El martes pasado Germán Cáceres fue orador del acto que se realizó en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, en homenaje al centenario del nacimiento de Juan Carlos Onetti. Aquí, el texto de su exposición.
Germán Cáceres
La obra de Onetti comienza en 1933 con el cuento “Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo” y concluye con la novela Cuando ya no importe, de 1993. El propósito de este homenaje es remarcar su carácter autónomo y a la vez universal, y comprobar que puede hacerse de ella una lectura contemporánea.
Por ejemplo, su cuento “Un sueño realizado”, de 1951, gira alrededor de una simple escena que intenta representar dos automóviles que avanzan por una calle en sentido contrario, un hombre que la cruza sorteando a los dos vehículos y recibe un vaso de cerveza de una mujer que sale de una verdulería, mientras que en la vereda de enfrente una muchacha espera acostada en la vereda. Durante esa fugaz representación, esta muchacha muere y el sentido del cuento se abre en múltiples direcciones aludiendo a la ambigüedad del texto y a sus plurales lecturas, entre ellas la de la búsqueda de una meta tan inasible como inexplicable. No se puede menos que evocar este cuento viendo la sucesión de escenas simbólicas del filme El camino de los sueños, de 2001, de David Lynch, ese director de culto asediado por las pesadillas y las obsesiones.
En “El infierno tan temido”, cuento de 1962, el sadismo y la perversión de un personaje femenino están al servicio de la maldad y la sordidez. Risso, el protagonista, antes de suicidarse con somníferos, es asolado por “un sentimiento desconocido que no era ni odio ni dolor, que moriría con él sin nombre, que se emparentaba con la injusticia y la fatalidad, con el primer miedo del primer hombre sobre la tierra, con el nihilismo y el principio de la fe”. Esta impregnación desolada y fatalista puede relacionarse con la película Profundo carmesí, de 1996, de Arturo Ripstein, otro solitario visitado por las sombras del pavor y la demencia.
Jean Baudrillard, en El crimen perfecto, publicado en castellano en 1996, habla del “asesinato de la realidad”, o sea que ésta ya no existiría, ha sido reemplazada por la información de los medios de comunicación, una manera de manifestar que no hay espacio para la verdad. Por eso otro de sus libros lleva por título La Guerra del Golfo no ha tenido lugar (1991). Pero desde sus primeros títulos Juan Carlos Onetti aludía a una realidad falsa, a una verdad escurridiza, por eso entendió la literatura como único refugio. Carlos María Domínguez apunta que “De las debilidades de un mundo que se mostraba como no era y se comportaba como en apariencia desmentía, Onetti extraía la materia de sus historias con las que iba construyendo una manera personal de tomar la palabra”.
La novela La vida breve, de 1950, tal vez sea la obra maestra del autor uruguayo. En ella Brausen está escribiendo un guión cinematográfico sobre personajes mediocres, entre los cuales se encuentra el médico Díaz Grey, que está observando desde una ventana una plaza de una ciudad, Santa María. Luego Brausen adquiere otra personalidad —el tema del doble es otra de las inquietudes del escritor—, la de Arce, y se relaciona con una prostituta, y se va hasta esa ciudad y pasa por esa misma plaza que estaba mirando el doctor Díaz Grey. En Onetti prevalece el mundo de la ficción sobre el real, ya que, a éste no sólo no lo comprendemos, sino que tampoco lo percibimos correctamente porque es una mentira. Y la incomunicación entonces surge como un designio inevitable del ser humano: “seguro de que bastarían pocos minutos para quedar vacío de todo lo que había tenido que tragarme desde la adolescencia, de todas las palabras ahogadas por pereza, por falta de fe, por el sentimiento de la inutilidad de hablar”.
Así como Faulkner ha creado para desarrollar sus narraciones el distrito ficticio de Yoknapatawpha Country, en la llamada “La saga de Santa María” — ciudad que aparece por primera vez el cuento “La casa en la arena”, de 1949—, que incluye la citada La vida breve, El astillero, Juntacadáveres, Para una tumba sin nombre, Dejemos hablar al viento y Cuando ya no importe, Onetti crea esa ciudad imaginaria cercana a Buenos Aires y Montevideo. Sabida es la admiración que el autor uruguayo sentía por el gran maestro norteamericano, y la influencia que este último tuvo en su obra (como opinó otro grande de la literatura del Río de la Plata, Mario Benedetti, ambos son “novelistas de la fatalidad”). Pero tampoco desconocemos que las obras de los escritores se conectan entre sí, y que Onetti supo extraer de esa afinidad su propio manantial narrativo, hecho de variables puntos de vista y de un relato no lineal, que navega imperceptiblemente entre el pasado, el presente y el futuro.
Miguel Duré tocó en el cierre del acto
Su obra tiene muchos puntos en común con el sentido de la angustia del pensamiento existencialista, sobre todo con las novelas La náusea (1938), de Jean Paul Sartre, y El extranjero (1942), de Albert Camus. Y como casi todo texto contemporáneo, también se vincula con el ámbito kafkiano, como el de El Proceso (1925), en el cual la maquinaria social aplasta al individuo, que habita un planeta carente de sentido. Asimismo, los personajes desesperados y autodestructivos del Roberto Arlt de El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931), están imbuidos de una propensión hacia el mal, como los de Onetti, pero éste logra una suerte de salvación imaginando un mundo absolutamente independiente.
La amargura y el pesimismo de Onetti se transparentan en una confesión de la protagonista del cuento “Tan triste como ella” (1976): “Nunca había pedido nacer, nunca había deseado que la unión, tal vez momentánea, fugaz, rutinaria, de una pareja en la cama (…) la trajeran al mundo. Y sobre todo, no había sido consultada respecto a la vida que fue obligada a conocer y aceptar”, para agregar después: “en cualquiera que estuviera vivo o hubiera cumplido el rito incomprensible de vivir”. El texto expresa la presencia de un fuerte sentimiento de culpa por el sólo hecho de existir, al que acompaña ineludiblemente la soledad.
La novela El astillero, de 1961, describe lugares desolados, mugrientos, llenos de deshechos y ratas, que aluden al vacío y el hastío de sus protagonistas, acechados por una sexualidad patológica, condenados al aniquilamiento en una realidad fantasmal y sinsentido, en donde predomina una atmósfera turbia cargada de locura. Larsen, su protagonista, “pensó que un Dios probable tendría que sustituir el imaginado infierno general y llameante por pequeños infiernos individuales”. En el prólogo de la edición de Salvat Editores de 1971, José Donoso afirma que Onetti “nos alumbra la inteligencia y nos aguza la emoción al no darnos soluciones, sino proponernos una encadenación de preguntas”.
La escritura colmada de matices de Juan Carlos Onetti es un prodigioso laberinto de sustantivos y adjetivos que se independizan para formar símiles impredecibles e imágenes desconcertantes que proveen a los objetos de una perturbadora entidad. La elipsis, la alusión, los vericuetos y las bifurcaciones proponen huidizos fulgores para referir una historia.
Onetti pasó diecinueve años de su vida en Madrid, de los cuales los últimos cinco escribió recluido en su cama. Retornaba en cierta forma al mundo de su infancia, en la cual leía dentro de un ropero o sentado en el pozo de un aljibe. Es decir, inmerso en el universo infinito de la ficción.
Como sentenció Juan José Saer: “Hay algo de heroico en esta minuciosa artesanía, si tenemos en cuenta que sirve para narrar la imposibilidad de vivir, el fracaso, el desengaño”.
Germán Cáceres
Guillermo Fuentes Rey, el Diputado Raúl Puy,
organizador del acto, Noelia Martínez, Secretario de la
Embajada del Uruguay en Buenos Aires y Germán Cáceres
Bibliografía
Domínguez, Carlos María, “Onetti”, el intérprete/nómada Nº8, Buenos Aires, diciembre de 2007.
Donoso, José, prólogo a Juan Carlos Onetti, El astillero, Salvat Editores S.A., Buenos Aires, 1971.
Feinmann, José Pablo, “El fin de la posmodernidad (III)” en La filosofía y el barro de la historia, Planeta, Buenos Aires, 2008.
Ferro, Roberto, “La ciudad de las primeras narraciones de Onetti”, Contratiempo Nº 1, Buenos Aires, verano 2000/2001.
Prego Gadea, Omar, “Onetti y Faulkner. Dos novelistas de la fatalidad”, Marcha, Montevideo, julio de 1997.
Saer, Juan José, “Juan Carlos Onetti. La rebeldía del derrotado”, Clarín. Suplemento Cultura y Nación, 26/11/2000.
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