu vacante!
Daniel Bañares cursó taller de teatro y clases de actuación con Alicia Aller (1992-94) y Cecilia Maresca (1998-2000). Estudió entrenamiento actoral con María Figueras. (2015), entrenamiento para actores con Rubén Szuchmacher (2012) y realizó un seminario con Jorge Marrale y Osvaldo Santoro (2007). Además, realizó introducción a la Dramaturgia con Marita Foix en el C.E.L.C.I.T. (2010).
Trabajó en numerosas obras teatrales como actor y dirctor, y también incursionó en la dramaturgia. Participó en largometrajes cinematográficos, series de TV y publicidad.
Actualmente ejerce la docencia teatral en el Colegio “Rio de la Plata” y Escuela de Arte de Cecilia Maresca. Desde 2011 lleva adelante una columna teatral en Radio Cultura.
Informes e inscripción
Personalmente, en Austria 2154, de lunes a viernes de 16 a 20 horas. Por teléfono, en los mismos horarios llamando al 4802-8211. Por correo electrónico a carlossanchezviamonte@yahoo.com.ar.
Los grupos son reducidos, y se aplican descuentos para socios de la Biblioteca y quienes se inscriban a más de un taller.
Daniel Bañares cursó taller de teatro y clases de actuación con Alicia Aller (1992-94) y Cecilia Maresca (1998-2000). Estudió entrenamiento actoral con María Figueras. (2015), entrenamiento para actores con Rubén Szuchmacher (2012) y realizó un seminario con Jorge Marrale y Osvaldo Santoro (2007). Además, realizó introducción a la Dramaturgia con Marita Foix en el C.E.L.C.I.T. (2010).
Trabajó en numerosas obras teatrales como actor y dirctor, y también incursionó en la dramaturgia. Participó en largometrajes cinematográficos, series de TV y publicidad.
Actualmente ejerce la docencia teatral en el Colegio “Rio de la Plata” y Escuela de Arte de Cecilia Maresca. Desde 2011 lleva adelante una columna teatral en Radio Cultura.
Informes e inscripción
Personalmente, en Austria 2154, de lunes a viernes de 16 a 20 horas. Por teléfono, en los mismos horarios llamando al 4802-8211. Por correo electrónico a carlossanchezviamonte@yahoo.com.ar.
Los grupos son reducidos, y se aplican descuentos para socios de la Biblioteca y quienes se inscriban a más de un taller.
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Taller de Ajedrez
Nuevo día y horario para el taller de ajedrez en la Biblioteca Sánchez Viamonte, Austria 2154: martes a las 18 horas, a cargo del profesor Martín Litvak. Para inscribirse, llame al 4802-8211 o escriba a carlossanchezviamonte@yahoo.com.ar. Los cupos son limitados, y los socios de la Biblioteca cuentan con aranceles especiales.
El Taller de Ajedrez está pensado para que chicos, a partir de los 6 años, jóvenes y adultos aprendan a jugar éste juego ciencia de forma dinámica y divertida, y puedan aprovechar todos los beneficios que les brindará su práctica.
Durante la primera etapa del taller, los participantes aprenderán a mover las piezas y las reglas. Comenzarán a jugar libremente y luego se les explicarán las mejores ubicaciones para cada pieza y las distintas maneras de jugar (aperturas con piezas blancas y defensas con piezas negras). También resolverán problemas de jaque mate (forma de ganar una partida) en 1 jugada.
Durante la segunda etapa, profundizarán los conceptos estratégicos y tácticos de las distintas aperturas y defensas. Además, realizarán problemas de jaque mate en 2 jugadas (de mayor complejidad). Jugarán torneos con la modalidad “todos contra todos”. El objetivo no es despertar un mayor interés por la competencia, sino que les resultará más lúdico y divertido de éste modo.
Más adelante se organizarán encuentros con otras instituciones (colegios, clubes, etc) en las que también se dicte éste taller, para que los concurrentes tengan la oportunidad de jugar con otros aficionados de éste juego ciencia y puedan formar nuevos vínculos de amistad.
El Taller tendrá una duración anual. Los participantes podrán traer sus propios juegos o utilizar los que pondrá a su disposición la Biblioteca.
Beneficios que otorga la práctica del Ajedrez
-Aumenta la capacidad de atención y concentración: Porque las emplearán constantemente mientras jueguen.
-Análisis y síntesis: Durante cada partida de ajedrez, los concurrentes tendrán que contestar a la jugada del contrario, por lo que aprenderán a analizar cada una de las respuestas posibles y sintetizarlas. También mejorarán notablemente en la comprensión de textos académicos y literarios.
-Razonamiento lógico-matemático: Al utilizarse un razonamiento similar al que se utiliza para realizar ejercicios matemáticos, la práctica del ajedrez mejorará el desempeño de los aprticipantes en esta materia.
-Creatividad e imaginación: Mediante el ajedrez, los participantes crearán planes estratégicos y tácticos y desarrollarán su imaginación y creatividad para llevarlos a cabo.
-Aceptación de las reglas: Como ocurre en los demás deportes, el ajedrez tiene reglas que los concurrentes aprenderán y deberán cumplir.
-Aceptación del resultado: Al no ser un deporte de fuerza, sino que gana simplemente el que mejor ha jugado, es un aprendizaje muy importante y profundo para los participantes.
Toma de decisiones: Al igual que el sentido de la responsabilidad, los que asistan tomarán sus propias decisiones, lo cual los ayudará cuando tengan que realizarlas en todos los ámbitos de sus vidas.
Sobre el docente
Martín Litvak dicta clases de ajedrez en Virreyes Rugby Club, ubicado en San Fernando, dio talleres para niños en el Instituto General San Martín, en la librería La Gata y la Luna y en la Escuela de Nuestro Tiempo (Villa Adelina), además de dar clases particulares a chicos y adultos desde 2010.
Informes e inscripción
Personalmente, en Austria 2154, de lunes a viernes de 16 a 20 horas. Por teléfono, en los mismos horarios llamando al 4802-8211. Por correo electrónico a carlossanchezviamonte@yahoo.com.ar.
El grupo es reducido, y se aplican descuentos para socios de la Biblioteca y a quienes se inscriban a más de un taller.
El Taller de Ajedrez está pensado para que chicos, a partir de los 6 años, jóvenes y adultos aprendan a jugar éste juego ciencia de forma dinámica y divertida, y puedan aprovechar todos los beneficios que les brindará su práctica.
Durante la primera etapa del taller, los participantes aprenderán a mover las piezas y las reglas. Comenzarán a jugar libremente y luego se les explicarán las mejores ubicaciones para cada pieza y las distintas maneras de jugar (aperturas con piezas blancas y defensas con piezas negras). También resolverán problemas de jaque mate (forma de ganar una partida) en 1 jugada.
Durante la segunda etapa, profundizarán los conceptos estratégicos y tácticos de las distintas aperturas y defensas. Además, realizarán problemas de jaque mate en 2 jugadas (de mayor complejidad). Jugarán torneos con la modalidad “todos contra todos”. El objetivo no es despertar un mayor interés por la competencia, sino que les resultará más lúdico y divertido de éste modo.
Más adelante se organizarán encuentros con otras instituciones (colegios, clubes, etc) en las que también se dicte éste taller, para que los concurrentes tengan la oportunidad de jugar con otros aficionados de éste juego ciencia y puedan formar nuevos vínculos de amistad.
El Taller tendrá una duración anual. Los participantes podrán traer sus propios juegos o utilizar los que pondrá a su disposición la Biblioteca.
Beneficios que otorga la práctica del Ajedrez
-Aumenta la capacidad de atención y concentración: Porque las emplearán constantemente mientras jueguen.
-Análisis y síntesis: Durante cada partida de ajedrez, los concurrentes tendrán que contestar a la jugada del contrario, por lo que aprenderán a analizar cada una de las respuestas posibles y sintetizarlas. También mejorarán notablemente en la comprensión de textos académicos y literarios.
-Razonamiento lógico-matemático: Al utilizarse un razonamiento similar al que se utiliza para realizar ejercicios matemáticos, la práctica del ajedrez mejorará el desempeño de los aprticipantes en esta materia.
-Creatividad e imaginación: Mediante el ajedrez, los participantes crearán planes estratégicos y tácticos y desarrollarán su imaginación y creatividad para llevarlos a cabo.
-Aceptación de las reglas: Como ocurre en los demás deportes, el ajedrez tiene reglas que los concurrentes aprenderán y deberán cumplir.
-Aceptación del resultado: Al no ser un deporte de fuerza, sino que gana simplemente el que mejor ha jugado, es un aprendizaje muy importante y profundo para los participantes.
Toma de decisiones: Al igual que el sentido de la responsabilidad, los que asistan tomarán sus propias decisiones, lo cual los ayudará cuando tengan que realizarlas en todos los ámbitos de sus vidas.
Sobre el docente
Martín Litvak dicta clases de ajedrez en Virreyes Rugby Club, ubicado en San Fernando, dio talleres para niños en el Instituto General San Martín, en la librería La Gata y la Luna y en la Escuela de Nuestro Tiempo (Villa Adelina), además de dar clases particulares a chicos y adultos desde 2010.
Informes e inscripción
Personalmente, en Austria 2154, de lunes a viernes de 16 a 20 horas. Por teléfono, en los mismos horarios llamando al 4802-8211. Por correo electrónico a carlossanchezviamonte@yahoo.com.ar.
El grupo es reducido, y se aplican descuentos para socios de la Biblioteca y a quienes se inscriban a más de un taller.
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Austria 2154
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