de Lisandro Penelas
(Editorial Dunken, Buenos Aires, 2012, 56 páginas)
Sus poesías hurgan en los pliegues oníricos que descubre en la realidad, esos deslumbramientos que alimentan el alma: “Entrar al sueño como quien entra al agua, /abrir los ojos en la profundidad y descubrir,/ transida de luz opaca/ una claridad nunca vista,”. La mayor parte de la superficie terrestre está compuesta por agua y en esta sustancia Lisandro Penelas quiere hallar algún sentido a esta existencia tan fugaz como huidiza.
“Poema para Ana” desborda un vivificante aliento romántico, ráfaga que se repite en otros poemas (por ejemplo en “Mirada”: “He llegado, por fin,/ al enamorado palacio de tu boca./ En él moro y resucito.” ) Aunque el hombre encuentra en el amor su felicidad y plenitud (“Entregarse al amor/ vivirlo entero”), no deja de sentirse solo y angustiado (“y lloraré profundo el dolor de vivir.”) Pero siempre dispondrá de la fantasía y la imaginación para superar el dolor ((“¿Qué polvo ajeno y propio, /qué fuerza/ de quién/ mantiene en pie, en aire o en diamante/ la estructura inasible de mi sueño?”)
Por momentos se tiene la sensación de que Lisandro Penelas anhela transitar cuestiones filosóficas para captar a través de la introspección el sentido de la vida, a la que considera, como si evocara a Heráclito, un continúo fluir de misterios inasibles. Su poesía no está obsesionada con forjar metáforas e imágenes deslumbrantes, sino que se propone reflexionar sobre lo que nos ocurre en este breve tránsito por el planeta.
Debe señalarse que Lisandro Penelas es un consagrado teatrista (actor, director, dramaturgo). Con este primer poemario promete llegar a ocupar un lugar importante como poeta.
Germán Cáceres
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