Reproducimos la ponencia presentada por la Dra. Graciela Maturo al Seminario sobre Identidad Latinoamericana (SICLA) que se desarrolló en Arequipa en 2012, y que fue eje de sus dos conferencias sobre el gran escritor cubano en nuestra Biblioteca.
Al
estudiar la obra total de Alejo
Carpentier, se hace visible la íntima unidad de sus novelas y ensayos. El
ensayo es el corazón de algunas novelas que, sobrepasando la metáfora ficcional, instalan
convicciones e ideas a través de sus personajes. En cuanto a su novelística,
a partir de Ecué-Yamba-O,
puede observarse el giro de un
pensamiento naturalmente formado en el racionalismo occidental, - especialmente en la crítica
marxiana a la etapa capitalista, pese a
su inserción también temprana en el Surrealismo- hacia la instalación de una Razón Poética
(María Zambrano) acorde con una
honda comprensión de la cultura popular,
rica en devociones y milagros. Su segunda novela, El Reino de este Mundo, en
la que el escenario histórico haitiano
viene a desplazar a la anterior
observación de la cultura afro-cubana,
da lugar a la generación de un soporte teórico que se expresa en el prólogo,
verdadero manifiesto de lo real-maravilloso-americano, el cual será luego
desplegado a modo de un más amplio ensayo, en su libro Tientos y diferencias. Nuestra intención es mostrar hasta qué punto
ese ensayo se convierte en eje del pensamiento de Carpentier, al inducir un
viraje -que podría ser asimilado a la Kehre, postulada por Martin Heidegger- hacia la antropología religiosa, con una comprensión
amplia de la historia de América, en la que
el autor ve emerger la noción de
“recurso” histórico, de Giambattista Vico, lo cual genera una crítica filosófico-política del concepto
de Revolución.
1)
Introducción.
Nuestro gran escritor y
pensador americano, Alejo Carpentier (1904-1980) se ha expresado a través de dos géneros que en su obra
resultan complementarios: la novela y el ensayo. Vuelca en sus ensayos una
densa reflexión filosófica y antropológica que halla su ahondamiento y ejemplificación en la trama y personajes de
sus novelas. Resulta casi imposible referirse a uno solo de estos géneros, sin
pensar en el otro.
La
formación de Carpentier ha sido rica y variada. Se inicia en un hogar de
europeos cultos que le descubren el mundo occidental pero también le transmiten su curiosidad y respeto por la cultura popular
cubana, formación que se continúa en estudios de musicología y arquitectura. Su militancia estudiantil
contra el dictador Machado le valió unos meses de cárcel durante los cuales
comenzó a redactar su primera novela Ecué-Yamba-O. Logró escapar de la prisión y embarcarse
hacia Francia, su segunda patria, donde
vivió años decisivos en contacto con grupos
surrealistas, por entonces ligados, temporariamente, al socialismo. (De hecho André Breton puso su
movimiento “au service de la Révolution”
entre los años 29 y 35). Su regreso a
Cuba, en 1939, lo colocó ante la
realidad americana, que era, antes de su
etapa en París, y sería por siempre, el
centro de sus preocupaciones. Veía en América un Mundo Nuevo, traspasado
de esa experiencia
surrealista, mágica y real-maravillosa
que los surrrealistas europeos (a quienes habría de denostar tal vez
excesivamente) habían apenas intuido y
practicado..
Vivió
quince años en Venezuela dedicado a
tareas de escritura, periodismo e investigación cultural, y volvió a Cuba en 1959; fue por dos años funcionario de la
Revolución, y en 1961 se marchó a Francia, donde -después de su voluntario exilio- sería designado como representante
diplomático de su patria. Murió en París
en 1980.
Musicólogo,
antropólogo por vocación, infatigable lector, Carpentier absorbió la
influencia de Fernando Ortiz[1] y Juan Larrea[2]. Ortiz había penetrado a
fondo en la identidad cubana lanzando el fecundo concepto de transculturación, que explicaba el vodú y otros cultos americanos; Larrea,
español exiliado en México y luego en la Argentina – donde he contado con su
amistad- postulaba a la América hispánica como “pueblo
de Dios” destinado a cumplir las profecías de Israel. (Esta perspectiva fue
asimilada por Carpentier, Marechal y García Márquez).
Otro factor que ha actuado
en su comprensión de la realidad
americana fue, a pesar suyo, el
Surrealismo, al que rechazó como escuela, conservando una fidelidad profunda a sus
postulaciones.
2.-
Una mirada a la producción de Alejo Carpentier.
Haré
referencia a algunos ensayos y novelas de Carpentier, dentro de su amplia
producción, en función del tema propuesto. Estimo que una revisión de esas
obras, como asimismo de otras que integran su importante labor, muestra el coherente
desarrollo de su americanismo, basado en su valoración del subcontinente como lugar mágico, predestinado, ecuménico,
barroco, singular.
Las novelas, cuya puesta
en intriga resulta siempre heurística y revelatoria, según Ricoeur[3],
aplican a la vida americana una observación concreta que pasa por lo autobiográfico, lo histórico,
la realidad natural, la vida social, el sustrato mítico de la cultura; los
ensayos, a su turno, construyen un speculum,
una especulación intelectual, que expande la comprensión y explicitación de
esos mismos aspectos.
En su primera novela Ecué-Yamba-O, publicada en Madrid en
1933[4],
puede apreciarse el temprano interés de
Carpentier por la cultura popular afrocubana, y su valoración del factor
religioso y sobrenatural en la formación del hombre americano. ¡Ecué-Yamba-O! (inicialmente con signos de exclamación, que luego se
suprimen), gira alrededor de un personaje popular, Ecué, que es iniciado en la
cofradía de los ñáñigos. La expresión ritual que da título a esta suerte de
novela antropológica viene a significar:
¡Viva Ecué! Esa obra - que el escritor
subestimó pero que igualmente adquiere
su valor a una mirada hermenéutica abarcadora de su trayectoria- mostraba
a la política como parte de la cultura, e implícitamente planteaba ya su
interés por un sentido de lo mágico cotidiano que tiene su centro en la
población mestiza de América.
El Reino de este mundo (1949)[5] reafirma el carácter mágico del
subcontinente, pero ya no solamente por la observación de los ritos
populares sino atendiendo a sucesos históricos como los de la emancipación de
Haití, traspasados de magia y espiritualidad religiosa. Esa novela es precedida de un prólogo que se
constituyó en un verdadero manifiesto del “Realismo Maravilloso
Americano”, tema al que prestaremos especial atención.
En Los
pasos perdidos (1953)[6]
–obra inspirada en un
viaje a las fuentes del Orinoco, durante su residencia en
Venezuela- Carpentier elabora el motivo
mítico del viaje como símbolo de la
transformación espiritual, configurando
el trayecto iniciático de un
personaje. El texto, además de elaborar
una experiencia autobiográfica, amplía
su significación emblemática al remitir a aquella transformación interior
designada por Martin Heidegger como die
Kehre[7]
en su famosa conferencia del año 49. (Esta expresión ha sido mantenida en
su idioma, junto con otras tres palabras, por la traductora argentina María
Cristina Ponce Ruiz, por no satisfacerle ninguna de las traducciones ofrecidas
en español: vuelta, torna, viraje;
acaso podría proponerse la palabra conversión,
por tratarse de la transformación ya expuesta como metánoia en el mito griego: convertirse alguien a lo que realmente
es en esencia. .
Esa conversión, que deja transparentar el devenir espiritual del autor, fue
refrendada en El acoso (1956)[8] , novela corta donde Carpentier - sin ahorrar referencias autobiográficas- expone el martirio y conversión de un
personaje
que es enviado a prisión. En estas dos obras queda suficientemente
asentada la transformación espiritual del escritor, que se manifiesta a partir
de entonces en sus novelas, cuentos y ensayos. (Cabe recordar que la
construcción de la identidad narrativa puede ser considerada, siguiendo a
Ricoeur, como vía oblicua, indirecta, en
el descubrimiento de la ipseidad o
núcleo óntico de la persona.[9] )
El
siglo de las luces (1962)[10],
obra que puede ser leída a partir de esa recuperación del Cristianismo, inaugura
también lo que hemos llamado “doble referencialidad”, rasgo propio de la novela
histórica cuando se convierte en texto crítico de la contemporaneidad política
del autor. Más abajo me detendré en esta obra.
Algo similar cabe decir sobre El Recurso del Método (1974)[11],
donde invoca a Descartes al
comenzar cada capítulo, para invertir el
rumbo de su racionalismo en apelación a la antítesis curso/recurso, que en el decir de Giambattista Vico vendría a
alterar el curso lineal de la Historia. En
esta obra da voz al Magistrado, nuevo modelo
político-narrativo que reemplaza al déspota
y se convierte en portavoz de una nueva teoría política americana. Por su parte Concierto barroco (1974)[12]
exhibe un friso de conjugación de
culturas en un ámbito aparentemente
pasado como el Carnaval de Venecia, aunque transportable a una instancia
futura bajo el signo triunfante del Barroco, que es para Carpentier el sello
característico de América Latina. Por su
parte La consagración de la primavera (1978)[13],
que toma el título de una sinfonía de
Stravinsky, reinterpreta con matices muy personales el triunfo histórico de la Revolución,
mientras despliega su teoría de la novela.
Finalmente El arpa y la sombra (1979)[14]
hace de un supuesto juicio a Cristóbal Colón – construido teatralmente como una
representación barroca y ultramundana – el motivo para la revisión
histórica del Nuevo Mundo, reservada –
nos dice intencionadamente - a los escaldas
, es decir los poetas, los rapsodas.
Estas
novelas son acompañadas por varios ensayos del autor, de gran solidez y
penetración, que se inician con la Historia
de la música en Cuba(1946) y
continúan con los que reúne en el tomo titulado Tientos y diferencias (1964). Otros ensayos de Carpentier fueron
publicados bajo los títulos Literatura y
conciencia en América Latina (1969); La
ciudad de las columnas (1970); América Latina en su música (1975); Letra y
solfa (1975); Razón de ser
(1976), Afirmación literaria americanista
(1979), Bajo el signo de Cibeles.
Crónicas sobre España y los españoles (1979); El
adjetivo y sus arrugas (1980), El
músico que llevo adentro (1980).
Póstumamente se publican La novela
americana en vísperas de un nuevo siglo (1981) y Conferencias
(1987).
La ensayística de Alejo Carpentier – dejando
por ahora de lado algunos temas particulares o
circunstanciales- gira sobre el eje
fundamental de América, comprendida e
interpretada en su compleja formación cultural, destino histórico y singular expresión musical y
literaria. Esa visión, que lo conduce a
su revaloración del destino sincrético y expansivo de España, se
centra en el concepto de lo Real-
Maravilloso- Americano, el Barroco, y un
género favorito, la Novela.
Podemos desglosar de esta formulación múltiples temas o subtemas que finalmente convergen en aquel, y que
intento enumerar rápidamente: el hombre
y su destino de salvación; el compromiso
histórico; lo Real-Maravilloso como clave
de comprensión del Cosmos pero también de la Historia; la
Razón Poética; la crítica del marxismo;
la postulación de una cierta filosofía de la Revolución; la confluencia de Oriente y Occidente en América; la misión
de España en el destino americano;
la literatura, la música y la arquitectura americanas; la novela, género total, como instrumento de
autoformación personal y comprensión histórica; la misión de los intelectuales en el continente.
Tal como lo he propuesto en este caso,
me detendré en el concepto de lo Real-maravilloso-Americano, al que considero
clave de la evolución teórica de Alejo Carpentier, y generador de consecuencias
notables en el campo de su
interpretación cultural, estética y política de América.
3.-
La teoría de lo Real-maravilloso-americano.
Este concepto es enunciado por Carpentier en un
artículo periodístico, un año antes de ser incorporado al prólogo de su
segunda novela, El Reino de este mundo. Es en este ensayo, luego ampliado e
incorporado en Tientos y diferencias, donde
vemos aflorar plenamente la concepción
de lo Real-Maravilloso-Americano, a la
cual considero clave para la evolución del pensamiento de Carpentier. Esa concepción ha madurado a
partir de varias fuentes convergentes:
la primera, consultada antes del viaje a Francia, ha sido su temprana
compenetración con el vodú, cargado
de signos y ritos mágicos que sincretizan la cultura africana con el
cristianismo en los estratos populares de Cuba. La segunda, ampliamente percibida y compartida en su
contacto con los surrealistas – luego repudiados- dentro de la implícita y explícita condena que éstos
hicieron de la Europa moderna. En determinado momento los surrealistas
ampliaron sus preocupaciones por el
sueño y el automatismo psíquico e incorporaron una temática spengleriana, de
crítica a la civilización occidental por su
destrucción de lo mágico y religioso en función de ideales científicos y
utilitarios -pese a la corriente romántica, que inició un cierto recurso
en el sentido de Vico- hecho que poco a poco genera el apartamiento
surrealista con relación al progresismo político, asentado en una visión
positivista de la realidad.
En
Carpentier iba germinando cierta postura ligada al tema del ocaso de Europa,
que no derivaba por cierto en ningún anti-europeísmo absoluto. Recordemos que Oswald Spengler, discípulo de F. W. Nietzsche, había publicado entre 1918 y 1922 los 4 tomos
de su obra La decadencia de Occidente, tempranamente traducida en España
y América.[15] El
clima creado por esta obra
nutrió, sin duda, algunos movimientos políticos europeos, y ciertas
tendencias de las artes. No puede negarse que el Surrealismo se colocó en esa
vertiente, de allí el error de identificarlo en la producción artística con
vanguardias progresistas como el Futurismo ruso, o próximas a las novedades
técnicas como el Futurismo italiano.
Quiero
recordar que Pierre Mabille, amigo de Carpentier y uno de los más relevantes
teóricos del Surrealismo francés,
publica dos obras netamente spenglerianas, que son Le miroir du merveilleux, 1939,
con prólogo de André Breton, y Egrégores
ou la vie des civilizations, 1940. La segunda de ellas llevaba una faja con
el título tremebundo: Mort de l’ Occident. Por su parte Alejo Carpentier, que vuelve a
América en los inicios de la Segunda
Guerra, publicó en 1941, en la revista Carteles de La Habana, seis artículos breves bajo el título “El ocaso de Europa”.[16] No olvidemos tampoco el (tardío) interés del
grupo surrealista por la América hispánica.
André Breton visitó México en 1938, y opinó que México era “un país
surrealista”, apreciación que tanto
Carpentier como Miguel Ángel Asturias sustentaron
con relación a todo el subcontinente.
No
obstante lo dicho, Carpentier acusa al
Surrealismo de los franceses de ser un “Surrealismo de laboratorio”. De modo similar, el bilbaíno Juan Larrea, que había escrito su obra
poética en francés hasta el año 32, se
había alejado de los franceses para conformar una suerte de Surrealismo
profético, con elementos hispánicos e
hispanoamericanos.[17]
América
sería para el autor cubano el lugar en que la
categoría estética y cultural de lo Real-Maravilloso se hace plenamente
presente. Esto lo conduce a descalificar
– algo excesivamente- al
Surrealismo francés:
…Después
de sentir el nada mentido sortilegio de las tierras de Haití, de haber hallado
advertencias mágicas en los caminos rojos de la Meseta Central, de haber oído
los tambores del Petro y del Rada, me vi
llevado a acercar la maravillosa realidad
recién vivida a la agotante pretensión de suscitar lo maravilloso que
caracterizó ciertas literaturas europeas de estos últimos treinta años. Lo
maravilloso, buscado a través de los viejos clisés de la selva de Brocelianda,
de los Caballeros de la Mesa Redonda, del encantador Merlín y del ciclo de
Arturo. Lo maravilloso, pobremente sugerido por los oficios y deformidades de
los personajes de feria (…) lo maravilloso, obtenido con trucos de prestidigitación,
reuniéndose objetos que para nada suelen encontrarse. La vieja y embustera
historia del paraguas y la máquina de coser sobre una mesa de disección,
generadora de las cucharas de armiño, los caracoles en el taxi pluvioso, la
cabeza de león en la pelvis de una viuda, de las exposiciones surrealistas.(
…)Pero a fuerza de querer suscitar lo maravilloso a todo trance, los
taumaturgos se hacen burócratas (…)
Lo
maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una
inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación
privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual, o singularmente favorecedora de las
inadvertidas riquezas de la realidad, percibidas con singular intensidad en
virtud de una exaltación del espíritu conducido a un “estado límite”. Para
empezar, la sensac- inserto en texto más amplio- ión de lo maravilloso
presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de
santos (…) De ahí que lo maravilloso invocado en el descreimiento,
como lo hicieron los surrealistas durante tantos años, nunca fue sino una
artimaña literaria (…) No por ello va a darse la razón, desde luego, a ciertos
partidarios del retorno a lo real
-término que cobra entonces un significado gregariamente político- que no hacen sino sustituir los trucos del
prestidigitador por los lugares comunes del literato “enrolado” o el
escatológico regodeo de ciertos existencialistas. Pero es indudable que hay
escasa defensa para poetas y artistas que loan el sadismo sin practicarlo,
admiran el supermacho por impotencia, invocan espectros sin creer que respondan
a los ensalmos, (…) sin ser capaces de concebir una mística válida ni de
abandonar los más mezquinos hábitos para
jugarse el alma sobre la temible carta de una fe.[18]
En ese famoso ensayo, Carpentier contrapone “lo
maravilloso- real- americano” a “lo maravilloso” tal como se presentaba en la
literatura europea de los últimos treinta años, en particular por los
surrealistas.
Acierta Carpentier (desconcertando a algunos críticos) al definir lo maravilloso
como un milagro (miracle, de miraculus,
admirable), el fruto de una revelación privilegiada de la realidad, una
iluminación subjetivo-objetiva, inhabitual,
una ampliación de las escalas y categorías del conocimiento, en virtud
de una exaltación del espíritu que lo
conduce a un cierto estado límite. “La sensación de lo maravilloso presupone una
fe.”
Una segunda línea de interpretación pasa por el
mestizaje americano que vincula imágenes, símbolos y ritos de diferentes
pueblos. El cristianismo es en América
la doctrina amalgamante de pueblos y tradiciones disímiles, y el pueblo
americano, - a pesar de algunas intransigencias eclesiales- respeta el milagro, los santuarios, las devociones populares, sin
las cuales no se comprende la cultura
indo- hispano-afro--americana.
El autor cubano iniciaba,
con plena conciencia, un
rumbo de pensamiento que lo colocaba
lejos del experimentalismo literario así
como del realismo supuestamente comprometido del siglo XX, por considerarlos el fruto de una cartilla
ideologica o estética, y no de una
lealtad a los fenómenos de la
realidad, y a los mecanismos profundos
de la creación poética.
Lo maravilloso venía a ser definido: a) como condición de
la realidad misma, y no como artificio; b) como un modo de conocimiento de lo
extraordinario que se hace posible en niveles
de exaltación espiritual; c) como lo propio y natural de América - se sobreentiende, la América Latina, y no
la dominada por los anglosajones, ajenos a esta dimensión - por ser esta América, para Carpentier, el “lugar de lo real-maravilloso”
La teoría de “lo real maravilloso”,
sustentada por el escritor cubano a
partir de 1948, fue reiterada a lo largo
de toda su labor. El mismo artículo, fue
nuevamente publicado por su autor- inserto en texto más amplio- veinte años después, y reiterado en una entrevista del 77, recogida en el tomo de Conferencias, lo cual prueba la
vigencia que seguía teniendo para su
autor.
Ciertamente, la crítica dedicada
a Carpentier pocas veces ha penetrado
en su visión del mundo y el arte, a raíz de
prejuicios que nacen de un
subyacente positivismo filosófico, que
dicta una consideración ajena a lo poético.
En un prolijo estudio, que
continúa las recetas del efectismo surrealista, el profesor Paul Verdevoye [19], -cuya
obra es en muchos aspectos digna de consideración- persigue los modos buscados
por Carpentier para “lograr que la realidad de sus novelas tenga visos
maravillosos”. Es el suyo un enfoque típicamente divorciado del sentido de lo
real- maravilloso. Lo maravilloso sería un efecto buscado por el escritor, y no
una condición emergente de la realidad misma. Luego pasa a examinar los “signos
exteriores” que en la obra de Carpentier trasuntan la realidad maravillosa.
Otros signos de lo maravilloso serían el léxico impresionista del escrito, su
“deseo de embrujar al lector”, el uso de palabras
insólitas (Ecué-Yamba-O) o de palabras
claves que –por su repetición- darían una significación fuera de lo común a
situaciones o personajes. Verdevoye comenta el texto de Alejo Carpentier
mostrando su propia distancia: “se
subraya, sin que Carpentier se dé cuenta
de ello tal vez (!) el carácter
subjetivo de una definición de la realidad que estriba en un fervor personal.” La importancia del método fenomenológico en
el trabajo del escritor, así como la legitimidad de su opción religiosa, pasan desapercibidas para el
respetable profesor francés, que
cuestiona el realismo maravilloso de Carpentier y se revela alejado de su
verdadera raíz. Aproxima el realismo mágico americano – cuya definición tampoco coincide con el concepto
carpenteriano, pues hace hincapié en un modo típicamente literario de presentar
lo insólito- a aquel otro difundido por
el libro de Roh sobre el post-expresionismo pictórico alemán. Reconoce no
obstante las diferencias aportadas por la fe y el “telurismo”, sin advertir su continuidad en una perspectiva espiritual,
que otorga significación a la
naturaleza, el entorno en que el hombre se halla situado.
Una intransigencia similar provino
del crítico argentino Enrique Anderson Imbert[20],
con quien mantuve una respetuosa polémica sobre el tema, pero no quiero detenerme
en ella por no exceder los límites de este trabajo. A ellos podríamos agregar a
Seymour Menton, Emir Rodríguez Monegal y Rafael Gutiérrez Girardot, entre otros
comentaristas y críticos que rechazaron o desconocieron la postulación del
realismo maravilloso de Alejo Carpentier.
4.- La conversión personal y la crítica a la
Revolución
Como hemos
adelantado ya, la conversión personal
del escritor fue expuesta en dos novelas, Los
pasos perdidos y El acoso, que
tipifican en la trayectoria de Carpentier una conversión personal o Kehre
en el sentido heideggeriano; ese cambio interior, conscientemente
asumido, se corresponde con el devenir de sus ideas y acompaña a su teoría de
la sociedad y de la Revolución, que seguirán exponiendo sus novelas y ensayos.
Era previsible que, a partir de esa conversión personal y del despliegue de
su convicción acerca de la decadencia del Viejo Mundo, sumado a su creciente fe
en el destino singular de América, debía surgir en Carpentier una mirada crítica
acerca del marxismo-leninismo, que se instala a partir de 1959 como fundamento
de la Revolución Cubana. El siglo de las
luces[21]
es la obra clave que expresa la tensión política generada en el seno de la
Revolución Cubana y determinante del retiro de Carpentier. La obra,
llamativamente, tiene dos ediciones en el año 1962: la primera en francés, y en
París, la segunda, a pocos meses de la primera, en México.(La tercera, hecha en
Cuba en 1963, consigna sin embargo, primera edición).
Aunque no será posible en esta ocasión
referirme extensamente a esta novela, quiero dejar anotada mi personal lectura
acerca de la doble referencialidad que he postulado (acaso vista también por
otros críticos y silenciada por ellos). El personaje Víctor Hugues, cuya historicidad
ha sido plenamente demostrada[22], es presentado como el
exponente americano de la Revolución Francesa que asume el poder en la isla de
Guadalupe y se convierte en déspota; por otro lado, entiendo que apunta con agudeza al líder
cubano Fidel Castro y a la Revolución
del 59, pese a la anotación final del libro, llamativa, que dice: La Guadalupe, Barbados, Caracas, 1956-1958[23].
O sea, el autor remite su
composición al año 56, y a Venezuela.
(En un libro todavía en curso, extiendo esta interpretación, haciendo una lectura hermenéutica de la obra a la luz
de su contexto de producción).
Bastará por ahora recordar que los dos
personajes principales: Esteban -
que representa visiblemente al
autor, entre otras cosas por llevar el nombre de San Esteban que , como lo hace
notar el propio Carpentier, corresponde en el santoral al 26 de diciembre,lo
que no dice es que esa es la fecha de su nacimiento- y Sofía, cuya textura arquetípica puede conducir al lector
hacia la imagen de la Virgen (imagen presente de un modo u otro en casi todas
sus novelas, desde la primera, aunque allí desde la mirada de un antropólogo
que observa)) ellos han escuchado el llamado histórico de Víctor Hugues, y lo
han seguido con admiración; pero dejarán
de acompañarlo cuando éste se coloca la
chaqueta de Robespierre. Las referencias a Robespierre, cuyo nombre evoca
el periodo del Terror en la Francia revolucionaria, abundan en las páginas de la obra, acentuando su doble referencialidad, dirigida
a tiempos y lugares diferentes, a
figuras distintas pero similares en su modo de actuar. El propio autor se
encarga de dar pistas en esa dirección, hablando de trajes, disfraces y máscaras, y señalando otras analogías históricas. El relato se colma de presencias alegóricas,
alusiones a símbolos y juegos intencionados como por ejemplo: (en el Hospital) habían reaparecido unos Frailes Dominicos
misteriosos (…) pronto seguidos de una reaparición de crucifijos y santos oleos…[24] El viento de Thermidor soplaba sobre muchas conciencias. Las críticas
que algunos habían guardado para sí empezaban a expresarse en conciliábulos,
desconfiados de quien demasiado se acercara[25] Y podríamos seguir
ampliando los ejemplos, que incluyen las
declaraciones del personaje autobiográfico Esteban sobre la Cruz, ligada al
Mástil, el Arado y el Árbol: Recordaba su
texto de San Hipólito… He aquí mi angosta senda: he aquí mi camino angostado: escala
de Jacob en cuya cima está el Señor:..[26] Por otra parte Carpentier ha creado un personaje, el Dr. Ogé, mulato cultivado que
emite continuamente sus opiniones críticas sobre los modos y contenidos de la
Revolución.
Esta
perspectiva se completa y ahonda en otra novela del escritor cubano, El Recurso del método, 1974. En ella
será el Magistrado, en su doble acepción de Presidente y de maestro, quien como
portavoz de Alejo Carpentier hará la crítica de los m,odelos eurpeos,
asentando de manera alegórica, con
toques de humor, las bases de una teoría cultural y política
hispanoamericana. En mi lectura, ese
personaje apunta también a otro personaje histórico, esta vez argentino. Habrá
que leer pausadamente esta obra para verificar lo que arriesgo como exégesis
del texto.
En suma, la visión crítica de
la teoría y la práctica política en su patria y en el subcontinente marcha
unida a la valoración de lo Real-Maravilloso-Americano que sólo
superficialmente ha sido para Carpentier una categoría estética: constituye el
trasfondo de la cultura popular. . Para el escritor cubano se hace evidente que
la teoría revolucionaria debe ser gestada desde el sustrato cultural
latinoamericano y no desde las postrimerías críticas del mundo occidental, por
ejemplo el marxismo y sus derivaciones tropicales, momento al que Heidegger considera
el enjuiciamiento ético de la Modernidad, y a la vez su culminación.
Todo
esto puede ser profundizado y
ampliado en el cotejo con los ensayos de
Alejo Carpentier. No diré que haya encarado
expresamente una crítica del
marxismo, cuya parcial validez no se trataría de negar. Pero su juicio por la
aplicación de recetas euocéntricas desentendidas de la cultura de los pueblos
se hace evidente de un modo u otro. Atendiendo
al referente inmediato de la obra, la Francia de fines del siglo XVIII, contrapone a la Francia enciclopedista, que
enalteció a la Diosa Razón, la España humanista, la de Juan el Romero que transita el camino
de Santiago y se reencarna en otros personajes americanos, la de sus crónicas “España y los españoles”, etc. Pero la misma posición subyace a otros escritos, como por ejemplo, La ciudad de las columnas[27], que además de ser un relato descriptivo de la Ciudad Vieja de La
Habana, constituye un admirable ensayo sobre la cultura hispanoamericana, en la
cual - como lo señala en forma incisiva-
se perfila la impronta del clasicismo
grecolatino sembrado por España en las ciudades americanas: Carpentier propone leer a la ciudad como un texto
histórico, redescubriendo las columnas,
los arcos de medio punto, los arquitrabes, los patios
rodeados de claustros y balaustradas, los zaguanes con su puerta cancel,
o el “lugar del fresco”, que invita al
recogimiento contemplativo del alma
hispánica.
La singularidad de América, su peculiar
fusión de Oriente y Occidente, su cierto anacronismo y distancia de la
Modernidad, se perfilan en páginas inolvidables del autor cubano, en las que asoma su revaloración de España, y del Reino
de Indias, ajenos a la mentalidad de la Ilustración y al progresismo moderno. A
ellos ha dedicado ensayos, crónicas y
cuentos que colocan jal Mundo Nuevo un paso atrás de la
Modernidad a la cual sin embargo - señala el escritor- no ha repudiado sino
absorbido parcialmente dentro de sus propios
límites. Esto hace que América no pueda ser entendida dentro de los
parámetros de la Revolución Francesa, que fue modelo de la emancipación,
ni de la Norteamericana que fue modelo
de los organizadores, pero tampoco desde
el paradigma de la Revolución Rusa que vino a imponerse más
adelante como paradigma insuperable, por ser todas ellas ejemplo de una mentalidad
que ha privilegiado la racionalidad y la ciencia sobre el conjunto de la
cultura, y también por haber traicionado todas ellas sus iniciales propósitos humanitarios instalando en ciertos
casos la persecución, la guillotina o el crimen político, en otros la
automatización y empobrecimiento del hombre concreto. Considero que de la obra de Carpentier, en su
conjunto, emerge el enjuiciamiento de esos modelos, tomados en diferentes
épocas por las dirigencias latinoamericanas,
y la inclinación hacia una
perspectiva americana, humanista e inclusiva de pueblos, etnias y modalidades propias de este
subcontinente.
Carpentier
es un filósofo de la Historia, a la cual no visualiza desde la superficie del tapiz, sino desde los planos ocultos de su trama,
revelando su dibujo intrahistórico.
Desde su obra El reino de este Mundo
en adelante, varias veces nos hizo ver cómo las revoluciones nacen santas,
engendran castas de poder y finalmente se enquistan como gobiernos
totalitarios que giran alrededor de
prebendas y favores mutuos. La corte de
Henri Christophe es un ejemplo de traición a los ideales revolucionarios de los
liberadores de Haití, pero halla otros ejemplos en la Historia.
En otra
línea ubica a la figura de Santiago, el apóstol que ha presidido la
Conquista, justificando hasta cierto
punto su orientación intrahistórica, no
sus excesos. Ve el movimiento recurrente
de la Historia dentro de un amplio
movimiento hacia el universalismo, hacia
el concierto barroco que sería el
encuentro de los pueblos. Su visión coherente despliega un americanismo que
algunos podrán considerar “reaccionario”
solo porque lo miden desde la teoría europea,
- y no totalmente, porque en Europa también se han perfilado maestros universales
que han abierto caminos, rompiendo con
prejuicios positivistas y
eurocéntricos. En su caso, se
trata de la fidelidad al ethos de los pueblos americanos,
que encierra gérmenes universalizantes
para la humanidad, hoy sumida en la crisis más profunda de su historia.
El
americanismo humanista de Alejo Carpentier no es un hecho aislado: viene a integrarse con una ancha corriente a
la que han aportado grandes novelistas, antropólogos, filósofos y educadores:
Asturias, José María Arguedas, Uslar Pietri, Lezama, Octavio Paz, Fernando
Ortiz, Scalabrini, Rodolfo Kusch, Manuel Gonzalo Casas, Ernesto Mayz
Vallenilla, Alberto Wagner de Reyna, Helio Jaguaribe, Walter Rela, Washington
Reyes, Alberto Methol Ferré. Con ellos, el pensador cubano nos incita a pensar a América, y sobre todo,
a pensar desde América.
Dra Graciela Maturo
Ex Investigadora Principal del CONICET
Prof. Consulta de la UCA
Miembro Honorario del Centro de Estudios Filosóficos de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires
Directora del Centro de Estudios Poéticos Aletheia
Ex Investigadora Principal del CONICET
Prof. Consulta de la UCA
Miembro Honorario del Centro de Estudios Filosóficos de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires
Directora del Centro de Estudios Poéticos Aletheia
[1] Fernando
Ortiz: Contrapunteo cubano del tabaco y
el azúcar. Jesús Montero La Habana, 1940.
[2] Juan
Larrea: Rendición de espíritu.
Cuadernos Americanos, México, 1943; El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo.
Cuadernos Americanos, México, 1944.
[3] Paul Ricoeur: Temps et Récit. Éd. du Seuil, Paris, 1983-1985.
[4] Alejo Carpentier: ¡Ecué-Yamba-Ó!, Editorial España,
Madrid, 1933.
[5] Alejo
Carpentier: El reino de este mundo. EDIAPSA, México, 1949.
[6] Alejo Carpentier: Los pasos perdidos. EDIAPSA, México,
1953.
[7] Martin
Heidegger: Die Kehre, traducción al
español (con título alemán) por María
Cristina Ponce Ruiz. Alción, Córdoba, 2000.
[8] Alejo Carpentier: El acoso. Novela corta. Losada, Buenos Aires, 1956. Incluida en la edición de Guerra del tiempo. México, 1958.
[9] V. Paul
Ricoeur: Soi même comme un autre.
Seuil, Paris, 1990.
[10] Alejo Carpentier: El siglo de las luces. México,
1962. Tengo a mano la edición
cubana, Revolución, 1963.
[11] Alejo
Carpentier: El recurso del método. Siglo
XXI, México,1974. ( fechada el 22 de
abril de 1974)
[12] Alejo Carpentier: Concierto Barroco. Siglo XXI, México,
1974.
[13] Alejo
Carpentier: La consagración de la
primavera. Siglo XXI, México, 1978.
[14] Alejo
Carpentier: El arpa y la sombra,
Siglo XXI de España, Madrid, 1979.
[15] Oswald
Spengler: La decadencia de Occidente:
bosquejo de una morfología de la historia universal. Buenos Aires, Calpe,
1925.
[16] Noël
Salomon, en su ensayo “El Siglo de las Luces: historia e imaginación”,
publicado en volumen de varios autores sobre El Siglo de las Luces, Paris, 1972. (pp. 395-428), se refiere a
estos artículos, publicados en revista Carteles (La Habana).Completamos esa
referencia con los siguientes datos:
pp74-75: 16 nov., 1941; pp36-37:
23 nov., 1941; pp44-45: 30 nov.,
1941; p44-45: 7 dic., 1941; p36-37: 14 dic. 1941; p36-38: 21 dic., 1941 (datos extraídos de
“Una aproximación bibliográfica a las crónicas históricas de Alejo Carpentier”
de Araceli García Carranza)
[17] Juan Larrea: obras citadas.
[18] Alejo
Carpentier: Prólogo a El reino de este
mundo. Edición de la Librería del Colegio con Estudio Preliminar de
Florinda Friedmann de Goldberg, Buenos Aires, 1975. (pp. 51-57).
[19] Paul Verdevoye: “Las novelas de Alejo
Carpentier y la realidad maravillosa”, en Revista
Iberoamericana, 118-119, en/jun. 1982.
[20] Enrique
Anderson Imbert: El realismo mágico y
otros ensayos. Monte Ávila, Caracas, 1976.
Ver nuestro artículo “La polémica sobre el Realismo mágico”, en Graciela
Maturo: La literatura hispanoamericana.
De la utopía al Paraíso. García Cambeiro, Buenos Aires, 1983.
[21] Alejo
Carpentier: El siglo de las Luces.
México, 1962. Nos hemos manejado con la edición cubana: Ed. Revolución, La
Habana, 1963.
[22] Véase Noël Salomon, antes citado. El
autor, en prolijo artículo, revisa las
fuentes históricas de Carpentier, sin acceder a una referencialidad
contemporánea del asunto o del personaje invocado.
[23] Ed. 1963, pág.417.
[24] El siglo de las luces, ed. cit. p. 162.
[25] Ed.cit p.188-9
[26] Ed.
cit.p.194. Esta lectura es ampliada en libro iniciado en 1972,
aún inédito, que he decidido publicar.
[27] Alejo Carpentier: La ciudad de las columnas, Ed. Letras
Cubanas, La Habana, 1982.
Carpentier / Maturo
En los encuentros del Centro de Estudios Poéticos "Aletheia" Graciela Maturo se refirió a Carpetier en dos encuentros: "Lo real-maravilloso como concepto generador en el pensamiento de Alejo Carpentier", el 5 de agosto de 2013, y "Alejo Carpentier: de lo real-maravilloso a la crítica del marxismo", llevado a cabo el 3 de noviembre pasado.
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