de Daniel Sada
(Editorial Anagrama, Barcelona, 2011, 240 páginas)
Ponciano y Sixto, dos chóferes pobres e ignorantes, quieren vengarse de Serafín Farías, su expoliador patrón, y no se les ocurre otra idea que asesinarlo mientras los tres transitan en camión por una carretera, y huyen como si escapar de la policía y la justicia en esas circunstancias fuera tan fácil. Pero también, en el fondo, desean morir: anida en ellos un vacío, un tedio infinito, una falta de sentido a su humillada existencia.
El autor lleva a cabo un admirable trabajo sobre el lenguaje con una prosa barroca que cultiva la oralidad haciendo que la tercera persona del narrador dialogue consigo misma. Es una escritura caótica que destruye la sintaxis convencional y por tramos adquiere ribetes de apuntes escritos en una agenda. Junto a párrafos largos, aparecen otros de una sola palabra. Además, Sada usa innumerables modismos que el lector argentino desconoce, reinventa palabras e inunda las oraciones de signos ortográficos.
Pese a las trabas que puede imponer una lectura tan complicada, la historia atrapa porque se anhela conocer la nueva locura que con seguridad cometerán Ponciano y Sixto. A ratos la novela bordea el absurdo por los desatinados diálogos entre los dos amigos y, pese a la angustia que transmiten sus acciones, Sada las comenta con humor. Y elige la morosidad para narrar esta historia y poder dar curso a sus singulares acotaciones que señalan un severo escepticismo (“Supongamos que somos extremadamente modernos y que por lo mismo nos es fácil decir que este mundo es una cagada…”)
Un tipo simple como Ponciano llega a emitir opiniones propias de un intelectual nihilista, como consecuencia de haber sido explotado y sufrido tantas privaciones (“Quiero olvidarme de esta realidad espantosa que he vivido durante muchos años”). Y termina acosado por el remordimiento y piensa en el suicidio como única solución.
Sixto también ansía morir, pero de una manera muy particular: asesinado por los presos de la cárcel a la que se lo conducirá en cuanto su crimen sea descubierto.
Irma Belén, la desdichada esposa de Ponciano, es un caso extremo de angustia oral, que hacia el final del libro es asaltada por una iluminación –como algunos personajes de Fellini- que la ayudará a reconstruir su vida.
Daniel Sada (Mexicali, México, 1953) es uno de los escritores mexicanos más reconocidos: ha obtenido el premio Xavier Villurrutia en 1992, el Herralde de Novela en 2008 y el Nacional de Ciencias y Artes de México en 2011.
Germán Cáceres
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