de Jorge Ariel Madrazo
(Ediciones Lamás Médula, Buenos Aires, 2014, 76 páginas)
El autor revela tener un manejo superlativo del lenguaje. Su versificación es sencilla, aunque retuerce las palabras resignificándolas, potenciando su sentido, creando neologismos o transformando sustantivos en verbos para luego conjugarlos. Sobre todo es actual, moderna, con gran sentido del ritmo.
En el poemario abundan imágenes bellísimas (“Cuando encendés tu luz, todas las estrellas/ prefieren morir”). Hay paisajes interiores perturbadores, desbordados por la angustia existencial: “En la alta noche/ en cualquier noche/ un minutero insomne/ no te da tregua: martilla/ interrogantes/ terrores sin/ respuesta.” Campea la idea de nuestra finitud, pero desprovista de una visión trágica y sumida en una inmensa calma: “Jamás la muerte resultó tan bella. / Vivo serás, mientras tu muerte irradie.”, así como la evocación, la nostalgia por el tiempo que pasó, por lo que ya fue: “volvé a adorarme mi viejo querido/ volvé a raptarme por favor como ayer”.
El capítulo “Amorar” incluye poesías de honda sensibilidad que apuntan al mundo íntimo, a los devaneos del alma, al devenir del amor en muerte, mientras que en el capítulo “Parranda con ángel”, emotivos poemas en prosa están protagonizados por un ángel singular.
Curiosamente, Jorge Ariel Madrazo presta mucha atención a la ciencia, como las Matemáticas (“el amor, / lo he comprobado, solo es bello si acata/ postulados algebraicos de exacta pasión”.) o la Física (“Los sabios discuten aún, mi querida, / si las estrellas llamadas / ´enanas rojas` pueden irradiar vida en parajes extrasolares”).
Y en todo el libro está presente su profundo amor por la poesía: “poema que soñás desde niño/ y jamás escribirás”.
Inteligente y agudo el comentario de la contratapa debido a Marta Braier.
Germán Cáceres
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