de Ferdinand von Schirach
(Ediciones Salamandra, Barcelona, 2011, 192 páginas)
Durante una entrevista, Ferdinand von Schirach (abogado penalista nacido en Munich en 1964) comentó vía mail a Ariel Magnus en Radar del 19.2.2012 que “todos estamos un poco en peligro de incurrir en un delito capital. La gente cree que eso sólo les puede pasar a otros, y por eso no lo perdonan. Es como con la muerte: en el fondo nadie cree que le vaya a pasar a él”.
Este primer libro fue todo un éxito de ventas y de críticas elogiosas, y en él el autor demuestra ser un escritor consumado, en pleno dominio del oficio. Su prosa precisa y de oraciones breves parece destinada a redactar informes. Sin embargo, al describir los hechos esos párrafos concisos adquieren un inusitado vigor narrativo e indudable calidad literaria. Son cuentos que adoptan un ritmo propio de un filme de acción porque esas síntesis narran numerosos sucesos que mantienen en un puño la atención. Emplea el recurso de mantener ocultos algunos datos hasta que los reclamen las historias y, además, dota a éstas de un halo de misterio.
Es curioso, pero en “Fähner”, el lector se sobrecoge porque no descarta que, ante la situación límite que se refiere, él también puede caer en la violencia extrema. Por supuesto que estos acontecimientos –en principio reales y vividos por el autor como abogado defensor- deben haber sufrido alguna variación para alcanzar tan buen nivel de ficción. En algunos cuentos (“El cuenco de té de Tanata”, “El erizo” y “Legítima defensa”) no se aclara quiénes fueron los culpables, porque indudablemente muchos delitos quedan impunes.
Son narraciones originales, cada una tiene su peculiaridad. En “El violoncello”, los miembros de una familia van precipitándose hacia un final espeluznante que evoca a los trágicos griegos.
En estos textos no se presentan detectives ni se investigan asesinatos, sólo se da cuenta de éstos últimos y los posteriores pasos que da la justicia. No obstante, en “Summertime”, en la defensa que se realiza del acusado, surge un razonamiento propio del célebre Sherlock Holmes y, en “Legítima defensa”, se proclama un axioma: “-Sigan el dinero o el esperma. Todos los asesinatos se explican por una cosa o por otra”. Aunque en Crímenes abunda la violencia y el horror, a veces irrumpe un inesperado y simpático final feliz, como en “Suerte” y en “El etíope”.
En “Verde”, “La espina” y “Amor”, se manifiestan serias patologías nerviosas en ciertos personajes vinculados con el delito.
En definitiva, von Schirach duda que podamos conocer la verdad, por eso el libro comienza con una cita de Heisenberg: “La realidad de la que podemos hablar jamás es la realidad en sí”. Y en “Summertime” se advierte: “...¿quién conoce al ser humano? De ahí que los móviles de un crimen rara vez fueran decisivos para él”.
Admirable la traducción de Juan de Sola.
Germán Cáceres
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