En un ensayo para La Nación, Carlos Gamerro señaló
cuatro formas que la literatura nacional había adoptado para narrar las
circunstancias traumáticas de la dictadura militar: denuncia, elipsis,
testimonio y desacralización. Esta última forma abarcaba en su mayoría
ficciones escritas por hijos de militantes, aunque, como señalaba el
autor de Las Islas, se había vuelto autónoma de la filiación. Hay
todavía, no obstante, pocas novelas o relatos que asuman el enfoque de
los represores o de aquellos que compartían la ideología encarnada por
el gobierno de las juntas militares. "Dado que muchos genocidas están
libres e impunes, el escritor que les inventa una voz propia en la
ficción queda en una situación ética insoportable, que lo empuja a
introducir el control moral o ideológico dentro del texto mediante otra
voz o giros de la peripecia, lo que arruina literariamente la jugada",
dice Miguel Dalmaroni, docente y ensayista.
Para Federico Lorenz,
escritor, historiador y director del Museo Malvinas e Islas del
Atlántico Sur, el abordaje del tema no pudo escapar a la matriz desde la
cual se aprendió a leer esos años oscuros. "El mal absoluto se había
abatido sobre la Argentina, y la perspectiva para narrarlo se centró,
inicialmente, en rescatar las marcas de esa experiencia -dice Lorenz-.
La literatura testimonial desplazó, en ocasiones, la ficción. Con el
correr del tiempo, salir de ese abismo permitió que, en ondas
expansivas, los escritores se abrieran a nuevos temas: la vida
militante, el exilio, Malvinas... Mucho menos, aún, está incorporada la
perspectiva de los perpetradores o las historias de los sectores
sociales que se beneficiaron con la represión." Para el autor de Montoneros o la ballena blanca,
no es casual que la literatura sobre el período parezca inagotable y
apenas reiterativa. "La memoria como prisma y el paso de los años
permiten explorar nuevas formas de escribir acerca de esos años, porque
surgen miradas generacionales diferentes de las de quienes abrieron ese
camino", afirma.
Elegimos diez ficciones escritas a lo largo del tiempo sobre la dictadura militar iniciada en el país el 24 de marzo de 1976.
1982. Cambio de armas. Luisa Valenzuela (reeditado por Colihue en 2015)
"Es
extraño cómo accedí al tema de la desmemoria cuando empecé a escribir
el cuento 'Cambio de armas' en 1977, mientras el horror recién empezaba a
traslucirse -dice la autora elegida para inaugurar la 43a Feria del
Libro de Buenos Aires-. A medida que iba creciendo el personaje de la
mujer atrapada en una situación marital engañosa e incomprensible, pensé
que sería una novela. Con un antes de que ella cayera en esa trampa y
un después, cuando logra zafar. Pero nunca pude completarla: me resultó
demasiado fuerte, a tal punto que ni siquiera me animé a mostrarles el
largo cuento a mis amigos por temor de ponerlos en peligro. Al año pude
completar la serie de cuentos, y cuando volvió la democracia, y
empezaron los juicios, supe lo acertado que había sido el argumento."
Valenzuela, que vivió varios años en Estados Unidos, prosiguió luego con Simetrías, de 1993, la exploración de los años de dictadura. Su novela Cola de lagartija, en cambio, abordaba los años previos al golpe.
1998. A veinte años luz, Elsa Osorio (reeditado por Colihue en 2014) - En nuestro catálogo
Osorio vivía en España cuando escribió A veinte años, Luz.
"Cuenta la búsqueda de identidad de una joven nacida en cautiverio y
apropiada -indica la escritora-. Era ficción. Entonces sólo se conocían
los casos de los nietos buscados por las Abuelas. En 1998 salió en
España (nadie quiso editarla en la Argentina) y coincidió con la primera
vez que una hija de desaparecidos, Paula Cortazza, buscó y encontró su
origen. En 1999 se publicó en la Argentina pero la eligió el director
mexicano del grupo. '¿Por qué escribiste sobre esto?', me preguntaban,
como si fuera una rareza escribir sobre algo que nos había partido la
vida como sociedad, como generación. El camino de la justicia estaba
obturado, hablar era incómodo, escribir más. Pero escribir es salir de
la inmovilidad, del lugar de víctima, crear, creer, provocar,
contagiar." Mientras se leía en veinte idiomas, la novela "desapareció"
del país. "No me propuse dar una representación a lo que no lo tiene,
los desaparecidos, ni hacer una escritura de la ausencia, simplemente
ocurrió", dice Osorio.
2002. Dos veces junio. Martín Kohan, Sudamericana
"No fue mi interés por la política sino por la micropolítica lo que me llevó a escribir Dos veces junio
-señala Kohan-. Y no fue la pregunta por el qué (qué era lo que había
pasado), sino la pregunta por el cómo (cómo pudo pasar lo que pasó), lo
que me impulsó y me orientó. Los realismos y los testimonios abarcaban
perfectamente el modo de rendir cuenta de lo ocurrido. En Villa,
de Luis Gusmán, se marcaba una perspectiva distinta: la de la
capilaridad del poder, por un lado, y por el otro la de la esfera de las
responsabilidades estatales captada en su medianía, en el gris de la
mediocridad más cabal. Esa lectura confluyó con mi pasión por narrar las
derrotas argentinas (en una guerra, en un mundial o en un ring),
y así empecé a pensar en un conscripto en 1978, la noche de Italia 1-
Argentina 0, chofer de un médico de la represión, en contarlo sin que se
alcanzara a discernir si entendía o no entendía el horror del que
estaba formando parte." Kohan profundizó esa perspectiva narrativa en
una novela posterior, Ciencias morales, premio Herralde de Novela 2007.
2008. Nudos, Patricia Ratto. Adriana Hidalgo - En nuestro catálogo
"En
Tandil, donde nací, crecí y aún vivo, gran parte de la sociedad calló,
miró para otro lado y tardó años en reconocer que en nuestra ciudad
también había habido centros clandestinos de detención, torturadores y
desaparecidos -afirma Ratto-. Cuando comencé a escribir sentí que, desde
la ficción, algo podía hacer al respecto. Nudos, mi segunda
novela, transcurre durante la crisis de 2001, en un Tandil atravesado
por una ruta que separa dos territorios bien diferentes en lo ideológico
y social. La novela se compone de historias fragmentarias que se van
anudando en torno a tres ejes: la marginalidad, la represión y la guerra
de Malvinas, y pone de relieve las cicatrices que estos males dejaron y
cómo modificaron los cuerpos y los destinos de los personajes." En la
época en que escribía Nudos, Ratto iba a trabajar a los barrios
periféricos de Tandil en un "bibliomóvil" y notó que, además de las
víctimas de la dictadura, había otros "desaparecidos": los excluidos y
sin oportunidades, invisibles para un sector amplio de la sociedad.
2012. Una misma noche, Leopoldo Brizuela. Alfaguara - En nuestro catálogo
Un robo en un barrio de La Plata en 2010 desencadena en el narrador e investigador de Una misma noche
el recuerdo de un episodio violento vivido en 1976. En ese entonces,
Leonardo Bazán era un niño y comprendía apenas el significado de la
presencia de las fuerzas policiales en su casa, la colaboración del
padre con los oficiales y el silencio con el que la familia debía cubrir
esa experiencia. Narrada con titubeos a medida que avanza a ciegas en
su pesquisa, el protagonista descompone, como en el estudio de una
partitura, el comportamiento de los civiles durante la dictadura.
"Últimamente imaginé un relato que contara esos diez minutos varias
veces, nombrándonos cada vez con palabras diferentes. Porque basta que
nos nombremos de manera distinta para que varíe todo el relato, y sobre
todo, el juicio del lector. Para algunos seremos, claro, héroes. Para
otros, cómplices", le confiesa el protagonista a un amigo. La novela de
Brizuela obtuvo el premio Alfaguara de novela 2012 y ya fue traducida a
varios idiomas.
2013. Las voces de abajo, Pablo Melicchio. Simurg
Melicchio
tenía 9 años cuando el fútbol argentino ganó su primera copa del mundo.
"Festejé en la calle, entre la multitud, subido a caballito sobre la
espalda de mi padre -recuerda el autor-. Esa pobre fotografía es todo mi
recuerdo de ese mundial. Con el tiempo supe que se trató de un plan
para ocultar los horrores cometidos. Años después, trabajando como
psicólogo en una institución para personas con capacidades diferentes,
observé que uno de los internados dejó de pronto de barrer y, mirando
hacia el suelo, comenzó a hablar solo. ¿Y si se comunicaba con los
desaparecidos? Con esa pregunta comencé a escribir la novela. Chiche, el
personaje central, presenta por un lado un 'retraso madurativo' pero
por otro posee un don que le permite escuchar a los desaparecidos,
asesinados y enterrados en la granja donde trabaja. ¿Alguien creerá en
su verdad?" En la novela, discapacidad y desaparición se articulan e
intentan repararse mutuamente. "Las voces de abajo es mi diálogo con el pasado, con ese niño sobre la espalda de su padre", dice Melicchio, que este año dio a conocer La mujer pájaro y una modesta eternidad.
2014. Todos éramos hijos, María Rosa Lojo. Sudamericana
"Mi
novela narra las historias de un grupo de jóvenes profesores y de
estudiantes de secundario en colegios religiosos alcanzados por la
teología de la liberación, a comienzos de los años setenta -observa
Lojo, docente e investigadora además de narradora-. Es un enfoque poco
frecuentado, a pesar de la importancia que tuvo ese movimiento dentro
del catolicismo en las nuevas generaciones en ese entonces. También lo
es el punto de vista central de Frik, una chica que busca su identidad
en la creación artística y no milita, aunque alguno de sus compañeros
empiezan a hacerlo." La novela incorpora el punto de vista de los padres
que cuestionan la militancia de los hijos. "Pero no hay focalización en
represores -indica la autora-. Es una perspectiva poco habitual en la
ficción, quizá porque resulta difícil mirar desde ese lado o porque nos
resistimos a aceptar que quienes estuvieron en ese lugar en definitiva
pertenecen igualmente a la humanidad, aunque actúen su lado más oscuro."
Este año, Lojo publicó El Libro de las Sinigualesy del único Sinigual, un libro álbum para niños y adultos.
2016. DAF /(Deficiente Aptitud Física), Beatriz Vignoli. Bajo la luna
La narradora, poeta y periodista Beatriz Vignoli comenzó a escribir lo que sería la penúltima versión de su novela DAF
en 1991 . "La sigla DAF, 'Deficiente Aptitud Física', significaba
salvarse del servicio militar obligatorio -advierte desde Rosario-.
Necesitaba contar la verdadera historia de los otros 'hijos del
Proceso'. La de los que escuchábamos discos de rock. La de los que
teníamos miedo aunque no estuviéramos en la mira por cuestiones
políticas. La del pibe que iba a un recital y no sabía si volvía." Para
ello, la autora inventó una banda de rock, bautizada DAF, que nunca
cruzó los límites del garaje. "Luego los puse a charlar en las palabras
que nos servían de contraseña a los ?locos' del rock. Inventé a un
bajista (Dadá) que recuerda aquella banda que tuvo en aquel verano de
1979 a 1980 que, para demasiados jóvenes, fue el de la cerveza holandesa
y los boliches donde pasaban música disco", señala la autora. Vignoli
es muy valorada en el país como poeta, pero su obra narrativa, que
incluye un ciclo de varias novelas, es tan radiante como su poesía. Este
año, el sello rosarino Iván Rosado publicó su nuevo poemario, Árbol solo.
2016. Al Sur, Gabriel Lerman. Astier Libros
"De
Baudelaire a Benjamin, de Martí a Gabriela Mistral, se dijo que la
patria es la infancia -señala Lerman-. En mi caso, la patria y la
infancia fue mi barrio, Parque Chacabuco, en estricta dictadura. Y como
en un laboratorio a escala reducida, me pasó todo lo que debía pasarle a
un niño argentino de clase media, menos tener padres desaparecidos,
aunque hubo exiliados, fundidos por la reconversión económica y una
abuela que ingresaba en un lento e irreversible desquicio. Eso podía
ocurrir en un fuera de campo con una pared de cristal que custodiaban
mis padres, en cuyo interior, cual país burbuja, acontecía una infancia
feliz. La infancia, la dictadura y la patria han sido una obsesión que
indagué en mis tres primeras novelas." Rutas para cuatro viajeras hace jugar a una abogada, a su madre y sus dos hijas. En Las nuevas olas se cuenta la vida de un joven judío de militancia montonera que se exilia en Israel. Y en Al sur
aparece con fuerza esa paradójica infancia feliz, en 1978, "mientras
Cacciatore construía la autopista 25 de Mayo y partía a la mitad, para
siempre, el Parque Chacabuco", acota Lerman.
2017. El canario, Carlos Bernatek. Clarín-Alfaguara
A través de diferentes planos, El canario,
ganadora del premio Clarín de Novela 2016, estructura un relato de
fracturas temporales. "Parra y Maidana, los protagonistas, alternan una
cronología que construye la anécdota desde los sucintos fragmentos
previos: un autoexiliado que se dedica a vagar por Brasil durante 20
años y un conscripto destinado a la ESMA en plena dictadura -cuenta el
autor-. El azar del presente los encuentra en una biblioteca pública
donde Parra procura desentrañar la historia de Maidana, ese hombre
quebrado que evita dormirse para esquivar los sueños. El pasado, en
ambos casos, actúa de modo oracular." Otro personaje, Bishop, demarca en
la novela hitos de una épica histórica en el ocaso: el flower power,
Vietnam, el hippismo. Entre esas coordenadas discurren la amistad, el
amor y las lealtades. "La condición humana sometida al horror de la
disposición de los cuerpos constituye el tema dominante de la historia,
pero, lejos de la crónica, la voz de un personaje subalterno narra su
periplo accidental por esa microhistoria como una fantasmagoría de lo
que se calla", indica Bernatek.
Daniel Gigena
Diario La Nación
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