de John Berger
(Alfagura, Buenos Aires, 2009, 208 páginas)
John Berger (Londres, 1926) es un enamorado de las palabras, y construye en este libro una prosa elegante y lírica, repleta de las inusitadas imágenes que provoca el uso de la sinestesia. Un ejemplo es la carta en la que A´ida (A) describe el vuelo a bordo de una avioneta, en donde su virtuosismo transmite la sensación plena de estar surcando los cielos.
La historia se desarrolla en Oriente Medio y las cartas las escribe A´ida para su amado Xavier (X), que sufre prisión por estar acusado de ser el fundador de una red terrorista. Éste sólo realiza, a veces, breves anotaciones al dorso de esas cartas, que en su mayor parte contienen datos socioeconómicos y pensamientos políticos (“FMI BM GATT OMC TLCAN ALCA: sus siglas amordazan el lenguaje, al igual que sus actos amordazan al mundo”/"…los fondos de inversión privados disponibles hoy para la especulación financiera valen veinte veces más que el producto nacional bruto mundial”).
Las cartas refieren sensaciones, estados de ánimo, pensamientos, anécdotas, que se articulan para ofrecer una reflexión poética sobre la libertad y el amor. Son conmovedores los mensajes y frases que A´ida le envía a Xavier, cuya ausencia se convierte en protagonista principal de la novela. La prisión y el peligro extremo cruzan las vidas de ambos personajes, cuyas sensibilidades han llegado al límite. Ella confiesa añorar otros tiempos más luminosos a la vez que capta la sensualidad oculta tras los objetos y el paisaje.
La lucha armada por la liberación está presente tanto en las cartas como en las notas y responde a la posición política asumida por el autor. De allí la cita a un terminante Hugo Chávez: “Después de casi doscientos años, podemos decir que Estados Unidos estaba destinado a poblar el mundo entero de pobreza en nombre de la libertad. Estados Unidos es la mayor amenaza que existe en el mundo”.
De A para X es un texto cautivante y de exquisita belleza, que desborda humanidad y también amargura. Por ello A´ida confiesa patéticamente en una de sus cartas: “Todo es dolor, ¿por qué? Los hombres no paran de destrozarse unos a otros. Dímelo. Tengo que saber por qué. ¿Por qué nacemos sólo para sufrir?”
Germán Cáceres
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