de José Saramago
(Alfaguara, Buenos Aires, 2012, 424 páginas)
Esta, su segunda novela (la primera fue Tierra de pecado, 1947), la escribió Saramago aproximadamente en 1953 y una editorial la rechazó. Cuando más tarde esa editorial encontró el manuscrito y quiso publicarlo, Saramago era famoso y no prestó su autorización: aquella negativa le traía malos recuerdos y dijo que sólo saldría a luz después de su muerte, y así ocurrió. En el prólogo lo comenta Pilar del Río, que es además responsable de la impecable traducción, cuyo vocabulario es muy español.
Ya entonces era notable la prosa de Saramago, cuando rondaría los 29 años: llana, fluida, de insólita perfección sonora. Aparecen imágenes hermosas, algunas de ellas cargadas de sabiduría (“Luchaban, sin desfallecimiento, uno y otro, el sonido contra la obstinación de la desesperanza y la certeza de la muerte, el silencio contra el desdén de la eternidad.”/ “El día en que sea posible construir sobre el amor no ha llegado todavía…”).
La novela se desarrolla en la década del cincuenta, en un edificio humilde de cinco unidades. La descripción de los vecinos que lo habitan parece copiada de una película neorrealista italiana. Pero no cae en el costumbrismo, sino que apunta a la interioridad de los personajes. Saramago es un agudo psicólogo y sus criaturas parecen tener carne y alma, como si permanecieran junto a nosotros. En ellos van surgiendo lentamente el tedio, la frustración, la amargura y los duros enfrentamientos. Así, Emilio mantiene un vínculo patológico con su esposa Carmen; lo mismo sucede con Caetano y Justina. En cambio, la familia compuesta por Anselmo, Rosalía y su hija María Claudia es un volcán apagado a punto de entrar en erupción. En el grupo formado por Amelia con su hermana Cándida y sus sobrinas Isaura y Adriana, aparece el fantasma del lesbianismo. Emotiva y querible, la solitaria Lidia pone al descubierto cómo esa sociedad lisboeta -atenazada por la dictadura de Salazar- condenaba a la mujer que sostenía relaciones sexuales fuera de la santidad del matrimonio. Los diálogos entre Silvestre y su inquilino Abel revelan dudas fundamentales sobre el sentido de la existencia (“¿Quién hay ahí que pueda declarar que vive plenamente?”/ “La vida es una lucha de fieras, a todas horas y en todos los sitios.”). Saramago establece inteligentes elipsis entre la mayoría de los capítulos, que refuerzan la intriga sobre la posible evolución de los conflictos.
Hay referencias a eminentes creadores, como Beethoven, Honegger, Shakespeare, Eça de Queirós, Fernando Pessoa, Dostoievski, y un intertexto de La Religiosa, de Diderot, que Isaura lee mientras está sufriendo un proceso similar al descrito por el enciclopedista.
José Saramago (Axinhaga, Portugal, 1922-Tías, Lanzarote, España, 2010), recibió innumerables premios, entre ellos el Camoens (1995) y el Nobel (1998). Entre sus libros figuran las novelas El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), El evangelio según Jesucristo (1991) y Ensayo sobre la ceguera (1995).
Germán Cáceres
CONVERSATION